Ismael Jordi FranciscoPinteno 

Ismael Jordi, tenor: "De Alfredo Kraus aprendí, por encima de todo, a respetar la profesión".

Ismael Jordi (Jerez, 1973) actúa esta noche en el Teatro Pérez Galdós, junto al pianista Rubén Fernández Aguirre, en la XVII edición del homenaje anual a Alfredo Kraus. En ocasión de este concierto, y también al hilo de su próxima actuación en el TEatro de la Zarzuela, el día 28 de noviembre, conversamos con el tenor jerezano que celebra precisamente ahora los primeros veinte años de su trayectoria profesional.

Me atrevería a decir que es el único tenor en activo que sigue lo que podríamos llamar 'la escuela de Kraus'.

Sí, seguramente sea cierto, aunque hay más colegas que estudiaron con él y que han seguido sus indicaciones. También se da la casualidad de que canto un repertorio que coincide con el del maestro Kraus en un alto porcentaje. Pero esto no es así porque yo quiera seguir su estela, en el sentido de intentar hacer lo que hizo él. Mi sentir me ha llevado por ahí.

Y también su garganta, su instrumento.

Y los teatros (risas), que son los que me contratan. Pero bromas aparte, me parece importante destacar que la escuela de Kraus es mucho más que una técnica, es una actitud. A mí la fama que hoy tanto se valora, la de las redes sociales y la imagen, me interesa poco. Prefiero dedicar tiempo al estudio. Desde que estoy en esta carrera he querido mejorar y ser feliz, crecer como artista. Y eso solo se consigue con el estudio. Y esa actitud, ese respeto por la profesión, es sobre todo lo que yo aprendí de Alfredo Kraus. 

Es interesante este punto de vista, porque a menudo se ha reducido el legado de Kraus a una determinada técnica.

Mi voz y la de Alfredo Kraus son muy distintas. Mi personalidad y la suya no tienen nada que ver. Pero él es un referente para mí, en muchos sentidos. Yo busco ese mismo fraseo elegante, ese porte cantando. Yo me reconozco en esas maneras y en esa actitud de respeto por la profesión. El artista tiene que ser inconformista por definición. Solo así llega uno a conocerse a fondo, estudiando y estudiando. Y esa visión sobre nuestra carrera es algo que se está perdiendo, por desgracia. 

Siempre se ha elogiado la sabiduría de Kraus a la hora de elegir su repertorio. 

Kraus era sumamente inteligente. Él sabía muy bien dónde podía lucir como nadie. Por supuesto que hubiera podido cantar más repertorio, desde Bohème a Tosca, por ejemplo, pero él sabía que en el mercado había otros colegas que lo resolvían con menos esfuerzo y con más lucimiento. La inteligencia también está en eso, en escoger tus batallas, tus retos, saber dónde merece la pena poner el acento porque vas a lograr hacer algo de un manera personal y singular. La escuela de Kraus es también eso, esa inteligencia, esa visión.

Lo cierto es que usted fue alumno directo de Alfredo Kraus, en Madrid.

Sí, yo estudié con Kraus durante año y medio, ya en el último tramo de su vida. En la escuel en Pozuelo de Alarcón. Fui muy afortunado. Para entonces ya había fallecido su esposa y él tenía pocas ganas de seguir luchando. Pero en clase era exigente, muy exigente. Para mí estar en Las Palmas para este homenaje es muy bonito. Con toda la humildad del mundo, con todo el corazón, pero me honra poderle ofrecer este recital al maestro.

Y a nivel técnico, ¿en qué sentido es Kraus un referente? 

Yo me fijo mucho en respiraciones, inflexiones... claro que que me fijo en cómo cantaba Alfredo. No se trata de copiar a nadie, pero es bueno tener referentes y que sean los mejores. Un cantante está, o debería estar al menos, siempre en búsqueda, explorando. 

Celebra ahora 20 años de trayectoria, en plena madurez de su instrumento. De hecho, si la pandemia no hubiera trastocado los planes, habriá debutado como Werther en Vigo. 

Sí, así es, fue un apena. Pero bueno, Werther llegará. Ya hay planes de futuro para hacerlo. Es un papel que me han pedido ya varias veces pero yo lo siento como algo muy especial, a lo que quiero llegar bien preparado. Y no es un papel cualquiera, es una ópera a la que le tengo muchísimo respeto. Es una música que tienes que tener muy dentro de tí. 

¿Werther es el Everest de su repertorio?

Sí, de alguna manera podría decirse que sí. Junto con Faust y Hoffmann serían los tres papeles de llegada de mi trayectoria como tenor lírico. Ambos papeles ya los hice, quizá Los cuentos de Hoffmann algo pronto, pero quiero retomarlo en los próximos años ya con la madurez del instrumento. De hecho, hay proyectos importantes con este título sobre la mesa. 

¿Y Verdi? ¿No está Un ballo in maschera entre sus fantasía?

