collage discos decada sinfonico 

Los mejores discos de la última década: Sinfónico

Consulta este mismo artículo en nuestra última edición impresa

 

Comienzo de siglo, transición entre dos épocas, relevo generacional… en suma, tiempo de cambios, de novedades que conviven con herencias, tradiciones que se entremezclan con nuevas visiones y enfoques inéditos. Y cada vez más tomas en vivo, convenientemente editadas para presentarse en CD, en ocasiones superando su sonido a los resultados que se pudieran esperar de una grabación al uso en condiciones de estudio.

Los adioses

La década que va de 2010 a 2020 ha conocido la desaparición de algunos maestros absolutamente fundamentales para situar y valorar el desarrollo de la música sinfónica y su interpretación durante el último medio siglo. Colin Davis nos dejó en 2013. Un año después falleció el grandísimo Claudio Abbado. El sin par Nikolaus Harnoncourt hizo lo propio en 2016. Jiri Belohlavek le seguiría al año siguiente. Y finalmente Mariss Jansons nos abandonó prematuramente a finales de 2019. Un enorme vacío, casi una sensación de desamparo se instala al valorar el hueco que han dejado todos ellos. Pero por fortuna siempre nos quedarán sus discos.

Un halo mítico acompañó a Claudio Abbado durante sus últimos años en activo, con una salud cada vez más mermada y con una sensibilidad interpretativa que rozaba lo trascendente a cada compás. Se ha elogiado ampliamente su mítica Novena de Mahler desde Lucerna, pero quizá no se ha puesto en valor lo suficiente otra Novena, la de Bruckner, interpretada con la misma orquesta, en 2013 y editada por Deutsche Grammophone. El maestro milanés traspasa aquí lo terrenal, parece tocar la espiritualidad con la yema de sus dedos. Sufrimiento, desgarro, anhelo. Un Bruckner de marcadas resonancias parsifalianas, verdaderamente redentor y mágico. 

De Abbado es forzoso mencionar también su último concierto con la Filarmónica de Berlín, en mayo de 2013, con El sueño de una noche de verano de Mendelssohn y la Sinfonía fantástica de Berlioz, en un compacto editado por la propia orquesta en su sello discográfico. Al margen del bellísimo sonido, se trata de un registro de extraordinario valor sentimental, de una expresividad a flor de piel.

De Nikolaus Harnoncourt nos han quedado dos postreros testimonios que contribuyen a engrandecer aun más si cabe su legado. Por un lado las últimas sinfonías de Mozart (39, 40, 41), en una memorable recreación al frente de su Concentus Musicus Wien, para Sony. Concebidas las tres como formando un “oratorio instrumental”, la sabiduría y el poso que emanan de estas lecturas no tiene parangón. En línea con esto, es inevitable mencionar su incomparable versión de la Misa Solemnis de Beethoven, procedente de uno de sus últimos conciertos, en Salzburgo, poco antes de fallecer. La espiritualidad toma aquí cuerpo con una proximidad que asombra.

Editado en 2015, el cofre con la integral de las sinfonías de Schubert a cargo de la Filarmónica de Berlín y Nikolaus Harnonocurt se yergue hoy como un verdadero monumento. Editado por la propia orquesta, recoge interpretaciones que tuvieron lugar entre 2003 y 2006, con un enfoque absolutamente único y singular: admirable coloración, fascinante transparencia, vivísima articulación. Un Schubert genial, compañía ideal para una isla desierta, con los Berliner en estado de gracia.

En el caso de Colin Davis, de entre los testimonios discográficos de sus últimos años en activo con la London Symphony, merece la pena atender a un CD -en el sello de la propia orquesta- con varias de las primeras sinfonías que Haydn compuso en Londres, en concreto las núms. 92, 93, 97, 98 y 99. Davis fue un consumado haydniano a lo largo de toda su trayectoria. Estas versiones, tomadas de conciertos en vivo entre 2010 y 2011, atesoran belleza y sabiduría, desde un enfoque contemplativo que engrandece la trascendencia de estas partituras. El sonido es realmente hermoso y se escucha incluso a Sir Colin murmurando con las cuerdas de la London Symphony en varios pasajes. Un Haydn de rara serenidad y extraordinaria afinidad.

