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Un lienzo de dos horas y media

Múnich. 16/02/2019. Bayerische Staatsoper. Krenek: Karl V. Bo Skovhus, Anne Schwanewilms, Okka von der Damerau, Dean Power, Kevin Conners y otros. Dir. de escena: Carlus Padrissa. Dir. musical: Erik Nielsen.

Ernst Krenek (Viena, 1900 - Californa, 1991) había compuesto esta partitura, la primera ópera dodecafónica propiamente dicha, entre 1931 y 1933, por encargo de la Ópera de Viena, con la vista puesta en su estreno en 1934. Pero el ascenso del nazismo truncó los planes previstos, siendo sancionada la obra como Entartete Musik, "música degenerada", como sucedería también con la música jazzística de su ópera Jonny spielt auf de 1927. Rescatada ahora del olvido por Nikolaus Bachler, el intendente de la Bayerische Staatsoper, la ópera Karl V de Krenek ha podido ver de nuevo la luz, en una nueva producción firmada por Carlus Padrissa y Lita Cabellut, responsable del decorado, el vestuario y las abundantes proyecciones, autora en fin del código estético de la propuesta. Ambos artistas ya habían trabajado juntos anteriormente, en ocasión de una nueva producción de L´assedio di Corinto de Rossini para el ROF de Pesaro.

A decir verdad es el trabajo de Cabellut lo que mantiene en pie la representación de principio a fin. El trabajo de Padrissa se ajusta a las claves habituales de sus anteriores propuestas de cuño furero, con el consabido despliege técnico (acróbatas, etc.), dejando un cierto regusto a déjà vu. La propia Lita Cabellut comentaba al hilo de estas funcioens que los diez lienzos que había confeccionado para esta propuesta habían ampliado sus horizontes como creadora, de tal manera que ahora el soporte habitual de las creaciones parecía quedársele pequeño. Ciertamente aquí ha podido dar rienda suelta a su ambición más plástica, con una suerte de lienzo sin fin que se prolonga en el tiempo, por espacio de dos horas y media, el minutaje de la función. Sus imágenes son poderosas, estimulantes y parecen recrear, con un aire intemporal y sinestésico, las cuitas del protagonista, el emperador Carlos V, quien en la antesala de sus últimos días, repasando sus cuentas pendientes con un amplio plantel de figuras históricas, desde con su madre Juana de Castilla al superior de los Jesuitas, Francisco de Borja, pasando sus hermanos Leonor y Fernando, su esposa Isabel o el Rey Francisco I de Francia.

No pudo ser mejor en el foso la labor de Erik Nielsen, el actual director titular de la Sinfónica de Bilbao. En su debut en Múnich dirigió con denuedo y ahínco, verdaderamente volcado en la partitura, con una intensidad sin fisuras, comprometido al cien por cien con la obra. Sin duda, una batuta a seguir de cerca. Su implicación estimuló de manera visible a la ya de por sí sobresaliente orquetsa de la Bayerische Staatsoper, que sonó aquí impresionante, casi insultante en su nivel técnico y en su ambición expresiva.

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El plantel vocal tuvo sus más y sus menos. Bo Skovhus firma toda una creación en el papel titular, que se ajusta mu bien a sus limitados medios naturales. Su código expresivo tiende a resultar repetitivo, aunque es efectivo. Como cantante-actor, hay que reconocerlo, funciona a las mil maravillas. Destacó también, en su breve intervención, la Isabel de Anne Schwanewilms, con esos sonidos finos y flotantes tan suyos y tan sugestivos. Fantástico también el Francisco I de Wolfgang Ablinger-Sperrhacke. Menos convincente en cambio estuvo Gun-Brit Barkmin, como la hermana de Carlos V, con una voz de emisión agria y poco compacta. Fantásticos solistas de la casa, como Dean Power, Okka von der Damerau o Kevin Conners, redonderaon un cartel eficaz, lo que no es poco dadas las exigencias y complejidades de la partitura.