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Rocío Pérez: "No me gusta tener un concepto cerrado de mis personajes"

La soprano Rocío Pérez está llamada a ser una de las grandes sopranos españolas de su generación. Tras terminar Tres sombreros de copa en el Teatro de la Zarzuela y mientras canta La reina de la Noche, de La flauta mágica, en el Teatro Real, hablamos con ella. De sus comienzos, de su presente, de cómo siente el mundo de la lírica y de su futuro. El más inmediato, protagonizar Dinhorah de Meyerbeer en la Deutsche Oper de Berlín.

Primero preguntarle, ¿quién es Rocío Pérez?

Bueno, pues Rocío Pérez es… ¡No lo sé! (Risas). Una chica normal, del sur de Madrid, que no proviene de familia de músicos, aunque mis padres se esforzaron y preocuparon siempre porque tuviese cultura. Empecé tocando el clarinete, durante siete años, pero enseguida comencé a participar en coros, realizando algunos solos… Hasta que con 13 años canté por primera vez como solista en el Teatro Real, en The Little Sweep de Britten. Ahí tuve clarísimo que quería dedicarme a cantar e hice las pruebas con 15 años al conservatorio, cuando ni siquiera tenía la edad para poder entrar.

¿Su relación con el Real viene de largo, pues?

Sí, se podría decir que sí. Aquella experiencia me encantó. Todas las experiencias, cuando eres niño, se te quedan muy marcadas, pero esta en especial fue muy importante para mí, porque me marcó a fuego el deseo de ser cantante. 

Su formación y sus comienzos, por lo tanto, ¿son totalmente clásicas? Hay una generación de sopranos cuyo interés por la música comenzó con otros géneros…

Hombre, cuando era muy joven en mi día a día tenía más relación con la música ligera y siempre me ha encantado cantar pop. De hecho, una vez hice Numancia de Cervantes, con José Luis Arellano precisamente [Arellano acaba de dirigir Tres sombreros de copa en el Teatro de la Zarzuela, protagonizada por Pérez], donde se introdujo música, creando una especie de musical en el que yo cantaba con micro. Lo disfrute muchísimo, disfruto cantando de todo, pero como profesional, me siento mas realizada dedicándome al lirico!

He de decir que se aprecia notablemente su formación de teatro, o el teatro previo que ha realizado, cuando se sube a un escenario para cantar.

Fue con Arellano con quien empecé, el fue mi maestro, desde muy jovencita. Luego, además, me he formado en escuelas de teatro y siempre me ha gustado mucho el teatro. Además, reconozco que de niña el teatro era algo que me costaba bastante y sabía que era un muro que debía quitarme de encima. Por eso intenté formarme en el plano actoral a la vez que en el vocal. 

¿Y de ahí a la Ópera del Rhin?

Efectivamente, cuando estaba en el último curso del superior de canto en Madrid yo ya tenía clarísimo que quería salir fuera. Este mundo del canto es muy internacional, es imprescindible manejar idiomas y darse a conocer. Mandé inscripción a muchos teatros europeos pero del único que me llamaron para hacer una audición fue la Ópera Nacional del Rhin y ¡hubo suerte!  Allí éramos un grupo de cantantes jóvenes que hacíamos papeles secundarios y conciertos.  En Navidad, cantábamos las funciones familiares y además nos encargábamos de una producción anual en la Opera de Estrasburgo. Fueron dos años con coaching a diario, con idiomas, master classes, sin parar, cantando de lunes a sábado… ¡Te curtes! (Risas). Aprendes, finalmente, lo que es cantar sobre un escenario día a día. 

¿Y cuando termina el opera estudio?

Pues te puedes encontrar en la nada. O te has puesto a buscar antes, para ver los próximos pasos que tienes que dar, o puedes estar perdido. Por suerte pude entrar en la Ópera de Lyon, donde realicé dos o tres producciones y fui engarzando títulos, con la suerte de que no he dejado de trabajar desde entonces: Italia, Alemania, Francia…

Usted que ha participado en varios, ¿Qué opinión le merecen los concursos?

Para mí son algo esencial. No tanto por el hecho de ganar un premio o no, sino por estar ahí. Siempre lo digo: algunos de los momentos más importantes de mi carrera se han producido gracias a un concurso. Estuve en La Fenice de Venecia porque su director me escuchó en el Concurso de Nüremberg; llegué al Teatro Real porque Joan Matabosch me escuchó en Rusia…

Nombrando a Joan Matabosch, llegamos a la actualidad, donde se encuentra cantando la Reina de la noche, de La flauta mágica, en el Teatro Real. ¿Es uno de sus roles fetiche?

La he cantado en la Deutsche Oper en dos producciones distintas y en Dresde. Junto con esta y por el momento, en la Ópera de Hamburgo la próxima temporada, son cinco producciones distintas. Aquí en Madrid es la primera vez que he tenido tiempo de estudiar los detalles del papel tranquilamente, ya que en Alemania se trabaja muy rápido.

¿Tiene un concepto propio de La reina de la noche?

