Fantasía y vitalidad
07/05/19. Madrid, Auditorio Nacional de Música. CNDM. Ciclo Universo Barroco. Bailes y batallas, obras de Heinrich Ignaz Franz von Biber, Johann Heinrich Schmelzer. Café Zimmermann.
En los primeros años de este siglo, cuando todavía el lanzamiento de un nuevo CD podía considerarse un acontecimiento, salía al mercado una nueva grabación de los Conciertos de Brandemburgo -otra más- que sorprendió a expertos y aficionados. El recién creado ensemble Café Zimmermann resolvía las disquisiciones sobre la interpretación históricamente informada llevando algunas de sus maneras al extremo. Sus Conciertos resultaban apenas reconocibles por sus tiempos acelerados hasta el más allá, por sus marcadísimos acentos y por la extrañeza de sus colores orquestales. Su versión, pronto premiada, rezumaba una vitalidad inaudita, arrolladora y, sin embargo, absolutamente apropiada para la música de Bach; unas características que aún hoy siguen siendo la seña de identidad de esta formación, tal como ha vuelto a confirmar en su actual gira por España.
Esta visita nos trae a unos autores del siglo XVII no demasiado populares, pero indudablemente interesantes, cuyo común denominador es haber cultivado el stylus phantasticus, un modo de creación musical cimentado en una concepción flexible de la forma y en la abundancia intencionada de contrastes, disonancias e improvisaciones. Un espíritu de libertad del que la orquesta disfrutó desde la pieza inicial, una sonata de Biber, en la que irrumpieron esa agilidad natural y camaradería que tan bien manejan los buenos conjuntos de música antigua y que sería el hilo conductor de todo el concierto, incluso durante sus momentos más pausados.
Con la Serenata con altre arie de Schmelzer se exhibió versatilidad y ese gusto por lo extremo que tan bien les funciona y que nunca les resulta exagerado: desde los tensos y dilatados silencios de la “Serenata” que da nombre a la suite, a esos saltos en la “Campanella”, oscilando desde la vivacidad de enjambre en los compases iniciales a la tristeza contenida del lamento posterior. Es tal la energía del conjunto que incluso sus “Lamentos” se presentan llenos de vida, esos mismos que otras formaciones suelen ofrecer lánguidos y apesadumbrados; con Café Zimmerman el goce trágico se sustituye por esperanza. Así, en el Lamento sopra la morte de Ferdinand III, ejecutado con modos prestos, la atención pareció estar más en la continuidad dinástica que en la melancolía por la pérdida de un emperador. Una pieza, además, en la que lo armónico y lo polifónico se suceden y que, al igual que el resto del programa, acredita el Barroco como puente entre dos universos musicales.
El corazón de la noche lo formaron, además de esta elegía de Schmelzer, sus bailes de La escuela de esgrima. La intención programática y descriptiva del combate de espadas es una excusa perfecta para desarrollar los recursos fantásticos que dan nombre al género. Los arcos en violines y violas funcionaron, también visualmente, a modo de sables, y los espíritus cortesano y deportivo se dieron la mano hasta la escena de relajación final, “Bader Aria”, en la que los dos contendientes celebran el final de la jornada en la casa de baños.
Pero si de emotividad hablamos para concluir, el premio absoluto de una velada muy notable debe ser para la Mensa Sonora de Biber, es especial para esa Chacona que trajo a primer plano la delicadeza de la tiorba de Shizuko Nori, camuflada e imperceptible hasta ese momento. La sutil ternura que envolvió la pieza la hizo merecedora del único bis de una noche que demostró la irresistible vitalidad de la música antigua, si está en las manos adecuadas.
Foto: Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) – Elvira Megías.