José Luis López-Antón: "Una vez que te subes al podio, solo importa la música"
José Luis López-Antón (n. 1990) es una de las batutas españolas más jóvenes. Su trayectoria va ganando enteros, con nuevos compromisos en España y también furea de nuestro país. En marzo abordará una gira de concietos en México al frente de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí y la Orquesta Filarmónica de Boca del Río
Seria bueno comenzar situando los orígenes de su vocación como director, puesto que se formó primero como saxofonista.
Sí, comencé mi formación con el saxo como instrumento principal. Si bien desde pequeño ya había mostrado un interés por la dirección musical. Esa inquietud vino como algo bastante natural en mi caso, como un ansia de ampliar conocimientos y adquirir una perspectiva más global. La mirada del solista es una experiencia fantástica y puede traer muchas satisfacciones. Pero en mi caso tenía la sensación de que necesitaba abrir el gran angular y entender y profundizar en la música desde un punto de vista más amplio. La dirección de orquesta me llegó pues de una manera natural, en los últmos años de mi formación instrumental.
¿Quiénes han sido sus maestros y principales influencias?
He tenido varios maestros, aunque citaría sobre todo a Andrés Salado y Miguel Romea, con su Academia de Dirección. Y otra figura importante para mí ha sido Andrew Gourlay, el maestro titular de la Sinfónica de Castilla y León, con quien he podido trabajar en diversas ocasiones, teniendo con él una relación profesional y humana bastante estrecha. He sido su asistente en varios programas, como la Décima de Mahler que se hizo en la reconstrucción de Deryk Cooke. Con Gourlay, que es un director muy inquieto, he podido tomar contacto con un repertorio mucho más ambicioso y variado.
¿Y cuáles fueron sus primeros pasos en la dirección orquestal?
Tuve mis primeros contactos como director con la Orquesta de Ávila, la Orquesta de Juventudes Musicales, en enero de 2015. Y ya en el 2016 fueron mis primeros compromisos a nivel profesional con la Orquesta de Castilla y León. Mi acceso al mundo profesional vino pues de una manera bastante natural y relativamente temprana.
¿A qué batutas del pasado lejano o reciente citaría como referentes?
En última instancia depende de cada repertorio en concreto, pero creo que todos los directores sentimos una gran fascinación por la figura de Carlos Kleiber. Su personalidad abrumadora, su técnica personal, su manera de difinir el sonido... Es una gran inspiración para todos. En mi caso también citaría otras referencias, bastante eclécticas: desde el gran Harnoncourt al trabajo de Giovanni Antonini con Il Giardino Armonico, sin olvidar a Riccardo Muti, por su seriedad y su manera de encontrar la verdad en la música. Y entre los maestros españoles de hoy en día citaría a Juanjo Mena, Pablo González y a Pablo Heras-Casado, aunque hay muchos más. Si querría poner en valor la figura fundamental de los precursores, desde Ataulfo Argenta al gran Jesús López Cobos, pasando por Antoni Ros-Marbà, Antonio García Asensio o Miguel Ángel Gómez Martínez.
Como castellanoleonés imagino que la figura de Jesús López-Cobos tendrá un significado especial.
Sin duda, es una inspiración. Él tuvo que emigrar para forjarse su carrera. No digo que me sienta heredero, pero sí me identifico de una manera quizá más romántica con su legado, en unos años en los que la música en España era un terreno yermo.
Llama la atención en su agenda la relación con México, muy asentada y regular a pesar de lo breve aun de su carrera profesional.
Sí, así es, con el país de México mantengo una relación profesional muy estable. Hay ocasiones en la vida que llegan cuando uno no las espera y acaban siendo un regalo. Mi primer concierto en México fue en mayo de 2018 y desde entonces he tenido ocasión de volver en ocho ocasiones, trabajando con varias orquestas de manera regular.
¿Y cómo son las orquestas allí? Creo que en España no tenemos una impresión demasiado clara de ese mapa sinfónico.
Generalmente las orquestas allí tienen dos temporadas semestrales, incluso a veces tres bloques de programación, a diferencia del esquema que seguimos en Europa. Mi primer contacto fue con un proyecto de la Orquesta Sinfónica Nacional de México y de allí surgió la invitación a trabajar con ellos en otro proyecto en el Bellas Artes. En diciembre de ese mismo 2018 recibí ya una invitación de la Filarmónica Ciudad de México para dirigir su concierto de cierre de temporada, que desafortunadamente no pudo llevarse a cabo por el terrible terremo que tuvo lugar esos días. Realmente estoy muy agradecido de este buen entendimiento con las orquestas de México. Ahora en marzo de hecho vuelvo para allí, para ponerme al frente de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí y la Orquesta Filarmónica de Boca del Río. Para mí es una ocasión estupenda para hacer piezas del gran repertorio y también para proponer obras y autores allí menos conocidos. Soy por ejemplo un apasionado de Guridi, al que intento poner en valor siempre que tengo ocasión. Su Sinfonía pirenaica o sus canciones deberían interpretarse más a menudo.
