Heras Hampson Mahler Granada19

 

El alma y las formas

Granada. 05-07/07/2019. Orquesta de París. Thomas Hampson, barítono. Stéphanie d´Oustrac, mezzosoprano. Orchestre de Paris. Dir. musicales: Pablo Heras-Casado | Christoph Eschenbach.

A veces el alma se revela por las formas. Lo cierto es que ni Thomas Hampson ni Stéphanie d´Oustrac poseen los medios más suntosos entre los solistas de su cuerda. Pero ambos poseen el don de manejar las formas y conjugar los estilos. El don de la palabra, al fin y al cabo, que es el vehículo fundamental del canto, aunque a veces se nos olvida, más preocupados por el sobreagudo de turno. Más aun cuando se trata de piezas como las canciones de Mahler y La muerte de Cleopatra de Berlioz, en ambos casos piezas de una teatralidad a flor de piel, donde una consonante bien manejada vale más que un grave insuficiente.

La Orquesta de París estará muy presente este verano en nuestros escenarios. Tras esta doble visita al Palacio de Carlos V de La Alhambra, en el marco del Festival de Granada, actuará también por partida doble en el Kursaal de San Sebastián, en el transcurso de la Quincena. Hablamos sin duda de una orquesta con solera, con un sonido sumamente nítido, de un color más luminoso que cobrizo, como si mirase más hacia el Mediterráneo que hacia el Canal de La Mancha. Técnicamente hablando, la Orquesta de París demostró su soltura, con semejante desempeño en repertorios tan dispares como las músicas de Berlioz, Stravinsky o Mahler. 

Sea como fuere, del primero de sus dos conciertos cabe destacar el exquisito Mahler -una atinada selección de Des Knaben Wunderhorn- que brindaron en manos de Pablo Heras-Casado y el barítono Thomas Hampson. Éste ha sido uno de los grandes mahlerianos del último medio siglo. No en vano empezó cantando este repertorio nada menos que con Leonard Bernstein. Palabras mayores. Y quien tuvo, retuvo, a pesar de que los medios de Hampson no son hoy los de antaño; de hecho nunca lo fueron, ni siquiera décadas atrás fue un cantante de los que brillan por su material sino precisamente por sus formas. Y qué importantes son estas para el lied. Hampson sacó significado de cada sílaba, de cada doble consonante, poniendo en vilo al público granadino con una presencia escénica sumamente teatral, cuajada de miradas intensas y gestos contenidos. Hampson es muy listo, conoce bien el oficio y es sin duda un artista contrastado. Su Mahler fue delicioso por el alma y por las formas, haciéndonos olvidar lo oxidado ya de sus medios vocales, tras una larga y admirable trayectoria profesional. Su "Urlicht", en una complicidad evidente con Heras-Casado, habría valido por la velada entera. El alma y las formas.

Heras Paris Granada19

La Sinfonía fantástica de Berlioz, en cambio, es pura forma, no diré que hueca y sin alma, porque indudablemente esta partitura resume una inflexión histórica sumamente importante. Pero a menudo tiendo a pensar que pesa más en ella lo que hay de ejercicio de orquestación que lo que pueda haber de genuina expresividad. De alguna manera es la pieza perfecta para exhibir el mejor de los virtuosismos sinfónicos. Y a eso se dedicaron con denuedo los músicos de la Orquesta de París, defendiendo con brillantez un repertorio que a buen seguro asumen como propio, más aun en plena conmemoración del aniversario de Berlioz. Heras-Casado optó por una lectura narrativa, como corresponde a una partitura programática como esta. El resultado, un Berlioz colorista y excitante, que parecía reflejar su iridisada sonoridad bajo la cerrada noche granadina. 

La segunda visita de la Orquesta de París, dos días después, comenzaba de nuevo con Berlioz, si bien esta vez con una de sus más sobresalientes partituras vocales, La muerte de Cleopatra. La mezzosoprano Stéphanie d´Oustrac, con unos medios sin duda suficientes pero no descollantes, dio toda una lección de estilo. Una vez más las formas como el mejor camino para desentrañar el alma. Como sucediera con el Mahler de Hampson, la solista francesa aportó una increible teatralidad a su interpretación, engrandeciendo un texto ya de por sí cuajado de intensas inflexiones. Con una admirable paleta de colores en su garganta, D´Oustrac se mueve con idéntica soltura en el lirismo más íntimo ("Ah! Qu´ils sont loin ce jours") que en la tragedia más grandilocuente ("Grands Pharaons"). Ejemplar pues, desde todo punto de vista, su Berlioz, tanto que supo a poco su intervención, tras Le carnaval romain -del propio Berlioz- a modo de introducción orquestal. Una vez más: el alma y las formas, como la propia Alhambra, cuyo delineado infinito no es otra cosa que el precipitado arquitectónico de un alma ya milenaria.

Oustrac Granada19

El Mahler de Christoph Eschenbach no pasará a la historia. El veterano director nunca ha contado entre mis batutas de cabecera, aunque le reconozco su buen hacer, bordeando ya los ochenta años de edad. Esta Primera sinfonía sonó meticulosa y detallada, incluso transparente, desgranando paso por paso la orquestación, pero le faltó alma, precisamente eso que habíamos escuchado dos noches antes en la voz de Thomas Hampson. Y a decir verdad nada hay más distante de Mahler que una pura recreación formal, sin tragedia. Eschenbach optó por unos tiempos sumamente pausados, no específicamente lentos, pero si morosos y marcados en demasía. El resultado, como digo, fue un Mahler alicaído y un tanto aletargante, salvado únicamente por la precisa y exquisita ejecución de los atriles de la Orquesta de París. En agosto, en San Sebastián, volveremos a escuchar a esta orquesta, con su saliente titular Daniel Harding al frente y con el War Requiem de Britten en los atriles.

Eschenbach Granada19