La verdad es que no. No me gusta tener un concepto cerrado de mis personajes, para ser más versatil en las producciones, porque en cada una te piden algo distinto. Lo que sí tengo es mi manera de cantarla, con ciertos detalles que sí llevo a cabo siguiendo la tradición… y otros que no.

La producción de Barrie Kosky que se hace en el Real es increíble pero tiene una complejidad añadida, y es que mi personaje no usa el cuerpo, solo la cara, de hecho tengo que estar lo mas rígida posible. Yo que soy una persona delgada, pequeña, acostumbro a usar todo el cuerpo para cantar en muchos casos. ¡así que es todo un hándicap, pero de todo se aprende!

No parece que pueda desarrollar mucho su personaje en esta puesta, ciertamente.

La verdad es que lo que más disfruto a la hora de hacer una producción son los ensayos. Las funciones también, pero donde más se aprende y más se disfruta es en proceso de ensayos. En esta producción una gran parte del trabajo lo hacen las proyecciones. No obstante, como espectadora me encanta y funciona muy bien con el publico!

Entre una producción clásica, tipo cartón piedra y una más moderna tipo videomapping

No creo que el cartón piedra sea lo más relevante, la verdad. Aunque quizá el publico de hoy necesite algo más que el cartón piedra. Estamos tan acostumbrados a los estímulos visuales rápidos y superficiales, al igual que a recibir información rápida y constante por todos lados… que creo que la opera tiene que subirse al carro. Creo que hoy más que nunca debemos hacer un esfuerzo importante en llegar a todo tipo de  público y en especial a los jóvenes.

No obstante, un cartón piedra con un cantante que interprete desde la verdad, consiguiendo transmitir y haciendo que el publico se emocione… puede ser suficiente. 

¿Cómo se le capta?

¡No lo sé! (Risas) ¡No tengo una varita mágica! Pero como una persona joven que soy, a quien le gusta hacer y descubrir cosas nuevas, que utiliza Netflix y mientras está con Netflix, está mirando el móvil… siento que se está perdiendo la capacidad estar concentrado en una sola cosa. Hoy en día, para los nuevos públicos puede suponer un auténtico esfuerzo estar concentrados solo en el espectáculo, de hecho cada vez se ve mas gente que mira WhatsApp durante una representación… Por eso creo que es nuestro deber captar la atención del público adaptándonos a él. 

Echando un vistazo a su repertorio, es realmente variado. ¿Cómo es su voz? ¿Hacia dónde se dirige?

Hacia dónde va no lo puedo saber, porque tratándose de la voz, es difícil hacer un pronóstico concreto y acertar. La primera vez que me ofrecieron Lucia di Lammermoor, he de reconocer que me sorprendió, porque hasta entonces me había visto siempre en un repertorio más ligero ya que lo que he tenido siempre natural es el sobreagudo, pero luego, trabajando papeles lirico-ligeros me he dado cuenta de que también disfruto mucho haciéndolos. Igualmente creo que lo que mas me luce es el repertorio de coloratura, Olympia de Les Contes d’Hoffmann, estoy trabajando Comtessa Adèle en Le Comte Ory de Rossini y cantaré Dinorah, de Meyerbeer, este marzo en la Deutsche Oper de Berlín. Una ligera de libro donde no me puedo sentir más cómoda. Con el repertorio francés para soprano ligera me siento muy a gusto. Por otro lado, el bel canto me gusta muchísimo… ¡disfruto con todo, la verdad! ¡Y me aburriría haciendo todo el rato lo mismo! (Risas). No creo ni que sea bueno acostumbrar a la voz a estar cantando todo el tiempo lo mismo. Ahí están por ejemplo mis dos participaciones en el Teatro de la Zarzuela, donde he hecho dos obras contemporáneas y me he sentido muy bien. 

¿Cómo han resultado sendas experiencias?

Dos compositores completamente distintos. Tomás Marco [Policías y ladrones estaba previsto que se estrenase la temporada pasada, pero se canceló por huelga de sus trabajadores ante la absorción del teatro por parte del Teatro Real] es lo que yo entiendo más por un concepto atonal, más complejo a la hora de abordarlo musicalmente. Con Ricardo Llorca [Tres sombreros de copa] es distinto. Se ha acercado más al teatro musical y eso en el canto, se nota. En cualquier caso, disfruto mucho haciendo contemporánea porque no estoy encorsetada. Puedo, entre comillas, hacer lo que me de la gana. Con Tres sombreros sentía la tranquilidad de poder aportar, con el consentimiento del autor, que en este caso disfrutaba con mis ideas. En un repertorio clásico cuesta salirse de la tradición. 

En muchas ocasiones ya es más la tradición de quien escucha, que la tradición de quien escribió la partitura…

¡Lo peor es cuando el público espera! Las óperas tradicionales se llevan subiendo a escena tanto tiempo, que parece que ya esté todo hecho. Todo el mundo tiene sus referentes en el oído y a veces a los artistas nos da miedo intentar innovar. Porque puede que nos vean como copias de otros, o como alguien que no respeta lo que ellos recuerdan. 

¿La tradición oprime?

Sí, la tradición oprime. No lo digo como algo negativo de cara a la tradición, sino como un punto positivo a favor de la nueva creación. 

Foto: Rocío Pérez web.