Michael Fabiano CD Pentatone 

La ambivalencia del empuje 

Michael Fabiano. Obras de Verdi y Donizetti. Enrique Mazzola. London Philharmonic Orchesra. Pentatone

Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché a Michael Fabiano. Fue en Bilbao, en 2011, en unas funciones de Lucia di Lammermoor a las que casi todo el público acudía siguiendo el reclamo de su protagonista, la soprano alemana Diana Damrau. Y sin embargo, todos salimos de allí diciendo “¿Quién demonios es este chico?", en referencia a Fabiano, quien cantó un Edgardo extraordinario, con un arrojo y una autenticidad de esos que pocas veces se encuentran. Michael Fabiano tenía entonces apenas 27 años y su carrera empezaba a despuntar. Ocho años después la realidad es que su nombre se encuentra entre los más solicitados de su cuerda, con una presencia regular en los principales escenarios internacionales, desde Berlín a Nueva York pasando por Londres o París. 

Y ciertamente, hay razones para ello. Su voz es amplia, sonora y bien timbrada. Y sobre todo es un buen actor, comunica de manera muy atinada con un fraseo siempre intencionado y de gran lirismo, resultando así un solista convincente en escena. Le escuché por última vez hace unos días en Berlín, como Duque de Mantua en el nuevo Rigoletto de la Staatsoper. Y ya allí advertí lo que este debut discográfico confirma, con un tercio agudo donde empiezan a aparecer visibles problemas. Pero no adelantemos acontecimientos. En primer lugar es justo poner en valor la idea del CD como tal, poniendo en relación la relación de Donizetti (Poliuto, Lucia di Lammermoor, Maria di Rohan) con el Verdi más temprano (Ernani, I due Foscari, Oberto, Il Corsaro), incluso con algunas de sus piezas posteriores como Luisa Miller, Rigoletto, Un ballo in maschera o La forza del destino, donde esa herencia todavía pervive. Hay un hilo conductor evidente que es además un buen pretexto para que este debut discográfico sea algo más que el típico primer CD con la consabida retahila de arias para tenor, grabadas ad nauseam una y otra vez.

Seguramente el CD es también una buena foto fija de la evolución de su repertorio hasta la fecha, precisamente ahora que ha anunciado que retira de su agenda el Duque de Mantua. En los próximos días, en julio, le escucharemos en el Teatro Real, como Carlo VII en la Giovanna d´Arco de Verdi. Su temporada 19/20 incluye papeles como Des Grieux (Manon) en Nueva York, Don Carlo y Les contes d´Hoffmann en la Ópera de París, Don José (Carmen) en la Staatsoper de Berlín, etc. Cuando entrevisté a Fabiano hace ahora ya tres años -precisamente en Madrid, en julio de 2016, cuando formaba parte del elenco de I due Foscari- éste tenía ya muy clara la evolución de su repertorio, encaminado a cantar partes como Cavaradossi, entre otros papeles.

El norteamericano es un cantante ambicioso. Sabe que posee unos medios con posibilidades y ha planteado su carrera con un indudable empuje. Pero quizá ese empuje empiece a pasarle factura si no ajusta algunos resortes técnicos. Tengo la impresión de que no hablamos de algo irreversible, ni mucho menos; más bien una situacion transitoria, quizá fruto de la evolución de su instrumento. Esto es algo habitual: la voz avanza y la técnica debe acompasarse. El propio Fabiano lo sabe bien, como él mismo me apuntó en aquella entrevista de 2016.

Digo todo esto porque es un poco incómodo escuchar cómo Fabiano resuelve el tercio agudo de su voz en este CD que nos ocupa. Claramente convence por su fraseo henchido y gallardo, verdaderamente romántico e incisivo, cuajado de inflexiones de un lirismo muy evocador. Pero ciertamente a un tenor, en última instancia, se le termina de medir por su agudo. Y en este CD Fabiano exhibe una afinación no siempre precisa, a menudo fruto de una emisión apretada, como si la voz no terminase de girar en el paso, llegando al tercio agudo por puro empuje. El resultado son una decena de sonidos verdaderamente apurados y sucios, al lado de otros bien resueltos -los menos, debo decir-. Se escucha cansado a Fabiano en el disco y tampoco el trabajo de edición ayuda, con notas claramente retocadas, como en el final de la romanza de Un ballo in maschera.

No estoy aquí para dar consejos a nadie, pero creo que Fabiano lo tiene todo para hacer una gran carrera, a excepción de un inconveniente: las prisas. Y curiosamente no es un cantante alocado, como hemos visto tantos en su cuerda. Creo que conoce bien, incluso muy bien, lo que se trae entre manos. Y sinceramente aprecio su trayectoria hasta la fecha. Pero si uno escucha grabaciones de Fabiano en Youtube (sus participaciones en las galas Richard Tucker, sin ir más lejos) es evidente que el agudo se ha ido apretando cada vez más, perdiendo facilidad y brillo. No es que no tenga esas notas; es que ha ido perdiendo el resorte para resolverlas con limpieza y facilidad. Si ajusta eso, tiene por delante una década imponente, con todos los grandes papeles de su cuerda por debutar o por ahondar (puede ser un Don José espléndido, como ya mostró en Aix-en-Provence). El empuje es ambivalente: puede ser una virtud o un obstáculo. Y la carrera de Fabiano está en el punto justo en el que la balanza puede equilibrarse hacia un lado o hacia el otro.

Es de justicia destacar, en este CD, el detallado trabajo de Enrique Mazzola al frente de la London Philharmonic Orchesra, buscando subrayar verdaderamente la ligazón entre ambos compositores, Verdi y Donizetti, especialmente su modo de trabajar con la orquestación y los acompañamientos instrumentales a la voz.