Umberto Fanni, Director Artístico y Director General de la Ópera Real de Mascate:
“Aspiramos a ser un teatro de producción propia”
En 2011 fue Christina Scheppelmann, hoy directora artística en el Gran Teatro del Liceo, la responsable de poner en marcha la Ópera Real de Mascate y sostener su programación, internacionalizando su oferta desde el primer minuto. El italiano Umberto Fanni tomó el testigo a mediados 2014, asumiendo posteriormente también las labores de intendente y ahondando en la proyección de este coliseo, hoy ciertamente consolidado dentro y fuera de sus fronteras.
Usted se encuentra al frente de la Ópera Real de Mascate desde hace más de dos años y medio. ¿Cómo valoraría este proyecto, en qué momento se encuentra?
Casualmente se diría que formé ya parte de la inauguración de este teatro el 12 octubre de 2011 con Turandot, en la producción de Franco Zeffirelli y con Plácido Domingo a la batuta, ya que la Royal Opera House de Omán se puso en contacto con nosotros en la Arena de Verona para poner en pie aquella nueva producción del título de Puccini.
Este teatro contiene en su naturaleza mi propia filosofía como programador: me refiero al concepto de la innovación en la tradición. Cuando uno entra aquí se encuentra con un edificio magnificente, casi pomposo; pero elegante y sencillo, en coherencia y equilibrio con la arquitectura tradicional del país, la que puede verse por las calles en toda la ciudad de Mascate, sin ir más lejos. Y sin embargo, bajo esta apariencia clásica se esconde un dispositivo técnico de ultima generación, uno de los más avanzados del mundo, sin la menor duda. Somos capaces de convertir la sala de teatro en un auditorio, y viceversa, en apenas veinte minutos. El nivel tecnológico se encuentra también en los asientos, donde cada espectador se encuentra con una pantalla para seguir los subtítulos del libreto, en varios idiomas; y donde vamos a implementar también nuevos servicios, desde pedir un taxi hasta reservar mesa en un restaurante.
Todo esto se debe a Su Alteza el Sultán Qaboos, un hombre sumamente culto y gran melómano que ha querido edificar este teatro como un puente entre las tradiciones propias de Omán y el resto del mundo, siempre a través del lenguaje de la música, que es el más universal. También se trata de ofrecer a los omaníes una vía de desarrollo, tanto a nivel cultural como profesional.
¿Cómo le llegó el encargo para incorporarse a la Ópera Real de Mascate?
Antes de llegar aquí, hubo contactos para contar conmigo en un puesto semejante en un importante teatro del norte de Europa. Las conversaciones no llegaron a término y justo entonces me llamaron desde Omán. Éramos, al parecer, casi una quincena de candidatos para el puesto. Vine a Mascate para una larga entrevista de casi tres horas, algo que jamás me había sucedido. Fue una conversación detallada y profunda. Y en apenas cuatro días recibí una llamada, con una oferta para incorporarme al frente del teatro. Esto fue en agosto de 2014. Unos diez meses después el teatro me pidió que me hiciera también cargo de la dirección general de la ópera, junto al puesto como director artístico, de modo que hoy en día soy también el intendente de la Ópera Real de Mascate.
Contamos con unos 230 empleados, de los cuales aproximadamente el 73 por ciento son omaníes, gentes locales. A día de hoy somos Performing Arts Center, esto es, alojamos a compañías foráneas que desarrollan aquí sus espectáculos, sean teatros, ballets, etc. A partir de esta temporada, sin embargo, estamos avanzando hacia una lógica de producción propia. Lo hemos hecho ya con dos espectáculos, el primero de ellos un evento de grandes dimensiones, al aire libre, en la explanada que hay frente al teatro. Fue una suerte de storytelling acerca de los grandes valores del país, empleando el lenguaje de la ópera junto al teatro de calle clásico. Reunimos a unos cuatrocientos artistas de todo el mundo, encargando un texto específico a un poeta omaní. De modo que era evidente la fusión entre la cultura tradicional local y las formas teatrales occidentales.
La segunda coproducción fue junto con el Palau de Les Arts de Valencia, generando un espectáculo en torno a la historia de Orfeo y Euridice, repasando una veintena de las más populares arias del repertorio lírico, en diálogo con otras artes, desde el cine a los acróbatas. La Norma que presentamos este año es ya una coproducción con Rouen. Y para la próxima temporada hemos trabajado en un ambicioso proyecto, en torno a un título de aires orientales, que implica a teatros de Europa, Asia, África y América. Estamos trabajando en proyectos con Liège, Lyon, etc. Hay por tanto una clara intención de hacer de este teatro un espacio de producción propia, tras siete años de vida.
Mi labor principal es programar la temporada, pero una de mis principales satisfacciones ha venido en el encuentro con los trabajadores locales, quienes por lo general desconocían este oficio. Desde el primer minuto han sido gentes dispuestas a trabajar, formarse, conocer este particular business. Esta labor cotidiana de formación es una de mis tareas más gratas.