El desaparecido Jiri Belohlavek no cejó nunca en su empeño a la hora de poner en valor el patrimonio musical checo. De ahí sus numerosas grabaciones con obras de autores como Josef Suk, Bedrich Smetana o Karel Boleslav Jirák, amén del gran Antonín Dvorak, cuya integral sinfónica con la Filarmónica Checa (2014) es sin duda la mejor que hemos conocido desde la histórica aproximación de Kubelik. Figura inspiradora para todos los maestros checos que han venido detrás de él, Belohlavek completó en 2012 la integral sinfónica de Bohuslav Martinu al frente de la BBC Symphony Orchestra, para el sello Onix. Se trata de un compendio imbatible, de asombrosa familiaridad con el lenguaje de Martinu; un complemento perfecto al ciclo que Neeme Järvi y la Sinfónica de Bamberg grabasen años atrás para el sello BIS.

La mermada salud de Mariss Jansons, con un corazón maltrecho, no fue óbice para que el ya legendario maestro letón prosiguiera con su incesante actividad. Durante la última década siguió ligado la Sinfónica de la Radio de Baviera como su director titular, tras su nombramiento allí en 2003. El sello de la propia orquesta ha editado numerosos directos de gran interés por su fuerza expresiva y su riquísimo sonido. Es el caso de una extraordinaria Quinta de Mahler de 2016 o una Décima de Shostakovich de 2010. Pero sobre todo hay que destacar una Octava de Bruckner difícil de igualar, registrada en vivo en 2017. La serenidad que traspasa el Adagio evoca lo inefable. 

La Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam también ha ido editando numerosas grabaciones en su propio sello, entre ellas algunas veladas de memorable recuerdo con Mariss Jansons al frente. Quien fuera su director titular entre 2004 y 2015 tuvo siempre la Segunda de Mahler como una de sus partituras de cabecera. De 2010 data una lectura hermosísima y casi celestial, de un misticismo cercano y cierto, de una humanidad casi insoportable, con las voces de Ricarda Merbeth y Bernarda Fink. Una muestra palpable del gran director que se nos ha ido.

La herencia del historicismo

La vigencia del historicismo es hoy en día ya un hecho indiscutible y apenas cuestionado. Tan solo los más papistas se resisten hoy al interés de contar con recreaciones históricamente informadas, que nos aproximen cada vez más al contexto original en el que las obras fueron concebidas y ejecutadas por vez primera. En este sentido, tras la generación dorada de Harnoncourt y compañía, una nutrida legión de músicos ha empuñado la batuta, a menudo entregándose a rescatar partituras olvidadas del repertorio barroco. 

Pero pocos son los que se han atrevido a decir algo verdaderamente notable y relevante en torno a los grandes, de Haydn a Beethoven pasando por Mozart. Sí es el caso, sin duda, del flautista y director Giovanni Antonini al frente de su grupo Il Giardino Armonico, con quienes ha emprendido un ambicioso proyecto en torno a la obra de Haydn, con la mirada puesta en grabar todas sus sinfonías de aquí a 2023, cuando se conmemore el 300 aniversario del compositor austriaco. Editados por el sello Alpha, cualquiera de los volúmenes comercializados hasta la fecha se sitúa por méritos propios entre las mejores aproximaciones a la obra de Haydn que conozcamos. En el caso de Antonini tampoco se queda atrás su valiente enfoque en torno al corpus sinfónico de Beethoven, al frente de la Kammerorchester Basel, en Sony. Ritmo, transparencia, virtuosismo, en suma, un romanticismo de renovador aliento.

En torno a Haydn también merece atención un CD publicado por DECCA con Ottavio Dantone al frente de su Accademia Bizantina, con cuatro sinfonías previas a las de París, las números 78, 79, 80 y 81. Sin ruido, sin ademanes, sin excentricidades, con una pureza que asombra, con una franqueza que congratula, el maestro italiano brinda un Haydn historicista que suena eterno, verdaderamente atemporal. Hay una libertad y una fe sobresalientes en estas lecturas, que contribuyen a elevar el legado del compositor austríaco ante la mirada de cualquier escéptico.

