Britten LesArts PaulCurran

El humor tomado en serio

Valencia. 12/06/2016. Palau de Les Arts. Britten: A Midsummer Night´s Dream. Christopher Lowrey (Oberon), Nadine Sierra (Tytania), Brandon Cedel (Theseus), Iuliia Safonova (Hippolyta), Mark Milhofer (Lysander), Dan Kempson (Demetrius), Nozomi Kato (Hermia) y otros. Dir. escena: Paul Curran. Dir. musical: Roberto Abbado.

En ocasiones la impresión global de un espectáculo se impone, en su redondez, sobre el detalle puntual de cada uno de sus elementos, menos convincentes si son tomados uno por uno. Eso precisamente sucede con este A Midsummer Night´s Dream de Benjamin Britten con el que el Palau de Les Arts cierra su temporada 2015/2016, un curso ciertamente equilibrado y digno con el que Davide Livermore imprime poco a poco su sello en el teatro valenciano. 

Esta ópera del compositor inglés es una obra maestra con algunos momentos de evidente flaqueza, destacando sobre todo la inspiración musical de algunos fragmentos (los orquestales, singularmente, como el maravilloso inicio, aunque también algunas piezas vocales como las sendas arias previstas para Oberon y Titania). La sobresaliente calidad de toda la música se impone por lo general al margen de la desigual fortuna que arroja el libreto, elaborado por el propio Britten y Peter Pears sobre el original de Shakespeare, que es sin duda más atractivo y redondo. Desde un punto de vista dramático, la obra de Britten parece por momentos un curioso híbrido entre Falstaff de Verdi y la Ariadne auf Naxos de Strauss, con esa fascinación casi kitsch por la antigua Grecia y con ese humor al mismo tiempo grotesco y fino, tan típicamente inglés. Sea como fuere, la obra es de una indudable valía y aunque no sea Britten un compositor demasiado popular en nuestros lares, estas funciones de Les Arts bien merecen recomendarse.

La dirección escénica de Paul Curran es indudablemente british, con resonancias de ese humor negro y pícaro tan característico que asociamos a los Monty Python o al propio Benny Hill. Ese humor cáustico, por momentos simplón y un tanto burdo, tiene sin embargo su público y también su lugar en el marco de una representación como ésta, que en todo caso parece tomarse muy en serio lo que se trae entre manos, no dejando que los momentos más propensos a la risa fácil empañen la sensación general de un espectáculo equilibrado, nunca memorable, pero que permite seguir la obra con coherencia. El trabajo de Curran es sobre todo afortunado en la dirección de actores, sacando gran partido a una escenografía escueta pero suficiente, que brinda protagonismo a la acción y a los personajes.

Nadine Sierra es sin duda la solista más sobresaliente de esta ópera coral, en la que a decir verdad sus medios no lucen todo lo que podrían. Es a todas luces un lujo contar con ella en estas representaciones. A su lado, el contratenor Christopher Lowrey se impone antes por el dominio del estilo que por la dotación de sus medios, algo cortos aunque manejados con indudable compostura. Por lo demás, el extenso reparto funciona con soltura. Tanto Chris Agius Darmanin en la parte de Puck como el grupo de artesanos -singularmente Conal Coad, pero también Richard Burkhard, Keith Jameson, Tyler Simpson, William Ferguson y Michael Borth- son sin duda dos de los cimientos de la representación, que encuentran en su fresco desempeño escénico el mayor empuje teatral de la velada, a decir verdad un tanto aterida en su expresividad desde el foso. 

Y es que la dirección de Roberto Abbado subraya más un perfil sinfónico que dramático en torno a esta partitura. Esto depara brillantes lecturas del relieve orquestal de la partitura, pero faltan a menudo una frescura y una teatralidad más desenvueltas. La de Roberto Abbado es pues una versión meditada, casi contemplativa y distante en exceso, que se sostiene en última instancia por el sobresaliente desempeño de la Orquesta de la Comunidad Valenciana, que se sigue imponiendo hoy en día como la mejor formación del país. Del hacer de Abbado sobresalen en todo caso la seguridad y control que trasluce su lectura, por más que ésta no termine de conectar con el discurso escénico de Curran.