Cesar Alvarez

César Álvarez, director musical: "Siento la danza como algo intrínseco en mí"

Aunque las representaciones de Giselle podrían haber tocado ya a su fin, ante las precauciones tomadas para evitar un posible brote covid-19 entre los bailarines de la Compañía Nacional de Danza, lo cierto es que desde comienzos del mes de diciembre el Teatro de la Zarzuela ha acogido diariamente las representaciones de este título, en la nueva propuesta firmada por Joaquín de Luz y con César Álvarez al frente de la dirección musical, con la ORCAM en el foso. Conversamos con el maestro asturiano, acerca de su vinculación con la danza y los orígenes rusos de su formación.

Se formó sobre todo en Rusia, junto al maestro Dmitri Kitaienko. ¿Cómo podría resumirnos la escuela rusa de dirección de orquesta? ¿Qué aprendió exactamente allí?

Mi formación es eminentemente rusa puesto que realicé mi carrera de dirección de orquesta en el conservatorio estatal Chaikovsky de Moscú, con el gran Dmitri Kitaienko. El concepto de la dirección orquestal en el conservatorio de Moscú,sobre todo en aquella época, ets muy amplio, y como muestra, nos sirve la denominación de la cátedra allí que se llama 'dirección operístico-sinfónica'. Por tanto, los elementos que se trabajan y se estudian conllevan el desarrollo de la dirección de música escénica, ópera, ballet y repertorio sinfónico. 

Si hablamos de la escuela rusa de dirección de orquesta, yo puntualizaría y diferenciaría, no tanto como 'escuela rusa' en sí, si no como 'escuela de Moscú' o lo que se entiende por la dirección de orquesta en Moscú y en la llamada 'escuela de San Petesburgo'. El origen, el núcleo de la 'escuela rusa' tiene sus raíces en San Petesburgo, pues tanto profesores como directores, que han pasado en los últimos 70 años por el conservatorio de Moscú y por las grandes orquestas rusas de Moscú, han desarrollado una línea un tanto diferente de entender el concepto de dirigir una orquesta o llevar a cabo la interpretación con una orquesta sinfónica.

Respecto al aprendizaje, es interesante entender que la manera de trabajar y vivir en el conservatorio en aquellos años era muy intensa. Todo el trabajo se basa siempre en un gran conocimiento de la forma, de la estética, de la armonía, en general de toda la partitura para poder conocerla muy profundamente y trabajarla con versiones a dos pianos para pasar inmediatamente al trabajo con la orquesta. Ese ha sido nuestro día a día el trabajo continúo durante cinco años de carrera. Esto quiere decir que desarrollamos un gran conocimiento de repertorio, tanto en el plano sinfónico como en la ópera, y el ballet. El ballet se trabaja de una manera paralela a la ópera y viene a ser el mismo concepto. 

Si tengo que destacar algo de la 'escuela rusa' o de la manera de entender el hecho musicaly artístico en Rusia destacaría el respeto por la partitura y la tradición. Son los dos grandes pilares de la interpretación. En la obra de los grandes compositores hay algo que es intocable, el texto al que nos exponemos y que tenemos que tratar de transmitir a nuestro público. Esto requiere que haya un gran conocimiento de la obra, del autor, del momento, del entorno, son muchos los factores que influyen en la interpretación. Es en esto donde se hace hincapié, es más, no se entiende de otra manera. Es totalmente insalvable este escollo, si tu no conoces, si no respetas o si intentas saltarte algo de lo que está escrito, sobre todo sin criterio, que es lo que suele pasar muchas veces, estás fuera de juego, no tiene ningún valor el hecho artístico que teóricamente crees que estás desarrollando. 

El otro pilar fundamental del conocimiento es la tradición, se dan hechos muy claros, sobre todo en la musical teatral, ópera y ballet. Normalmente esa tradición viene generada por la experiencia de grandes intérpretes, grandes orquestas, grandes teatros, siempre sin perder la esencia del texto original. Cuando una partitura se interpreta por primera vez, lo normal es que para la segunda función haya cambios, y más normal es que al cabo de más de cien años, como pasa con la mayoría de los títulos, haya sufrido una evolución. Llega un momento que esa partitura queda fijada y es la más extendida, como en el caso de la ópera y el ballet. Aquí es donde la tradición entra en juego, tenemos que conocerla, por ejemplo, si hay doce teatros del mundo que hacen Turandot de una manera muy parecida, más allá de cambios escénicos, creo que debemos respetar esa tradición.