La figura como director de René Jacobs suscita desiguales afectos, pero no hay duda de su consumada sapiencia en relación a dos o tres autores, entre ellos Mozart, a los que de algún modo a consagrado su vida como director. Allá por 2010, con Harmonia Mundi, se embarcó en la interpretación de varias de las últimas sinfonías del genio salzburgués, al frente de la Freiburger Barockorchester. El CD que mejor recoge su espléndido trabajo presenta juntas la 39 y la 40. Jacobs busca un sonido liviano pero de articulación electrizante, con un detallado juego de dinámicas y un fraseo virtuoso.

Nuevas voces, nuevos tiempos

La última década ha venido marcada asimismo por la irrupción de nuevas formas, estilos y personalidades en el podio de las principales orquestas. Sin duda el cambio más esperado y seguramente más revolucionario es el que ha puesto al ruso Kirill Petrenko al frente de la Filarmónica de Berlín tras unos años memorables en la Bayerische Staatsoper de Múnich. De la intensidad de sus primeros conciertos con los Berliner, aun cuando todavía no había tomado posesión del cargo, ejerciendo como director titular designado, da buena cuenta la Patética de Chaikovski editada en 2017, de una intensidad fuera de lo común. Petrenko ilumina allí donde prácticamente nadie antes había reparado. Asume riesgos casi vertiginosos, aunque siempre con un fundamento revelador. Una Patética ineluctable y promisoria, comercializada bajo el sello de la propia orquesta. 

Compartir apellido con el nuevo titular de los Berliner quizá haya jugado en contra de la visibilidad de otro excepcional maestro ruso, Vasily Petrenko, quien viene atesorando una sólida discografía, con versiones indiscutibles de algunos autores con los que muestra una familiaridad inusitada. Es el caso de la integral sinfónica de Shostakovich que registró con la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra, entre 2008 y 2013, en Naxos. Probablemente el mejor Shostakovich que se ha grabado en mucho tiempo. Intenso hasta sonar descarnado, de una consistencia difícil de igualar. Con la misma orquesta el maestro ruso registró en 2012 una versión urgente y emotiva de la Segunda sinfonía de Rachmaninov, digna de mención. Desde 2013 Vasily Petrenko ha sido también el director titular de la Filarmónica de Oslo, con quienes ha grabado la mejor integral disponible hoy en día de las sinfonías del genial Alexander Scriabin, en el sello LAWO.

El maestro letón Andris Nelsons es una de las batutas mas reveladoras de la última década, con su doble titularidad al frente de la Boston Symphony y la Gewandhausorchester de Leipzig, dos orquestas señeras y con solera. A estas alturas de la historia del disco es verdaderamente difícil decir algo interesante en torno a los grandes clásicos. Pero Nelsons y Boston lo han conseguido con la que quizá sea la mejor integral de las sinfonías de Brahms en mucho tiempo. Destila tanta entrega, tanto entusiasmo, tanta belleza… Un sonido cálido y diáfano, en línea con los mejores registros de la Boston Symphony. Hacía tiempo que no escuchábamos un Brahms fraseado con tanta franqueza, bellísimo y genuino. La calidad técnica de la toma, en el sello de la propia orquesta norteamericana, es verdaderamente elogiable. 

Al margen de esto, lo cierto es que Andris Nelsons está embarcado en dos proyectos sumamente ambiciosos con Deutsche Grammophon, precisamente con sus dos orquestas de cabecera. Con Leipzig se ha propuesto grabar la integral sinfónica de Bruckner, de la que ya ha publicado varias entregas. De todas ellas quizá la Séptima sea la más lograda, por la sinceridad con la que Nelsons se acerca a desentrañar la partitura, sin ataduras y sin un fingido anhelo. Un Bruckner de inmediata fascinación, con ese sonido tan reconocible de la Gewandhausorchester, con ese color tan espléndido en cuerdas y metales. De la integral dedicada a Shostakovich con la Boston Symphony quizá Quinta, Séptima y Décima sean las más convincentes, dentro de un ciclo que sin duda quedará también como un hito discográfico importante.

