olafsson vikingur 

Musicoterapia

Barcelona. 15/01/19. Petit Palau de la Música Catalana. Primer concierto del Ciclo Philip Glass. Glass: “Opening”, núm. 1 de Glassworks Études for solo piano, 1/9 Études for solo piano, 1/2 Études for solo piano, 1/3 Études for solo piano, 2/15 Études for solo piano, 2/13 Études for solo piano, 1/5 Études for solo piano, 1/6. Vikingur Ólaffson, piano.

El Diccionario Harvard de la Música comienza su entrada dedicada al término musicoterapia, con estas palabras: “La utilización clínica de la música(…)” en una definición donde es interesante extraer también esta reflexión: “La naturaleza de la propia percepción musical sigue entendiéndose de modo imperfecto (…)”. En efecto, la capacidad de la música en afectar nuestros sentidos, se torna en su más alta eficiencia en un concierto en directo, sea cual sea su estilo, y sus consecuencias en el oyente pueden abarcar múltiples estados y proporcionar diferentes sensaciones.

La presentación y debut en España del pianista islandés Víkingur Ólafsson (Reikiavik, 1984), se produjo en el inicio del Ciclo Philip Glass, con la que el Palau de la Música Catalana estrenó el primero de los cinco conciertos previstos de su compositor en residencia durante esta temporada 2019. Con un cartel de sold out, el concierto, por cuestiones logísticas y de agenda, no se produjo en la sala grande modernista sino en el Petit Palau, una sala que ofreció un panorama de público con una media de edad más joven, en un ambiente más desenfadado y menos encorsetado de lo habitual en la Sala principal. 

El aquí firmante acudió con el interés doble, el de descubrir un nuevo pianista, y el de disfrutar de la siempre estimulante y atractiva música de Philip Glass, pero con la mochila, por desgracia, de un persistente y molesto dolor de cabeza. Pues bien, lo primero que quiero destacar de este recital, fue su capacidad curativa o desde un término asociado a la musicoterápia, el uso terapéutico que tuvo en mí como oyente. 

La música de Glass, su esencia minimalista, la repetición de células musicales, su hipnótica capacidad relajante y la belleza instrínseca de sus melodías sencillas y atractivas fluyeron en el recital de Ólafsson como un bálsamo sonoro. Después de un principio con el célebre “Opening” núm. 1 de Glassworks, y los estudios 1/9 y 1/3, en donde la capacidad empática, comunicativa y pulcritud técnica de Ólafsson, se mostraron ideales para la ejecución de la música de Glass. 

El pianista islandés cogió un micro de mano y comenzó a introducir las piezas que iba a tocar a posteriori, aunando sus sensaciones como músico e íntérprete de Glass, con anécdotas e historias vividas con el propio compositor en tours donde ha tocado su música. Así fue como explicó su forma de entender obras como las de Opening o los estudios 1/9 y 1/3, donde más que percibir las repeticiones de unas células musicales, el propio Ólafsson como se cita el el programa de mano, las define como “renacimientos en forma de espiral”. Habló de mirar desde diferentes puntos de vista una misma estructura musical, descubriendo en cada repetición una luz, una sensación distinta, una riqueza tímbrica que siempre es nueva y distinta. Ciertamente, la capacidad relajante de estas estructuras repetitivas, que cual mantras musicales, nos seducen y enganchan, se mostraron en su mejor grado de ejecución. 

Ólfasson, quien tiene la supervisión del propio Glass en la interpretación que el pianista islandés hace de sus obras, mostró su personal estilo y grado de subjetividad: uso del pedal, ciertos manierismos en el fraseo y uso de los forte y su contraste con pianissimi de manera contrastada y efectista, una lectura que tuvo un efecto catártico en un público entregado hasta el final del recital. Así destacó por ejemplo, la insistencia rítmica del estudio 1/3, el Glass hiperactivo de Manhattan, según el propio Víkingur micro en mano, una obra que de forma sinéstésica pareció dar fogonazos de un cuadro de Hopper, tomando el ritmo de la ciudad que nunca duerme con un efecto urbanita que hizo rememorar también el piano impresionista de Debussy, sobretodo con ese final extático. 

En otra de sus intervenciones, Víkingur definió la música de Glass, como la creación de una espacio musical que nos contiene, sin la necesidad de ir a de un punto A a un punto B, una recreación ascética de la música, en consonancia con la condición budista del compositor, una capacidad de transmitir la contemplación de la música como tal, como un ensimismamiento sonoro que nos toca de manera espiritual. Esa comunión musical tuvo su espejo en el atmofésrico y subyugante estudio 1/5 que dejó al publico del Palau en una especie de limbo sonoro difícil de explicar. 

Animado por la respuesta del público o simplemente por gusto personal, Víkingur añadió el estudio nº 18 al programa del recital, pieza que definió como una dulce barcarola, y donde respiró la melodía y fraseó con emotivo resultado. La riqueza de texturas del estudio 2/15, con sus ricas variaciones y diferentes sensaciones, la pieza más importante de las interpretadas en el programa según dijo Olfasson en palabras de Glass, una obra personal y seductora que rememoró la sonoridad bachiana, o la felicidad de la libertad creativa y juguetona del estudio 2/13, que pudo recordar de nuevo al piano impresionista francés, con toques de Debussy o Satie. 

El final endiablado y rítmico del estudio 1/6 con la que cerró el recital fue como un golpe catártico que despertó a la audiencia de un trance musical colectivo. El firmante no solo salió sin dolor de cabeza sino con una sensación de relax físico y trascendente como pocas veces. De bis, en medio de la eufórica ovación, Ólafsson ofreció el Preludio in mi menor, BWV 855a de Bach, (transcripción en si bemol por Alexander Siloti) pieza de su último trabajo dedicado a Bach. ¡Que vuelva pronto!