JoanGuinjoan retrato RTVE 

Como siempre, la música

Barcelona. 18/6/2019. Sala Mompou de la SGAE. Homenaje a Joan Guinjoan. Obras de Gunjoan. Lluís Claret (violonchelo), Gerard Claret (violín), Josep Maria Colom (piano), Ona Cardona (clarinete), Alfonso Calderón de Castro (piano), Iñaki Alberdi (Acordeón), Joan Martín-Royo (barítono). 

Estamos tan acostumbrados a las migajas que estas nos parecen ya un buen festín. Y es que aunque no se puede hacer otra cosa que aplaudir por un homenaje organizado con tanto acierto y devoción –desde un programa de mano espléndido hasta la magnífica convocatoria de intérpretes–, a la inmensa figura de Joan Guinjoan le sigue quedando pequeño el homenaje que se celebró en la reducida sala Mompou de la sede de la SGAE en Cataluña. 

Como es de rigor, las palabras abrieron un emotivo acto presidido por una fotografía del maestro de Riudoms proyectada sobre el escenario. Merecen ser destacadas por diferentes razones las intervenciones de Francesc Farré i Rius –asesor de la Residencia de Investigadores del CSIC y amigo del compositor durante más de medio siglo– por su entrañable cercanía y sinceridad, y las del compositor Josep Maria Guix, que recordó a Guinjoan en todas sus facetas: compositor, director, crítico… Y para cerrar el acto, las emocionantes palabras de su hijo François, especialmente agradecido con la generosidad de los intérpretes.

Un gran conocedor de su obra como Lluís Claret comenzó poniendo el listón alto con una lectura de concentrada expresividad de La cadenza (1978), que remató con una versión de L’elegia (1996) de bellísima factura, donde el recuerdo musical de su madre se filtraba entre pasajes meditativos, tan perfectamente descritos como lo fue Aniversari (1993) junto a su hermano Gerard Claret en el violín, a quienes dedicó la pieza y quienes la estrenaron entonces. Tensió (1981) para violín culminó la ilustre participación de los Claret, con una sutil administración de los contrastes por parte del solista. Josep Maria Colom en el piano y Ona Cardona en un clarinete de gran agilidad y belleza sonora, formaron un brillante dúo para abordar la Fantasia para clarinete y piano (1964), obra estrenada por el propio compositor en un espacio emblemático como lo fue el Instituto Francés junto a Juli Panyella, otro de los nombres ligados a su vida y obra, y con quien formó Diabolus in musica un año más tarde. Colom se quedó en el escenario para bordar Jondo (1979) con acertada fuerza telúrica y honda sensibilidad. Siguió Alfonso Calderón de Castro con un Verbum (2003) antológico en uno de los momentos más emocionantes de la tarde: el pianista tiene una capacidad inagotable para explorar creativamente todos los recovecos de la partitura sin dejar de ser escrupuloso y rico en detalles. Sobradamente conocida es también la solvencia y madurez de concepto del acordeonista Iñaki Alberdi, que puso toda su entrega y virtuosismo expresivo al servicio de Sons de la terra (2003). Acompañado por Calderón, Joan Martín-Royo nos regaló, desde su poderoso instrumento, un expansivo y lleno de matices Com més amunt aspira l’esperit de la ópera Gaudí (1992). Porque en suma eso fue el resumen del concierto-homenaje: un desfile de regalos en forma de talento musical y compromiso artístico para despedir un músico que vivió sobrado de eso. 

Las ausencias más importantes, por lo tanto, no fueron las de los músicos, que sí estuvieron a la altura de su figura. Empecemos por cuestionar sobre si debería estar o no presente una Consellera de Cultura en un acto así. Continuemos por hacer la inquietante pregunta sobre si las instituciones públicas, representadas eventualmente por la figura del director del Instituto Catalán de las Empresas Culturales (ICEC) creen que leer un discurso en el que ni tan sólo se pronunció correctamente el apellido de un referente como Robert Gerhard, es suficiente para saldar una deuda que no deja de crecer, frente a la presencia apenas testimonial de nuestra música actual en las principales salas del país. No bajemos la guardia ni dejemos de preguntar sobre si creen que pueden seguir pasando de puntillas por el patrimonio musical catalán, los mismos que se erigen en paladines de la patria (de la cultura, porque ¿qué otra cosa es una patria sino su cultura?). ¿Simples detalles? No, síntomas repletos de significado, en el homenaje a un referente indiscutible de la creación musical nacional. Otras presencias entre los asientos también eran significativas, como la del ilustre compositor coetáneo Jordi Cervelló, que se me figura cada vez más solo al tener la costumbre de decir lo que piensa –y saber lo que dice– donde y contra quien haga falta. No, Guinjoan no será olvidado, como afirmaba con razón Guix en su discurso. No lo será porque es inolvidable, pero la posibilidad de que su obra sea arrojada a la museización y el archivo, en un país como el nuestro, no es nada exagerada. ¿Con cuántos no está sucediendo y ha sucedido ya? 

Las bellas y certeras palabras de la soprano María Hinojosa –que no pudo asistir por motivos profesionales– y que el Dr. Farré i Rius quiso leer de las notas al programa, suenan a ese horizonte obstinado que nunca alcanzamos; dedicadas a figuras como la de Guinjoan deberían servirnos como acicate para avanzar y como sonrojo permanente para los (ir)responsables públicos: “Que nuestra generación hable con tu decir, que lo hagamos nuestro y sea el imaginario común del mañana, por una cultura, un arte, inquieto, vivo, necesario, imprescindible, responsable. Por todos”.