Daniela Dessì

Daniela Dessí: “En la lírica de hoy el negocio importa más que el arte”

Fue y hasta cierto punto sigue siendo la soprano italiana de su generación. Daniela Dessí atesora a sus espaldas más de treinta años de trayectoria. Tras un debut precoz, vivió los años de máximo esplendor de la lírica en los años ochenta y noventa del siglo pasado, colaborando estrechamente con Riccardo Muti en la Scala y con Claudio Abbado en Viena. Su vínculo con España ha sido estrecho y fecundo, aunque su agenda se ha dosificado cada vez más durante el último lustro. Regresa ahora a nuestros escenarios para prestar su voz a la Maddalena de Andréa Chenier en la Ópera de Las Palmas. Al hilo de estas funciones, Daniela Dessí conversa con Platea Magazine acerca de su pasado, su presente y su futuro.

Su trayectoria ha sido una carrera de fondo. Hace más de treinta años que canta. ¿Cuál es la principal reflexión que se hace ahora, viendo el paso del tiempo durante todas estas décadas?

Lo fundamental es siempre dar prioridad a la técnica sobre todo lo demás. La técnica es lo único que te permite seguir cantando a pesar del paso del tiempo. Una voz sin técnica se encuentra forzosamente con problemas conforme asume nuevos papeles y repertorios. Yo empecé a cantar muy joven, con apenas quince años; debuté con diecisiete, y llevo por tanto toda una vida cantando. Por supuesto intenté escoger un repertorio acorde con mis condiciones vocales y con mi edad en cada momento. Comencé con el barroco, con el Setecento napolitano, seguí después con Mozart, con Rossini, con Verdi y finalmente llegué hasta el verismo y Puccini.

La tengo por una cantante a la antigua, en el mejor sentido del término, con un equilibrio entre técnica, voz y temperamento muy próximo al que imperaba en los dos primeros tercios del pasado siglo XX.

Sí, es cierto. En realidad, tiene más que ver con la técnica del canto que tenemos en común italianos y españoles. La técnica del canto a la italiana es la que yo aprendí, con una maestra que cantaba de hecho en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. De modo que me ha transmitido sus rudimentos técnicos como en un traspaso generacional, recibiendo yo de algún modo una herencia que se remontaba más atrás en el tiempo incluso y que ha tenido siempre el belcanto en la sangre.

Suena seguramente a tópico, pero lo cierto es que los cantantes latinos tienen un temperamento particular, una forma muy directa de vincular su canto con su desempeño en escena. Creo que usted es un buen ejemplo de ese concepto artístico.

Realmente somos músicos y trabajamos con nuestra voz, pero no hay que perder de vista que todo se sostiene y se apoya en la palabra, en el texto; es la palabra la que crea el sonido y no al revés. Sin el texto, sin las palabras, el puro sonido no tiene mayor sentido; es el texto unido a la música el que realmente nos apasiona y nos conmueve. Al público se llega a través de esas palabras que se convierten en emociones por medio de nuestras voces y de la música. Y por supuesto el teatro es también la palabra. Desde niña me gustó actuar, jugar a ser actriz, y eso es algo que se vive de forma muy intensa cuando está ligado a la música y al canto.

Recuerdo ahora la fea polémica con Zeffirelli en 2010. No querría volver específicamente sobre el asunto, pero sí me parece un hecho significativo sobre cómo han cambiado las prioridades en el mundo de la lírica de un tiempo a esta parte.

Sí, aquello es agua pasada, pero querría recordar una vez más que no es propio de un caballero hacer una polémica como esa, todavía más cuando lo que él dijo y la realidad no tenían nada que ver. Pero sí, las cosas han cambiado mucho en este sentido, las prioridades son otras; estamos en un momento crítico, y lo digo no ya por mí sino por los jóvenes que empiezan. Yo tuve la fortuna de cantar en una época dorada de la lírica.

La situación es crítica, pero imagino que no sólo por motivos o razones económicas. ¿Se refiere a algo más profundo?

Sí, por supuesto, no hablo sólo de motivos económicos. No querría tampoco entrar en una polémica inútil, pero cada vez más la política y otros intereses importan más para algunos teatros que la propia música y el arte. Los valores y los principios han cambiado y no precisamente para bien.

En su repertorio, como en el de las grandes sopranos italianas, pareciera que hay un recorrido natural desde el barroco y el clasicismo hasta el verismo, como si hubiera una evolución natural desde cantar Susanna en Le Nozze di Figaro hasta cantar Fedora. Pero, ¿qué hay después de Fedora? ¿Cómo se afronta una carrera cuando el centro de su repertorio es ya esa supuesta estación de llegada?

