corelli di stefano callas

(Re)descubrir a Giuseppe di Stefano y Franco Corelli a través de sus discos

LEE EL ARTÍCULO COMPLETO EN NUESTRA EDICIÓN IMPRESA JULIO-SEPTIEMBRE 2021
HAZTE CON ELLA AQUÍ

Hace un siglo nacieron Franco Corelli y Giuseppe di Stefano. En mi infancia, cuando los que hubieran cumplido 100 años eran Aureliano Pertile o Tito Schipa, estos eran ya personajes cubiertos por la bruma del tiempo y las rudimentarias técnicas de grabación de su época. Por ello los registros de óperas completas de estos tenores de leyenda son muy escasos. En cambio, Corelli y di Stefano vivieron la edad de oro de la ópera grabada y sus registros se convirtieron en referencias absolutas con las que se formó la sensibilidad y la concepción que hoy tenemos de las principales obras del repertorio italiano, desde Norma hasta Turandot, pasando por L’elisir d’amore y La traviata. Escribieron la historia del boom discográfico posterior a la Segunda Guerra Mundial y, aunque los que no los pudimos ver en directo, podemos preguntarnos cómo sonaban esas voces portentosas en el teatro, tenemos testimonios muy elocuentes del sonido de sus voces, sus virtudes y sus defectos.

Sus grabaciones muestran dos caracterizaciones contrapuestas. La voz de Di Stefano, clara y resplandeciente, la de Corelli oscura y musculosa. Los agudos del primero nos hacen sufrir (aunque no en sus primeras grabaciones), los del segundo son seguros y esplendorosos. La dicción de Di Stefano es franca y nítida, la de Corelli está siempre muy cubierta y redondeada. Y hay sobre todo una extraña contradicción que hace la comparación fascinante: mientras Di Stefano tenía la voz ideal del tenor lírico belcantista, su sensibilidad y su técnica lo arrastraban a la exageración verista. Era en cambio Corelli, con su voz ancha en el centro, ideal para los héroes veristas, quien tenía la técnica para afrontar el virtuosismo de los grandes autores del bel canto.

El hecho de que nacieran el mismo año no significa, sin embargo, que su popularidad se desarrollara en paralelo. Las primeras arias grabadas por Di Stefano se remontan al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1944, cuando el sueño imperial de la Italia fascista se había convertido ya en una pesadilla. En estas grabaciones, anteriores al debut de Corelli, encontramos el testimonio de un tenor de otra galaxia, de voz bellísima sin forzaturas, dicción clara y elocuente, brillantes agudos, fraseo emocionante y pianísimos estupefacientes. En esta época la ópera francesa (cantada en italiano) era una de las bases de su repertorio, como atestiguan la interpretación a piano, erizante, del aria de Los pescadores de perlas, el Pourquoi me reveiller (en un francés dudoso) de Werther o el aria de Manon, obra con la que debutó en Reggio Emilia, en 1946. Una voz puramente lírica, incluso con matices de tenore di grazia, aérea y maleable, que le catapultó desde el primer momento. Son de este período un par de grabaciones disponibles que demuestran que incluso el Almaviva de Rossini era uno de sus caballos de batalla. 

Una de ellas, en la Ciudad de Méjico en 1949, nos lo muestra junto a Giulietta Simionato y Cesare Siepi entre otros. En la otra, del Met en 1950, Giuseppe Valdengo interpreta el papel de Figaro. Ninguna de las dos es un prodigio de estilismo rossiniano, y contienen “gigionate” inaceptables, pero muestran una voz esplendorosa y un agudo fácil. Fue así como, mientras Corelli debutaba en Spoleto con Carmen en 1951, Di Stefano ya grababa en gran estado de forma el Requiem de Verdi con, ni más ni menos, Arturo Toscanini y Cesare Siepi, y nos dejaba esa inolvidable Salut, demeure del Faust de Gounod con un inverosímil filado en el do agudo.

1953 fue el clímax y el principio del fin para Di Stefano. Aún en buen estado de forma, inició su andadura con la que sería siempre asociada a su nombre: Maria Callas. De ese año son la versión completa de I puritani con la “divina”, y la legendaria Tosca dirigida por Victor de Sabata, con Callas y Gobbi. Aunque en la primera presenta tendencias veristas contrarias a la partitura, ofrece momentos antológicos y resuelve el infernal registro agudo de su papel. La segunda es probablemente la mejor interpretación de Di Stefano en una ópera completa, con expresivos filados en E lucevan le stelle y O dolci mani, y una voz de intacta belleza. 

Sin embargo, también en ese año Di Stefano empieza a afrontar el repertorio que, junto a su carácter y ciertas lagunas técnicas, arruinó su voz:...

LEE EL ARTÍCULO COMPLETO EN NUESTRA EDICIÓN IMPRESA JULIO-SEPTIEMBRE 2021
HAZTE CON ELLA AQUÍ