Teodor Currentzis es uno de los músicos más singulares que ha conocido la clásica en mucho tiempo. Su estética, a medio camino entre un místico y un adolescente rebelde, ha traído un giro originalísimo y un tanto excéntrico alrededor de algunos modos un tanto apolillados en la industria de la clásica. Al final se trata de que todo cambie para permanecer igual; unas modas suceden a otras. Pero nadie podrá decir que Currentzis le deja indiferente. De las varias sinfonías que ha llevado al disco en estos años, sin duda hay un trabajo llamado a permanecer durante mucho tiempo en nuestros estantes. Me refiero a la Sexta de Mahler que presentó en 2018 en Sony con su orquesta MusicAeterna. Un disco verdaderamente único, afortunado, irrepetible, de una sorprendente afinidad con el pathos mahleriano, desnudo aquí hasta el tuétano. 

Ligado al sello francés de Harmonia Mundi, la actividad discográfica del maestro granadino Pablo Heras-Casado ha sido muy intensa durante la última década. Ha completado así su integral en torno a la obra sinfónica de Mendelssohn, un trabajo admirable y digno de mención, recurriendo al sonido de la Freiburger Barockorchester, marcado por criterios historicistas pero flexible, sin las ataduras del academicismo. De todos los discos publicados, igualmente afortunados, merece subrayarse el resultado que alcanza la quinta, la conocida como “sinfonía de la Reforma”, en un compacto que se cierra con el Concierto para violín, a manos de una inspirada Isabelle Faust.

Heras-Casado también completó en 2019 uno de sus mejores trabajos, con un CD consagrado a Falla al frente de la Mahler Chamber Orchestra, con El sombrero de tres picos y El amor brujo. Desde todo punto de vista, tanto emocional como técnico y expresivo, se trata de un disco referencial, un hito en la discografía de Falla. El color, el alma, el embrujo. Pocas veces la música del compositor español había sonado de una manera tan auténtica e irrefrenable.

Por fortuna son cada vez más las mujeres que conquistan posiciones relevantes en los podios, al frente de algunas de las orquestas más sobresalientes del panorama actual. Es el caso, por ejemplo, de la lituana Mirga Gražinytė-Tyla, titular de la Birmingham Symphony Orchestra desde 2016. Con esta orquesta y junto a la Kremerata Baltica de Gidon Kremer, en Deutsche Grammophon, esta joven maestra publicó un disco realmente importante en 2019, con las sinfonías nos. 2 y 21 del polaco Mieczyslaw Weinberg. Una grabación necesaria que pone en valor el emotivo cromatismo de la obra sinfónica de un compositor injustamente postergado durante las últimas décadas y cuyo testimonio musical cobra cada vez más actualidad.

Los referentes

Apenas retirado recientemente de su actividad en los escenarios, con una impresionante e impecable trayectoria a sus espaldas, el maestro holandés Bernard Haitink ha brindado interpretaciones memorables durante los últimos años, al frente de las mejores orquestas del mundo. Es el caso de esta Sexta de Bruckner con la Orquesta de la Radio de Baviera, en 2017, rozando lo sublime. Grandiosa sin dejar de ser íntima, de una humanidad profunda y lacerante. La BRSO recrea la partitura con un sonido de infrecuente luminosidad, yendo mucho más allá del brillo superficial y epatante que tantas veces encontramos en algunas orquestas al enfrentarse a Bruckner. Una interpretación admirable, mayúscula, editada bajo el sello de la propia orquesta. 

