David Alegret: "La poesía, como la música, siempre ha formado parte de mi vida; de ahí mi amor por la canción"
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La carrera del tenor barcelonés David Alegret se ha cimentado entre el repertorio rossiniano, al que llegó casi sin pretenderlo, y la canción poética, género por el que siempre ha sentido devoción y del que se ha convertido en un incansable divulgador.
Ya lleva más de veinte años de carrera musical, pero ¿Es cierto que inicialmente quería dedicarse a la medicina?
Sí, hice cinco años de medicina hasta que la dedicación a la música se impuso progresivamente y abandoné la carrera. Mi padre era médico, pero mi madre profesora de música, cantaba en L’Orfeó Català y desde pequeño estudié flauta y formé parte de la Coral Sant Jordi. Siempre fui muy melómano y escuchaba ópera en casa, pero sobre todo oratorio y Lied. La verdad es que todo el proceso fue muy natural y una cosa llevó a la otra. De la Coral Sant Jordi pasé al Cor Jove de L’Orfeò y ahí di mis primeras clases de canto, primero con Salvador Parrón y luego con el contratenor Xavier Torra. Hasta ese momento yo cantaba instintivamente, fue Torra quien me aportó los primeros fundamentos técnicos. Recuerdo que en la primera clase canté Dalla sua pace, de Mozart. Me dijo que estaba bastante bien, pero en seguida me puso en el atril la canción Festeig, de Toldrà. Por entonces no tenía ni idea de qué era eso, pero fue el inicio de mi amor por Toldrà.
¿En qué momento decidió trasladarse a Basilea para estudiar en la Musik Akademie?
Entré en el Cor de Cambra en 1996, donde coincidí con mi amiga Núria Rial. Tras dos años ella se fue a Basilea a estudiar con Kurt Widmer y lo trajo para dar un curso en Barcelona. Me apunté, me escuchó, le gusté y me dijo que pondría todas las facilidades para que me fuese a Basilea con él. Y así fue. Widmer fue una figura clave en mi formación y en mi carrera.
Apenas acabados los estudios tuvo una experiencia única, formar parte de la compañía de la Ópera de Viena. ¿Cómo surgió esa oportunidad?
Estaba cantando Zaide, de Mozart en un pequeño teatro de Viena, la Wiener Kammeroper, y asistió a la función el jefe de repetidores de la Wiener Staatsoper. Él formaba parte de un proyecto que ya no existe llamado Karajan Stupendium. Buscaban jóvenes cantantes para pasar unas pruebas y a los ganadores les ofrecían un contrato de dos años para cantar pequeños papeles en la Wiener Staatsoper. ¡Y me seleccionaron!
¿Cómo recuerda aquellos años en Viena?
Fueron dos años increíbles. Imagínate pisar, prácticamente sin experiencia, el escenario de la Staatsoper. De hecho, la primera vez que lo hice fue directamente en una función de Tosca, tras un solo ensayo musical, algo habitual allí, y sin apenas experiencia. Yo interpretaba a Spoletta, Salir por primera vez a ese escenario mítico con la entrada de Scarpia impresiona a cualquiera. Recuerdo que fui a hablar con el director, Fabio Luisi, para decirle que era mi primera vez y lo cierto es que fue muy atento y me dijo que me ayudaría con las entradas. Lo que yo no sabía es lo lejos que queda el escenario respecto el foso en aquel teatro. Aprendí mucho, fue un lujo interpretar papeles como Don Curzio de Le nozze di Figaro con Harnoncourt o Le Remendado de Carmen con Muti.
¿Y una vez acabado ese contrato?
Tras esos dos años ya tuve la oportunidad de cantar roles más importantes en la Volksoper, como Don Ramiro de La Cenerentola y en otros teatros. Especialmente papeles rossinianos, un repertorio que prácticamente no había cantado hasta ese momento.
¿Me está diciendo que por entonces nunca había cantado Rossini, probablemente el compositor central de su carrera operística?
Empecé cantando oratorio, las pasiones de Bach y en un momento determinado alguien me hizo notar que tenía capacidad para la coloratura y si me había planteado cantar Rossini. La verdad es que hasta entonces no lo había pensado, pero a partir de ahí empecé a centrarme en Rossini. Hay que tener en cuenta que en esos años no había tantos tenores rossinianos como ahora. Estaba Flórez, claro, y algunos como Camarena o Brownlee que estaban empezando. Eso hizo que me llamaran mucho para ese repertorio y no tanto para Mozart, que me hubiese gustado cantar más.
