La medida de nuestras lagunas
Barcelona. 12/7/2019. Palau de la Música. Puccini: La Bohème (selección). Antoni Lliteres (Rodolfo), Violeta Alarcón (Mimí), Marta Bauzà (Musetta), Guillem Batllori y Ferran Albrich (Marcello), Xavier Casademont (Colline), Josep Ramon Cleves (Schaunard), Roger Casanova (Benoît/Alcindoro). Jove Orquestra Nacional de Catalunya (JONC). Dir. Musical: Manel Valdivieso. Dir. Escénica: David Selvas.
Funcionando como JONC cumple y celebra un cuarto de siglo uno de los proyectos más valiosos del país, aunque su fundación como JOSC (Jove Orquestra Simfónica de Catalunya) se remonte a 1993 en manos de Josep Pons. Para hacerlo, ha decidido dar un paso ampliando horizontes y repertorio, dando un salto al terreno operístico con una de las obras emblemáticas de toda la historia del género como es La Bohème. De forma completa lo hará del 25 de julio al 4 de agosto en el patio del castillo alemán de Weikersheim bajo la dirección de Fausto Nardi, pero antes se ha puesto a rodar en Vic y Barcelona con una propuesta en versión concierto, reforzada con algunos movimientos escénicos. Además han tenido la magnífica idea de contar para su reparto en los dos conciertos en Cataluña con jóvenes cantantes seleccionados entre los participantes de la primera “Academia de Ópera de la JONC”; una academia de ópera que de consolidarse con la ambición necesaria, vendría a llenar uno de los huecos en el panorama nacional.
Aunque la semi-escenificación siempre plantee dudas y no logre satisfacer del todo, inteligente y delicada fue la dirección de David Selvas –sin experiencia operística anterior– que a pesar de tener entre manos un hit muy conocido, no contaba con el respaldo de la escena o el texto proyectado. Pequeños movimientos escénicos que explotaban al máximo el reducido espacio que dejaba la orquesta, fueron suficientes para transmitir el carácter general de la historia. Muy atinada también la idea de “narrar” la trama entre actos y a la vez definirse como personajes, mediante mensajes grabados en un contestador que se dejaban, en un registro desenfadado y actual.
Sorprendió positivamente el prometedor reparto vocal en líneas generales. Para empezar, podríamos destacar la impecable prestación de Antoni Lliteres, un Rodolfo muy convincente y técnicamente dotado, que en lo vocal mostró sobrado caudal y seducción tímbrica, particularmente a partir del final del primer acto tras una esplendorosa “Che gelida manina”. Fue entonces cuando mostró rápida sintonía con la Mimí de Violeta Alarcón, dulce y dueña siempre de un fraseo comunicativo y una articulación nítida. Excelente también fue la evolución de su personaje, arrastrado hasta la muerte, perfectamente comprendido por la soprano. Sobresalió también la acertadísima Musetta de Marta Bauzà, con soltura, presencia escénica rotunda, agudos abundantes y fraseo de notable naturalidad. No hay duda que de continuar, la experiencia operística pulirá a Ferran Albrich y nos ofrecerá un barítono muy sólido, que mostró credenciales de gran solidez técnica. Algo parecido podríamos decir de Guillem Batllori, con quién compartieron a Marcello, de voz bien timbrada y homogénea. Solvente el resto del reparto, con unos Colline y Schaunard muy bien resueltos por Xavier Casademont y Josep Ramon Cleves respectivamente, y un excelente sentido teatral de Roger Casanova como Benoît y Alcindoro.
La orquesta estuvo dotada siempre de la garra y el ímpetu que requiere la partitura, con una batuta, la de Manel Valdivieso, preclara en la administración de las texturas y la riqueza de atmósferas que presenta la escritura pucciniana. Por otra parte, logró superar los obstáculos de comunicación con las voces dada la disposición escénica, y ayudado por la implicación y agilidad de la orquesta, alcanzó una meritoria concertación y una espléndida brillantez sonora, con una cuerda siempre dúctil a la agresividad rítmica y vientos de sonido generoso y estable. Electrizante y fresca dosis de juventud pues, para dar salida al ciclo “Estiu al palau”, que espera llevar público a la sala con diferentes propuestas hasta finales de agosto.
Uno de las grandes carencias que padece este país es no saber responder al talento musical que emerge cada año de nuestros centros, no ofrecerles espacios ni oportunidades y malograr trayectorias que podrían darnos tantos frutos (y que muchas veces los dan en otros países después de haberlos ignorado aquí). Visto lo visto y escuchado lo escuchado, sería una irresponsabilidad enorme seguir haciendo lo mismo y no estar a la altura de nuestros jóvenes, que siguen trazando la medida de nuestras lagunas.