Lo cierto es que hace ya veinticinco años que canto papeles como la Maddalena de Andrea Chénier o la Fedora. Entiendo lo que plantea, pero creo que en el fondo no se trata tanto de una evolución como del repertorio que se ajusta mejor a una voz en un momento determinado. Por ejemplo, dentro de poco debutaré la Medea de Cherubini. Esto podría parecer un paso atrás después del verismo y Puccini. Y precisamente yo siempre he intentado mantener flexible mi voz para ajustarse a un repertorio amplio, que pueda volver al belcanto con facilidad. Podría hacer perfectamente la Desdemona de Otello e incluso un Elisir si me lo pidiesen, aunque mi carrera ahora vaya por otros derroteros. Lo fundamental es trabajar siempre sobre la ductilidad de la voz, para poder volver atrás de alguna manera, con el belcanto, o poder ir hacia adelante con el verismo. Creo que no hay ningún impedimento para eso si se trabaja con técnica y con cabeza y la voz responde.

Es muy interesante plantearlo así porque a veces pareciera que llegar al repertorio más dramático impide volver atrás.

Es algo muy subjetivo. Cada voz y cada cantante es un mundo. Hace cinco o seis años debuté con Norma, algo que podría parece fuera del recorrido natural de una voz que se mueve sobre todo ya por Puccini y por el verismo. Y fue un éxito para mí. Un mes antes había cantado La Fanciulla del West. De nuevo, es la técnica entendida desde el belcanto la que permite cantarlo prácticamente todo.

Creo que su agenda no tiene ahora tantos compromisos a la vista como en años atrás. ¿A qué se debe?

En efecto, a día de hoy trabajo sobre todo por darme la satisfacción artística de dedicarme al mundo que me lo ha dado todo y al que yo le he dado todo en estos años. Cuando se empieza, siendo joven, se trabaja todo lo posible para labrarse un nombre, construir una carrera, etc. Pero con el paso de los años uno puede escoger cada vez más, depende menos de la agenda y por eso ahora mismo prefiero escoger mucho las producciones en las que trabajo, dejando más libre mi calendario para los conciertos, etc. 

¿Cuáles son las próximos citas anotadas en su agenda?

Sí, en abril hago una gira de ocho conciertos por Japón y más tarde en Corea. Voy a participar también en una película sobre Beniamino Gigli. Y la próxima temporada debutaré Medea, como le decía. Entre tanto dedico también buena parte de mi tiempo a la enseñanza.

¿Hay planes para volver a actuar en España en los próximos años?

Todavía no. Hay sobre la mesa un par de proyectos pero todavía están sin cerrar.

Entrevisté a su esposo el tenor Fabio Armiliato hace unas semanas y tuve la misma impresión que ahora con usted, la de cierto cansancio con cómo funcionan ahora las cosas en el mundo de la lírica.

Sí, se lo apuntaba ya antes: hemos vivido los años dorados de la lírica y ahora las cosas se guían por otros principios. Cada vez importan menos la técnica y la voz; la pura apariencia física ha ganado demasiada relevancia y por desgracia el negocio es cada vez más importante que el arte. No quiero decir con esto que haya perdido la ilusión y la pasión por mi trabajo, al que me dedico siempre con el máximo entusiasmo, pero sí que es cierto que hay sensaciones más amargas. Una cierta mediocridad se ha apoderado de la lírica en nuestros días. Afortunadamente hay excepciones y por ejemplo estos días en Las Palmas el ambiente de trabajo es extraordinario y el marco natural no puede ser mejor, con el mar a nuestros pies. Estamos haciendo un bellísimo Andrea Chénier.

¿Qué nos puede contar de este Chénier en concreto que hacen en Las Palmas?

Es una producción ya estrenada en Peralada, bastante clásica aunque con algún guiño más contemporáneo. El equipo de cantantes y colegas es estupendo, el ambiente de trabajo es muy grato y el responsable artístico, Ulises Jaen, hace todo lo posible porque todo funcione.

La crisis en Italia ha hecho estragos hasta un punto que nos cuesta entender. Usted que conoce bien la realidad de su país, ¿qué reflexión se hace al respecto?

Bueno, el problema fundamental es que se hicieron grandes derroches. Se dilapidó un dinero que no se tenía, y no hablo de los cachés de los cantantes que son por justicia la parte más importante del presupuesto de una producción. Los derroches se hicieron en otras partidas y cuando llegaron los recortes el problema estaba servido. Lo peor de todo es que es la calidad artística de los espectáculos lo que más se ha resentido de estos ajustes. Ojalá todo cambie pronto, pero tengo serias dudas de que sea algo inmediato.