Por su voz y estilo recuerda a ciertos tenores di grazia del pasado como Nicola Monti, Cesare Valletti o Luigi Alva, un perfil hoy prácticamente desaparecido ¿Está de acuerdo con estos referentes?
Son tenores que me gustan y con los que me identifico, voces en cierto modo frágiles. Luigi Alva siempre fue una referencia para mí por la naturalidad de la emisión y también por una musicalidad que me es cercana. Yo no tengo unos agudos espectaculares, trompeteros y, de hecho, en un momento más avanzado de mi carrera sentí la necesidad de trabajar ese aspecto. Ahora se buscan voces en general más robustas, pero nunca he tenido la tentación de forzar el instrumento y adaptarlo a otros repertorios. Pese a que con el paso del tiempo mi voz es más redonde, siempre he sido un tenor ligero.
Paralelamente a su faceta operística ha desarrollado una importante trayectoria en el mundo de la canción. ¿De dónde proviene esa pasión?
La poesía, como la música, siempre ha formado parte de mi vida. Soy un ávido lector de poesía, tanto clásica como contemporánea, y de ahí mi amor por la canción. Hablo alemán y me gustaría poder tener más oportunidades de cantar el gran repertorio liederístico, pero a los cantantes españoles es difícil que nos ofrezcan ese tipo de recitales. Del mismo modo, amo cantar poesía en mi lengua, el catalán, y he tenido la oportunidad de hacerlo por toda España. Cantar en tu idioma materno te permite transmitir una gama de emociones mayor que en otro, por más que lo hables o lo conozcas.
En 2022 publicó un ambicioso doble CD, Carneriana, con cincuenta canciones basadas en poemas de Josep Carner de compositores del pasado y actuales ¿Cómo surgió ese proyecto?
Surgió durante la pandemia. Partí inicialmente de las diez canciones que compuso Toldrà sobre poemas de Carner, pero poco a poco fui encontrando otras de compositores de esa época preciosas que también me apetecía grabar. Luego, en un recital, escuché una canción preciosa de Albert Guinovart y, junto a Rubén Fernández Aguirre, decidimos proponerle una pieza basada en Carner. Aceptó y compuso un tríptico magnífico. Luego, de manera generosa y entusiasta, se apuntaron al proyecto García Demestres, Miquel Ortega, Joan Magrané, Francesc Prat, Antoni Parera Fons y finalmente Antoni Ros Marbà. Lo que en principio era solo Toldrà y alguno más, se convirtió en un álbum doble con treinta canciones de compositores del pasado y veinte nuevas adaptaciones de músicos actuales.
Desde luego ese álbum supone una contribución importante a la canción catalana contemporánea, a la que ahora hay que añadir otro proyecto con Héctor Parra.
Conozco bien a Héctor Parra y su música porque, entre otras cosas, he cantado una de sus óperas, Les bienveillantes, en Amberes y Gent, unas funciones que se grabaron y que se han publicado en CD. Un día le comenté la posibilidad de escribir unas canciones y me pasó la reducción a piano de un ciclo de tres Sonetos de Shakespeare que había compuesto para orquesta. Unos meses más tarde me llamó y me dijo que había encontrado material ideal para otro ciclo de canciones sobre poemas de Mercè Rodoreda titulado Illa dels lliris vermells. Rodoreda tiene muy poca poesía, pero al final de su vida escribió esta colección de veinte poemas y la intención de Parra es acabar poniendo música a todos ellos. De momento, este verano estrenaremos los primeros cinco en la Schubertíada a Vilabertran y más adelante grabaremos el ciclo completo.
Y tras ese estreno en la Schubertíada ¿Cuáles son sus compromisos durante los próximos meses?
Ahora mismo estoy dando forma a un álbum con canciones sobre poemas de Tomas Garces, pero en los próximos meses me esperan varios compromisos operísticos. El primero será en el Gran Teatre del Liceu. Haré un pequeño papel, pero muy interesante y que cuenta con una pequeña aria, en Lady Macbeth de Mtsensk. Más tarde participaré del estreno, en el mismo teatro, de la ópera de Antoni Ros-Marbà, Benjamin a Portbou, que me hace mucha ilusión. Y más adelante, aunque no puedo dar detalles todavía, tendré por fin la oportunidad de cantar más papeles de Mozart, de debutar el Tybalt del Roméo et Juliette de Gounod y de participar en una producción de La zorrita astuta de Janácek. Serán meses ajetreados, lo cual me hace muy feliz.