Me gustaría saber algo más de su trayectoria profesional antes de llegar a Omán.
Yo en realidad comencé mi trayectoria profesional como pianista, tras formarme en Brescia y Ginebra. Poco a poco cambié mi carrera y empecé a ser productor, manager, gestor… Llegué a producir 180 conciertos al año… También fui docente en la universidad, estuve al frente de una sociedad que producía grandes eventos. Y finalmente empecé mi labor como gestor de teatros de ópera: primero en Brescia, después en Trieste y más tarde a la Arena de Verona. Ahora estoy aquí en Omán, debo decir que muy feliz por cómo me han acogido y por los medios con los que puedo desarrollar mi trabajo. Tengo contrato en vigor hasta 2020.
¿Cómo es la vida aquí en Omán, el día a día en Mascate?
La vida aquí pasa lentamente (risas). El calor aquí es continuo, perenne. Sobre todo desde abril hasta noviembre, es una época difícil para vivir y trabajar. Pero el entorno natural aquí es sobresaliente. La unión entre la naturaleza y la cultura popular es extraordinaria. De verdad que me sigue maravillando escuchar el canto de los pájaros y al mismo tiempo el canto del muecín algunos días cuando voy de regreso a casa. Lo cierto es que trabajar y vivir aquí invita a importantes reflexiones. Como occidental, tengo la sensación cada vez más cierta de que estamos dando pasos atrás en nuestros países. Estamos perdiendo valores principales y básicos. Algo fundamental en Omán es la amabilidad de sus gentes, sumamente hospitalarias. Me recuerda un tanto la tradición del sur de Italia y probablemente sea lo mismo en el sur de España. Esa sensación de familiaridad que buscan siempre transmitir las gentes de esas latitudes la he encontrado también entre los omaníes. Sobre las distinciones sociales, que las hay, se impone una conciencia compartida de pueblo, de comunidad; algo que hemos perdido en nuestros países, me temo. Su singularidad dentro del Islam, como ibadíes, tiene mucho que ver con esto. Omán es un país de paz, de concordia y tolerancia, es un oasis de calma y diálogo en un área ciertamente convulsa. La personalidad del Sultán Qaboos ha sido también una clave insoslayable. En casi cincuenta años ha construido un país prácticamente desde la nada.
Se diría que hay una cierta y reciente fascinación por la ópera en los países de esta región, al hilo de las experiencias semejantes que han florecido en Dubai y Abu Dhabi, por ejemplo.
La ópera, es bien sabido, es el espectáculo total, donde se combinan el lenguaje de la música con otros lenguajes visuales, con el añadido además de la voz en vivo. Por todo esto pienso que es la forma de arte occidental con más posibilidades de trascender nuestras propias fronteras. En el caso concreto de Omán es una manifestación artística muy apreciada. Y este fenómeno se está extendiendo por otros países del entorno, caso de Dubai, Abu Dhabi, también Qatar o Bahrein; y creo que habrá también algo grande e importante en Arabia Saudita en unos años.
¿Cómo es la respuesta del público aquí ante su propuesta? Imagino que muy diversa a la que podemos ver en occidente, donde sí hay una tradición lírca que se remonta varios siglos atrás.
Yo estoy francamente muy contento con los datos que tenemos. La respuesta es magnífica, con un aforo lleno al 94% durante la pasada temporada, con espectáculos que van por supuesto más allá de la lírica como tal. En el plazo de tres años hemos aumentado el índice de asistencia del 53% al 94% y eso es una gran noticia; son datos que hablan de la consolidación del proyecto entre los omaníes. También estamos recibiendo visitas de árabes de otros países del entorno y esto es relevante porque dinamiza y difunde nuestra oferta. Nuestra programación de música árabe es también muy atractiva, con artistas de primerísimo nivel, muy apreciados por el público local.
Cada vez estamos dedicando más esfuerzos al programa didáctico, incluyendo una exitosa versión reducida de La flauta mágica para numerosos alumnos de las escuelas omanitas. Haremos lo mismo con Turandot esta temporada. Por aquí han pasado ya 5.000 niños este año. Se trata de un trabajo de fondo, con los profesores, con los alumnos.
El proyecto que desarrollan aquí es sin duda hermoso y meritorio, pero imagino que junto a las satisfacciones se habrá encontrado también algunas dificultades en el camino.
Debo decir que esta la fecha yo no las he encontrado. Tengo una fuerte relación con la administración del teatro y las instituciones culturales del país, que me dan su confianza y su respaldo. Esto nos permite trabajar con enorme seguridad; tengo carta blanca con la programación que pongo en escena. No obstante aquí también se han percibido los efectos de la crisis mundial que hemos atravesado en estos últimos años y eso no ha obligado a estar atentos, a cuidar bien nuestra propuesta y sus cifras. Algo, por otro lado, que sería sensato tener en consideración en cualquier otro lugar.