La danza es un género muy estrechamente vinculado a su trayectoria, desde sus mismos orígenes. ¿Cómo ha llegado a especializarse en este repertorio?

Mi relación con la danza viene de tiempo atrás, hace muchísimos años cuando comencé a trabajar de manera profesional, estando ya de director titular en alguna orquesta rusa y realizando una de las grandes giras que hacíamos por Asia, giras habitualmente muy largas, me propusieron la posibilidad de acompañar alguna función de ballet. De esta manera me introduje en el género. Como ya he comentado, a nivel de estudios, es allí obligatorio tener un conocimiento de los siete u ocho grandes títulos del repertorio. Desde el primer momento, el ballet es una especialidad en la que me he sentido siempre muy cómodo, lo siento como algo intrínseco en mi. Es un género que me gusta, desarrollarlo, trabajar mano a mano con los coreógrafos, trabajar de manera intensa con las orquestas. Me interesa mucho el planteamiento que hay en la danza igual que en la ópera, cada producción viene precedida de un trabajo intenso, con numerosos ensayos, en el que puedes trabajar nota a nota, cada detalle, de una manera muy profunda. Me hace sentirme feliz poder trabajar de esa manera. Además es muy interesante ver el proceso de evolución, no tanto de las partituras, que en este caso están fijadas, sino de la evolución a todos los niveles que lleva cada espectáculo. 

Creo que ya había trabajado anteriormente en una ocasión con Joaquín de Luz, responsable ahora de esta nueva Giselle. ¿Cómo ha sido trabajar de nuevo con él?

Joaquín y yo nos conocimos hace un par de años en una gala que dirigí en Rusia, en la que él estaba invitado como bailarín. A partir de ahí, Joaquín me invita a trabajar en esta producción, pero quiero matizar algo importante, yo no soy la persona que ha desarrollado, trabajado y realizado el trabajo de partitura de esta producción. A mi se me invita como director de orquesta para llevar a cabo el estreno y las funciones en el Teatro de la Zarzuela.

Siguiendo con esta Giselle que presentan en el Teatro de la Zarzuela, ¿qué versión musical podremos escuchar? Es la primera vez que se pone al frente de la ORCAM, si no me equivoco.

Respecto a la versión musical, reitero, no ha dependido de mi. El tratamiento de la música lo han realizado Oliver Díaz y el mismo Joaquín de Luz. Con la ORCAM es la primera vez que trabajo y sinceramente tengo que decir estoy encantado con la disposición, el talante con el que abordan todas las dificultades tanto musicales, de partitura, como de producción. Además, hay que puntualizar que estamos trabajando con menos de un tercio de la plantilla, para esta partitura, escrita por Adolphe Adam, y aún así hemos conseguido sacar adelante el espectáculo. Esto es gracias a la manera con la que la orquesta aborda el trabajo cada día cuando entramos en el foso.

Su agenda por delante, a pesar de la pandemia y sus cancelaciones, ¿mantiene citas importantes? ¿Conserva vínculos regulares con algunas formaciones sinfónicas en Rusia?

Hablar de futuro en estos tiempos complicados que corren es bastante complicado. Hoy mismo he recibido una cancelación para el mes de enero, un aplazamiento. La cuestión es que todos los aplazamientos que llevamos arrastrando desde el mes de marzo, se amontonan a la vez con los nuevos aplazamientos que van surgiendo, son momentos muy difíciles en cuanto a agenda. Personalmente, en mi agenda estoy esperando que se puedan abrir fronteras sin cuarentenas para acometer varios compromisos en otros países. 

Rusia es el país que ha permitido desarrollarme como cirector de orquesta y con el que mantengo la mayor parte de los compromisos sinfónicos y teatrales. He tenido la suerte desde el principio de tener como prescriptores de mi trabajo a grandes artistas rusos, grandes músicos que me han apoyado desde el primer día, y con los que colaboro habitualmente.

Mantengo una relación muy estrecha con la Orquesta Filarmónica Novosibirsk, la Orquesta de Kazán, de Moscú, y otras muchas con las que suelo trabajar con asiduidad. Me siento muy a gusto, y espero en un futuro cercano, retomar la agenda normal. Rusia es un país al que estoy muy agradecido, no solo lo que me ha aportado como músico en mi formación, sino el permitir desarrollar una carrera. Hay grandes citas a la espera que el virus nos de el visto bueno, una gran gira con el compositor,Eduard Artemyev con el que suelo trabajar mucho; una cita en el Mariinsky de San Petesburgo, etc.