El reflejo discográfico de la incansable actividad concertística de Daniel Barenboim se ha ido dosificando con el paso de los años. De hecho, a lo largo de la década que nos ocupa se cuentan con los dedos de una mano los álbumes publicados contando con él a la batuta. Pero prácticamente todos ellos constituyen una referencia. Es el caso de su Elgar con la Staatskapelle de Berlín, para DECCA. Especialmente la Segunda sinfonía, pero también la Primera, se beneficia aquí de una refinada nobleza, como un caldo envejecido en las mejores barricas. Magistral el trabajo de Barenboim, diseccionándoles con admirable coherencia esta música. En la misma línea, y con la misma orquesta, es obligado loar la integral con las cuatro sinfonías de Brahms publicada en 2018 por Deutsche Grammophon, a partir de grabaciones en vivo del año anterior. Es una lectura clásica pero ambiciosa, de inacabables matices e infinitas capas, de un fraseo irresistible y con una orquesta que pareciera creada para dar voz a estas partituras.

El berlinés Christian Thielemann es sin duda el gran Kapellmeister de nuestros días, un hombre que ha construido su trayectoria a imagen y semejanza de los grandes de antaño, de Karl Böhm a  Herbert von Karajan, de quien fuera asistente en los inicios de su carrera como director. Al frente de la que es su orquesta desde 2012, la Staatskapelle de Dresde, nos presenta en Sony (2019) un Schumann suntuoso y elegante, casi apolíneo, de fascinación inmediata e irresistible. Quizá un tanto old style, pero ese es precisamente su encanto y su valor, con Thielemann haciendo las veces de defensor de viejas esencias.

Durante sus últimos años como maestro titular al frente de la Gewandhausorchester de Leipzig, el italiano Riccardo Chailly grabó uno de sus trabajos más aclamados, de manera unánime. Se trata de la integral sinfónica de Beethoven que vio la luz en 2011, en DECCA, con atinada elección de tiempos y dinámicas, situándose al margen del ficticio dilema entre historicismo y tradición, entre lo nuevo y lo antiguo, ubicando su lectura muy cerca del alma -y del metrónomo- del genio de Bonn. Hay una vitalidad genuina, un pulso veraz; lo heroico y lo dramático se alternan con naturalidad. Un Beethoven revelador. La virtuosa precisión, la entrega denodada y el color arrebatador de la Gewandhausorchester sitúan esta integral en el podio, sin lugar a dudas; y nos hace añorar a un Chailly inspiradísimo, muy superior al de estos últimos años en la Scala.

Lo más valioso del paso de Simon Rattle por el podio de la Filarmónica de Berlín tiene que ver, seguramente, con la apertura de horizontes que trajo consigo para la institución, tanto en lo referente a su lado social y pedagógico, prolongando ahí los esfuerzos de Abbado, como en lo tocante al compromiso de la orquesta con el repertorio del siglo XX. En este sentido, se antoja emblemático un CD editado en 2018 por Deutsche Grammophon, junto al pianista Krystian Zimerman, que recoge la segunda sinfonía de Leonard Bernstein, apodada “The Age of Anxiety”, compuesta sobre un poema de W. H. Auden. La dirección de Rattle, de planificación meticulosa y expresión salvaje, se antoja verdaderamente visionaria, tendiendo puentes con la escritura posterior de autores como Lutoslawski, como aspirando a narrar de algún modo la evolución del sinfonismo durante el siglo XX, en un juego de ecos que siempre encuentran su respuesta. De Lutoslawski, precisamente, se editó también en 2013 una fabulosa versión de su Segunda sinfonía, con Rattle y los Berliner. 

La discografía de Valery Gergiev es abundante en estos últimos años, habiendo compaginado su liderazgo en el Mariinsky con su titularidad al frente de la London Symphony y de la Filarmónica de Múnich. Pero quien mucho abarca poco aprieta, y apenas su ciclo sinfónico de Prokofiev, en especial la Quinta, alcanza cotas de interés dignas de mención. Es una lástima que su Scriabin no llegue a seducir como debiera. En todo caso, la Quinta de Prokofiev editada en 2014 con la Orquesta del Mariinsky posee esa peculiar desenvoltura con el repertorio ruso que ha hecho grande a Gergiev, capaz de alternar con asombrosa naturalidad los pasajes más electrizantes con páginas de un lirismo evocador. Un Prokofiev de inquietante belleza, como bien muestra el nostálgico Adagio. El CD se completa con el Concierto para piano no. 3 de Prokofiev en manos de un admirable Denis Matsuev.