Claro que sí, qué tenor no ha fantaseado con esa ópera... Pero hay que tener la cabeza fría y no correr. Si tiene que llegar, que llegue, sería un sueño. Yo me siento muy cómodo con el tipo de tenor lírico que pide el repertorio francés, que no tiene mucho que ver con el lírico que piden Tosca o Bohème. Estoy familiariado con la lengua, con el francés, y es un estilo en el que me reconozco. Entre cantar La bohème o cantar Faust hay una gran diferencia, entre otras cosas por la orquestación. Yo podría estar toda la vida cantando Manon de Massenet. Ese Des Grieux es seguramente el papel de mi vida.

Lo cierto es que mantiene aún en repertorio un buen puñado de títulos de belcanto.

Sí, por ejemplo las tres reinas de Donizetti, con las que hay un proyecto muy interesante en Ámsterdam próximamente, una producción que también ser verá en España. Maria Stuarda, Anna Bolena y Roberto Devereux son óperas extraordinarias y muy exigentes. Pero también disfruto con Linda de Chamounix, con Lucrezia Borgia... Debuté este año La favorita en Málaga y me gustaría hacerla más.

Curiosamente Rossini nunca ha estado en su repertorio, si no me equivoco.

A mi pesar, la verdad. Canté Barbero de Sevilla, siempre sin la segunda aria, que entonces no se hacía apenas. Y ya me hubiera gustado hacer más Rossini... me encantaba. Pero nunca tuve facilidad para la coloratura. Todo se trabaja, pero hay cantantes que ya en el vibrato tienen la coloratura, como algo natural. Mi voz y mi forma de cantar van por otro lado, buscando más la limpieza de la línea, el legato, toreando frases (risas).

Con la zarzuela también ha vivido un bonito idilio, en torno a una obra como Doña Francisquita

Realmente es como si la hubieran escrito para mí. Es una obra larga, pero es preciosa y está tan bien escrita. Hay planes de volverla a hacer próximamente. También haré Los gavilanes y debutaré por fin con Luisa Fernanda.

Son ya 20 años de carrera y lo cierto es que cantando muchísimo fuera de nuestro país, en primeras plazas como Zúrich o Londres.

Sí, en realidad he cantado más fuera que en casa. El debut en el Metropolitan con Romeo no ha podido ser, pero ya hay planes para volver allí con La traviata. Yo he cantado muchísimo en Europa. De hecho, mi carrera se ha ido forjando en Europa más que en España. He cantado mucho en Hamburgo, en los dos teatros de Berlín, en Múnich... Y en Francia en tantísimos sitios: Opéra Comique, Châtelet, Toulouse, Burdeos, Marsella... Y en Ámsterdam he cantado siete títulos, nada menos, incluído Rosenkavalier con Simon Rattle, nada menos. En España, Joan Matabosch fue uno de los primeros en confiar en mí. Y tenemos algunos planes interesantes para el Teatro Real en los próximos años. Con cabeza y con ilusión todo llega.

Los orígenes de su trayectoria profesional están ligados al coro de ópera que surgió en Jerez.

Sí, eso es. Ahí me dijeron que yo tenía facultades, me preparé para la prueba de ingreso en el Reina Sofía de Madrid y tuve la suerte de caer en manos del maestro Alfredo Kraus. Yo había sido muy autodidacta, tenía planes para entrar en el Conservatorio de Sevilla. Desde los veinticuatro o veinticinco años yo ya estaba empezando a cantar, por mi cuenta. Y fue con veintisiete cuando llegué a Madrid. 

Relativamente tarde, si pensamos por ejemplo en que Xabier Anduaga está hoy en activo con apenas veinticinco.

Sí, comparando con otros colegas, también de mi propia generación, yo empecé relativamente tarde. Pero bueno, el propio Kraus debutó con veintinueve años, creo, año arriba o año abajo. Y yo también, en Jeréz con Don Pasquale, junto a Ángeles Blancas. Esa obra me abrió muchas puertas: la hice en Estrasburgo, en Berna, en el Maestranza de Sevilla... Yo entonces la cantaba fácil, con soltura, y eso me facilitó mucho trabajo en esos primeros años.

Duros inicios, imagino, como los de tantos profesionales de nuestro país que tuvieron que irse fuera a labrarse un nombre.

En esta profesión se trabaja mucho. Los que llevamos décadas en activo, hemos sudado mucho. Y no lo digo para ponerme una medalla, pero sí me parece importante que se valore la dedicación de una vida, que no se nos juzgue nada más que por una noche. Cada vez que subimos a un escenario lo damos todo y para eso hemos entregado una vida entera a esta profesión, que es maravillosa. Le contaré una cosa, que es bonita. Siendo aún un estudiante en Madrid, yo me fui a Berna con la maleta bajo el brazo durante seis meses, para cantar veinte funciones de Don Pasquale, con Miguel Ángel Gómez Martínez a la batuta. Me mandó allí Teresa Berganza. Es más, y esto quiero que se sepa, porque habla de su grandeza como persona: yo puede ir a Berna porque Teresa Berganza me pagó el viaje. 'Vete para Berna y tráete esa audición', me dijo. Creyó en mí hasta ese punto y nunca le estaré lo suficientemente agradecido. Esta profesión es maravillosa, entre otras cosas, porque nos ofrece referentes como Alfredo Kraus o Teresa Berganza.

Foto: © Francisco Pinteño