achucarro zaragoza diciembre 2019 1

El canto del urogallo

Zaragoza. 13/12/19. Auditorio de Zaragoza. XXII Ciclo de grandes solistas Pilar Bayona. Obras de Chopin, Ravel, Falla y Debussy. Joaquín Achúcarro, piano.

La semana antes de su recital en Zaragoza, mientras repasábamos lo que está por venir, Joaquín Achúcarro, decano del piano en nuestro país y una fuerza incombustible de la naturaleza, pianística y extrapianística, apuntaba, entre risas, a un posible "canto del cisne". Acto seguido, a los días, se tocaba, "tan pichi" que se dice en Madrid, un Segundo de Rachmaninov junto a la Orquesta de la RTVE. Una lectura serena en belleza, en formas, en concepto, de esos rachmaninov que abrazan, como ha de ser siempre Rachmaninov, en una obra en la que ya sus primeros diez segundos, con ese arranque a solo, se distinguen a los meros ejecutantes de los verdaderos artistas. Sin duda alguna lo que es Joaquín Achúcarro. Y yo le decía: "¿pero qué canto del cisne? ¡Joaquín, aún vas por el canto del urogallo!"

Bromas aparte ante un genio de la música que tenemos la suerte de estar viviendo, Joaquín Achúcarro lo es todo en el piano. Es un artista entregado a su instrumento, que vive y se desvive por él; por desentrañarlo, por elevarlo y ofrecérnoslo en su mejor versión. Y además en unas formas siempre generosísimas. Porque el Arte, así con mayúscula, no entiende sino de generosidad y compromiso, por delante de todo. Sólo comprendiendo que el arte ha de ser un acto de dar, se alcanza la belleza que Achúcarro logra en el teclado. A sus 87 años, a punto de los 75 de carrera, podría entenderse que alguna verdad inamovible hubiese alcanzado, pero no he visto nunca un músico que se entregue, que se siga entregando tanto en la búsqueda de la verdad. La del piano y la suya propia. Pequeños detalles, nuevas ideas, nuevas formas hacen que sus manos y sus interpretaciones sigan más vivas que nunca. Y ahí sigue, rascando partituras, reescuchándolas en sus propias manos, mil y una veces, para ver si consigue perfeccionar (¡ya ven que cosas!) lo que muchos ya entendemos que es perfecto. En cierta ocasión me decía: "El horizonte de la belleza es cada vez más lejano". Creo que es una bellísima frase que puede resumir muy bien la manera de sentir del bilbaíno.

En la capital aragonesa, en esa línea de derroche tan suya, ofreció un programa maravilloso, tanto en la altura del contendio, como en su cantidad, con tres propinas como broche. En la segunda parte de la noche brilló un magistral Ravel, con el Gaspard de la Nuit. El de Joaquín es uno de los mejores ravel que escucharse puedan, ya lo he comentado alguna vez, en esa línea imaginaria y temporal que une a Long y Cortot con Casadesus, Gieseking, Perlemuter, Moravec, Michelangeli... llegando hoy en día a Achúcarro. Clarividencia y literatura en un prodigio de técnica y colorismo. ¿Se puede pedir más al Gaspard? Pues sí, que además esté tan bien pensado como el suyo, no hay más que escuchar el Scarbo tétrico y sarcástico en sus tiempos. Cristalino, evocador, al servicio de la poética y el drama... ¡Ravel!

Antes, esa joya única y engarzada que son los 24 Preludios de Chopin, al completo. 24 "cosas sublimes", que escribiese George Sand en Mallorca, cuando el compositor los tocaba al piano tras sus paseos por la isla. La de Joaquín es la concepción del todo, un único sentir que une cada pieza de forma tan coherente como interconectada. Encontré esta vez unos primeros preludios más inquietos quizá que en anteriores ocasiones, con una extraordinaria mano derecha al llegar al Largo en mi menor y ese manto triste, melancólico que nos cubre con él. Achúcarro en su esplendor, rellenando el espacio entre nota y nota, dotando de sentido y color a cada silencio que nos hurga por dentro. Exquisito el Andantino en la mayor, coqueto, balanceado, tan parisino. Y maravilla la dupla contrastada entre el Presto del número 12 junto al Lento del 13. Este último, insisto en ello, en manos de Joaquín es pura narrativa, porque no se puede desarrollar mejor un fraseo. No se puede emocionar más con este preludio que como él lo hace. Qué gradación de tiempo y color. Qué magisterio. Una de las cosas más bellas que he escuchado nunca, aquí, en Zaragoza, de nuevo.

El ataque del Sostenuto, la "gota de agua", nos trasladó a otro mundo, directamente. Avanzar reteniendo, en una degustación única de pedal y esas amplias arcadas con unos controladísimos crescendi y unas (numerosas) dinámicas en la partitura de las que no hubo una sola que no fuese acariciada por el pianista. Magia en la unión de los dos Allegreto y, antes, un desbordante, Presto con fuoco, en un manejo envidiable de semicorcheas. La edad es un estado mental, está claro. La forma en que Joaquín se quedó mirando el piano tras su resolución, creo que no la voy a olvidar nunca. 

Foto: Auditorio de Zaragoza.