De entre la amplia panoplia de directores que se han consagrado estos últimos años a preservar en disco la integral sinfónica de Sibelius, sin duda el trabajo de Osmo Vanksa es el único que se sitúa en un lugar distinguido, por la extraordinaria elocuencia de su enfoque con la Minnesota Orchestra, de la que fue titular durante década y media. Vanska no se pierde entre convencionalismos, no busca otra cosa que extraer una expresión sincera y directa de una música que palpita hoy con inusitada actualidad. Además de su expresividad, entre lo vibrante y lo sublime, fascina en Vanska la fantasía de su fraseo y la minuciosa atención a la cuidada orquestación del compositor finlandés. Una nueva muestra, por cierto, del gran trabajo del sello BIS en los estudios de grabación, con un sonido de nitidez apabullante. El CD con Segunda y Quinta se alza como uno de los mejores de toda la década, en términos absolutos.

Desde 2018 Semyon Bychkov es el director titular de la Orquesta Filarmónica Checa. Y para estrenar su periodo al frente de esta histórica formación bohemia se afanó con ahínco en la exigente tarea de grabar toda la producción sinfónica de Chaikovski. El proyecto, ya completado y comercializado por DECCA, no posee idéntico atractivo en todas la sinfonías, pecando quizá de cierta irregularidad, pero muestra sin duda el excelente estado de forma de esta orquesta, al tiempo que pone el acento sobre el solvente trabajo de Bychkov en el podio, confirmándole como una de las batutas más regulares y fiables del panorama actual. De entre todas las partituras aquí recogidas me quedaría con la excelente lectura de la infrecuente Manfred, interpretada aquí con vehemencia y brillo a raudales.

Durante toda su trayectoria el norteamericano Michael Tilson Thomas se ha distinguido como un consumado apóstol de la obra de Debussy, una de sus querencias más continuadas, tanto en sus días en Londres como durante su etapa con la San Francisco Symphony. Precisamente bajo el sello de esta formación, de la que ha sido titular desde 1995, publicó Tilson Thomas un atractivo CD dedicado a Debussy, en 2016. Seduce aquí el encaje entre las partituras del músico francés y la sonoridad de la orquesta norteamericana. Con los músicos de San Francisco merece la pena citar también otro par de compactos con Tilson Thomas: uno de 2012 dedicado por entero a partituras de John Adams, un autor singularmente ligado a esta emblemática orquesta; y un último, publicado en 2019, poniendo en valor la figura de Charles Edward Ives, con sus sinfonías tercera y cuarta.

Precisamente con el mismo repertorio de John Adams citado antes, se impone mencionar aquí uno de los muchos trabajos discográficos firmados por el norteamericano Kent Nagano, al frente aquí de la Orquesta Sinfónica de Montreal, de la que es titular desde 2006 y publicado en 2019 por DECCA. Nagano se mueve con inusitada familiaridad a través del lenguaje sinfónico de Adams, quien ha labrado su propio camino entre la herencia del postromanticismo y las huellas del minimalismo.

Con voz propia

El francés François-Xavier Roth es sin duda una de las figuras más estimulantes de la actualidad musical. Su trabajo al frente de Les Siècles, una orquesta con instrumentos originales y prácticas historicistas, ha brindado afortunadísimos hallazgos en relación a autores como Debussy o Mahler (una fantástica Primera, en 2019), compositores que parecían estar al margen de esta oleada interpretativa. En línea con este trabajo, bien reflejado en disco por Harmonia Mundi, hay que elogiar su Sinfonía fantástica de Berlioz, una obra sumamente emblemática y en torno a la que no era fácil decir algo nuevo e interesante. Roth también es titular de la Orquesta Gurzenich en Colonia, con quienes publicó una más que estimable Quinta de Mahler en Harmonia Mundi.