En línea con esto, ¿cuáles son ahora mismo sus principales intereses en referencia al repertorio?
Aunque a veces uno no siempre puede elegir los programas que dirige, sí que tengo curiosidad por dirigir un amplio repertorio, desde Haydn hasta Glazunov, un autor muy interesante y muy poco escuchado. Haré proximamente su Cuarta sinfonía con la Filarmónica de Málaga. Como director joven es inevitable enfrentarse al gran repertorio, pero es igualmente complicado decir algo nuevo y con personalidad ahí, porque hacen falta años de oficio para llegar a ello. Por eso mismo me interesa en ocasiones proponer otros autores u obras menos frecuentados, donde es más sencillo encontrar la expresión propia.
¿Con qué orquestas españolas ha trabajado hasta la fecha?
Estuve en el ciclo de jóvenes músicos de la Orquesta de RTVE, haciendo la Octava de Dvorak, el Concierto de arpa y flauta de Mozart y las Siete canciones tempranas de Berg, que nunca antes había interpretado esa orquesta. También he trabajado con la Orquesta de Castilla y León con cierta continuidad, como antes mencionaba. Es la orquesta que he visto crecer y es un placer siempre estar con ellos, incluso con proyectos complicados y exigentes como la ópera Yo, Claudio que hicimos el año pasado y que fue todo un reto. También he trabajado con la Orquesta de Navarra, haciendo el estreno absoluto del Doble concierto de Jesús Torres para violonchelo y acordeón.
¿Qué compromisos destacaría de su agenda por venir?
El concierto que ahora mencionaba con la Filarmónica de Málaga, en el ciclo Frente al mar, en octubre de 2020. Hay sobre la mesa dos proyectos con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, que se anunciarán en breve. Y por supuesto, la agenda en México seguirá ampliándose con más conciertos. Además, no quiero olvidarlo, las citas con mi orquesta, la Sinfónica de Ávila.
Sí, quería preguntarle por este proyecto. Cuéntenos algo más al respecto.
Quizá sea un proyecto poco conocido pero se están dando pasos importantes. Es una orquesta que creció a partir de 2012, al albur de la asociación provincial de Juventudes Musicales, con un claro planteamiento de orquesta joven, con encuentros en periodos vacacionales (Navidad, verano y Semana Santa). Ávila nunca había tenido una relación directa con la música sinfónica. Es algo común a varias ciudades de Castilla y León, aunque sea paradójico, puesto que ha habido y hay grandes músicos nacidos allí. En 2008 tuvo lugar el cierre de la orquesta joven de la Sinfónica de Castilla y León y humildemente quisimos llenar ese hueco de algún modo con este proyecto. Aunque el funcionamiento sea el propio de una orquesta joven, tenemos en plantilla gente de más edad, incluso solistas en algunas orquestas importantes de España. Es un proyecto bonito y emocionante. Yo empecé a colaborar primero como director asistente y ya como titular en 2015. No contamos con grandes recursos, más allá de los pequeños del Ayuntamiento de Ávila y la Junta de Castilla y León, a través de la OSCyL. Pero hemos hecho repertorios exigentes, como una Primera de Mahler; Cuarta, Quinta y Sexta de Chaikovski; u Octava y Novena de Dvorak. Este verano vamos a lanzarnos a hacer la Novena de Beethoven, en ocasión del aniversario del compositor. Ávila es una ciudad Patrimonio de la Humanidad y queremos ponerlo en valor a través de la música.
¿Qué sentido tiene todavía hoy la etiqueta de "director joven"? En ocasiones la mantenemos todavía para maestros que superan los cuarenta años.
Sí, es curioso, a veces se diría que uno pasa de ser una joven promesa a director consolidado en un año, visto y no visto. Yo sí entro, por edad y por lo temprano aun de mi trayectoria, en esa etiqueta de director joven. Mi repertorio y mi experiencia vital son aun jovenes. Esta es una profesión de contrastes: cada año veo que sé más cosas, que gano experiencia, pero al mismo tiempo me doy cuenta de que se amplia el horizonte de todo lo que me queda por aprender y descubrir. La evolución es exponencial, no es una progresión aritmética. Un director joven está bajo muchos focos: las orquestas que diriges, el público que te empieza a conocer, la crítica que se fija en tus primeros pasos... La exigencia es mayor, pero es lógico que así sea. La única manera de convencer es hacer un trabajo profesional, yendo a cara descubierta. Hay que ser honesto con uno mismo y con los demás. Lo que tenga que salir bien, saldrá; y lo que no funcione, servirá para aprender algo. Hay que avanzar sin miedo, con prudencia, pero con seguridad. Una vez que te subes al podio, solo importa la música.