contrabandista camarena

De contrabando

A pesar de contar con el reconocimiento y admiración de artistas y gestores, a Manuel García, siendo la importantísima figura histórica y artística que es, en nuestro país siempre le servimos un poco como de contrabando. De estraperlo. Hace unos días la soprano Marina Monzó nos ofrecía un recital sobre su figura en el Teatro de la Zarzuela, sin duda propiciado por la dedicación que desde hace años le brinda el pianista Rubén Fernández Aguirre, a su lado, y quien ha venido recuperando, con cuentagotas debido al escaso interés de programadores más allá de la Zarzuela y la Fundación Juan March, el teatro musical de cámara del compositor. La Orquesta Ciudad de Granada llegó a grabar algunas de sus obras en un disco y semanas atrás recordaba en casa de la grandísima Teresa Berganza su disco de caprichos. Una delicia “un poco envenenada” en palabras de la propia cantante, para quien García jugaba siempre con la doble intención en las repeticiones.

La complicación, además, va más allá, al ser García un maestro de canto y cantante al mismo tiempo, dejando un tanto ad libitum las repeticiones e improvisaciones que él mismo interpretaba. Así me lo contaba también Javier Camarena, quien nos brinda ahora la oportunidad de conocer más la figura del músico, en un lanzamiento auspiciado y producido por Cecilia Bartoli. Camarena no es que necesite padrinos a estas alturas de su carrera, como tampoco los necesitaba la propia Bartoli cuando era Pavarotti quien la apoyaba cantando algunos duetos con ella (L’Amico Fritz, La traviata, L’Elisir d’amore…); pero el manto de la romana, que siempre se interesó por García (exquisito su disco María dedicado a la Malibrán) propicia que un disco que brilla por lo que contiene, también lo haga por el continente. Las cosas bien hechas. No hay más que verlo en las ediciones operísticas de Palazetto Bru Zane, el último de Joaquín Achúcarro en La Dolce Volta o, como siempre, Opera Rara, ahora con la Semiramide de Rossini. Así, sí. La edición de Contrabandista en DECCA es casi intachable, al sumergirnos no sólo en la música, sino también en la historia que la acompaña, con unos acabados de primer orden. Sólo una pega: no llego a entender cómo no se incluyen textos en español teniendo en cuenta el origen de García y el de Camarena. Si es por ventas, entendería que viniese en chino o en coreano antes que en castellano, pero este al menos debería ir antes que el francés en este caso.

El disco, que cuenta con la impecable labor de Les Musiciens du Prince-Monaco (otra genialidad de Bartoli) y dirección de un vivo y vibrante Gianluca Capuano, incluye tres primeras grabaciones mundiales. Arranca con una página agitada, una suerte de tormenta a medio camino entre Rossini y Donizetti donde tiene lugar el soliloquio de Hernando en El gitano por amor. Una escritura lírica que no renuncia a las agilidades (in crescendo hacia la resolución) para el lucimiento virtuosístico del autor y que el mexicano resuelve con toda facilidad, en un timbre homogéneo, terso, y contando con el remate de unos agudos fulgurantes.

Mucho más recogida e íntima Vous dont l’image toujours chère de La Mort du Tasse, con ese ensoñador sólo de arpa o el acompañamiento de esta y el corno. Un García que suena plenamente a García y donde escuchamos filados y pianísimos de Camarena que son maravilla. Lo que realiza a partir de et trop souvent hasta el final de la escena, repeticiones incluidas, le arroba los oídos a cualquiera. También en francés y de un corte similar, en una escritura ya madura, podemos escuchar Ô Ciel! De ma juste furie comment réprimer le transport? de la ópera Florestan.

Camarena no renuncia a la faceta de cantante de García e incluye por ello, junto al más desconocido Zingarelli (con estratosféricos agudos), cuatro números rossinianos, dada la conexión de aquel con el de Pésaro. Rossini es uno de los platos fuertes del tenor mexicano y así nos lo hace saber una vez más. Sin renunciar a su personal visión, su dominio es absoluto en páginas de La Cenerentola, Il Barbiere di Siviglia (que estrenó García), Armida o Ricciardo e Zoraide, estas dos últimas junto a la Bartoli, donde es un placer escucharles unidos en el decir y en el hacer. Incontestable Camarena. Incontestable Bartoli.

Contiene además el disco dos números de la que seguramente sea la partitura más conocida de García: la ópera monólogo en un acto El poeta calculista. El primero, del que toma nombre el disco: Yo que soy contrabandista, han dado parte significativos artistas, incluyendo la propia Bartoli, y es imposible no dejarse llevar por ese “trotecillo” con el que el compositor impregna a la página; pero no acaba aquí la cosa. Divertidísima y muy teatral la menos conocida Formaré mi plan con cuidado, donde el poeta va describiendo los personajes que introducirá en su ópera con una potente narración en la que Camarena se desenvuelve a las mil maravillas. García encuentra aquí, de nuevo, similitudes con Rossini en la utilización de recursos y plasma en su música todo el carisma de un músico y la comicidad de una ópera que bien valdría su recuperación. Un marqués loco que vocea, un tartamudo y unas señoras, llorosa la una, alegre la otra, o el caballero que tira del faldón a la muchacha. La vis cómica de Camarena se despliega fina, elegante y efectiva, en sintonía con su canto. ¡Qué alguien le ponga un teatro a este hombre! ¡Necesitamos escuchársela en vivo y al completo!

Recupera aquí nuestra entrevista con Javier Camarena acerca de la figura de Manuel García