Desde 2016 el checo Jakub Hrusa es el director titular de la Sinfónica de Bamberg, sucediendo al saliente Jonathan Nott. Volviendo a las raíces bohemias de esta orquesta, nacida de hecho en la vieja Checoslovaquia, en los albores de la Segunda Guerra Mundial hace ahora 75 años, Hrusa estrenó su titularidad en Bamberg grabando el emblemático Mi patria de Bedrich Smetana, para el sello Tudor. Se trata de un registro brioso y cálido, sumamente idiomático, que logra hacer sonar esta música con un aliento universal. Una versión de referencia, a la altura de los emblemáticos registros de Talich, Kubelik o Ancerl. Por cierto, no se pierdan la sinfonía Asrael de Josef Suk que Hrusa acaba de publicar con la BRSO de Múnich, de absoluta referencia. 

El maestro estonio Paavo Järvi atesora ya una discografía muy respetable. Su reciente integral de Sibelius con la Orquesta de París (2019) suma un nuevo acierto, pero fue con la Deutsche Kammerphilharmonie de Bremen con la que cuajó uno de sus mejores trabajos en los estudios de grabación. Y nada menos que con Beethoven, una de las ‘vacas sagradas’ del repertorio. Pero lo cierto es que Järvi logro poner el mapa su integral sinfónica, editada en 2016 por RCA. Combinando criterios clásicos y argumentos historicistas, Järvi asume riesgos pero sale airoso del empeño. Claridad, brío, renuncia a cualquier vana monumentalidad, poesía sincera… En suma, un Beethoven exultante, virtuoso e irresistible, una grata sorpresa. La reciente integral sinfónica de Brahms, con los mismos músicos de Bremen, raya casi a idéntico nivel.

Aunque la controversia sobre la valía de las partituras de Nielsen no parece aun resuelta, lo cierto es que su corpus sinfónico no ha dejado de recibir nuevas aproximaciones en lo que va de este siglo. Frente a la lectura un tanto alicaída y pesante de Colin Davis con la London Symphony, el enfoque de Sakari Oramo con la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra se yergue como la mejor alternativa. Al margen de su opulento y refinado sonido, Oramo atina por lo general con el temperamento, la intensidad y los contrastes. Con esta integral para editada por BIS, verdaderamente se diría que por fin Nielsen ha encontrado un interlocutor plenamente válido.

La etapa de Manfred Honeck al frente de la Sinfónica de Pittsburgh tiene un poderoso correlato discográfico, bajo el sello de la propia orquesta. Titular allí desde 2007, quizá uno de los discos más singulares y convincentes que han publicado juntos sea el dedicado a Richard Strauss en 2016, incluyendo la brillante suite de Der Rosenkavalier y una nueva suite, elaborada por el propio Honeck, a partir de los temas principales de la ópera Elektra. El resultado es explosivo y posee un sugerente aire vienés, tanto más sorprendente si uno piensa en el encaje entre ese estilo y el sonido propio de una orquesta norteamericana como la Pittsburgh Symphony. De los anteriores trabajos de Honeck con su orquesta, cabe mencionar también una imponente Quinta de Shostakovich (2017, reconocida con un Grammy) y la Novena de Bruckner (2019).

John Wilson es uno de esos directores que avanzan lejos de los focos, asentando una carrera respetable sin necesidad de grandes ademanes ni poderosos respaldos comerciales. Y sin embargo, se ha conseguido hacer un hueco con nombre propio al frente de la Sinfonia of London, con quienes en 2019 publicó una interesante grabación de la Sinfonía op. 40 de Korngold, un autor cuya producción no deja de cobrar interés, más allá incluso de su célebre Ciudad muerta. Esta sinfonía apenas ha tenido recorrido discográfico, lo que ya bastaría para celebrar el empeño de John Wilson con este compacto editado por Chandos. Pero es que además el británico atina sumamente a la hora de hacer resonar a Korngold, con su fantástica orquestación, con ecos de sus trabajos musicales para Hollywood pero sin perder de vista las raíces vienesas de su música, con Zemlinksy como gran mentor.