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Pedro Rojas-Ogáyar: Joaquín Rodrigo es el Beethoven de la guitarra

El joven guitarrista jiennense acaba de lanzar al mercado su nuevo disco, dedicado a la música de Joaquín Rodrigo y grabado con el sello IBS Classical. Partituras que le han acompañado a lo largo de su vida y su carrera, como él mismo nos cuenta, abriéndonos a sus comienzos, su visión de la actualidad guitarrística y a las obras para su instrumento de los siglos XX y XXI, de las que Rojas-Ogáyar se ha convertido en uno de sus mejores valedores.

 

Acaba de publicar nuevo disco dedicado a Rodrigo, pero ¿Quién es Joaquín Rodrigo?

Para mí, es la persona y la figura que consigue que la guitarra sea un verdadero instrumento de concierto, a la altura de cualquier otro instrumento solista. Al mismo tiempo, logra que el repertorio adquiera el valor de los intérpretes que lo tocaban. Por ejemplo, el nivel interpretativo de Segovia se puede comparar con el nivel compositivo de Rodrigo. La guitarra es ese instrumento que siempre se está recluyendo en su propio círculo, en su propio ambiente, pero que este hombre, a través de su legado compositivo, consigue que aparezca en las mejores salas de conciertos, que adquiera un valor importante a través de su propio desarrollo estilístico… Sin ser guitarrista, uno de los compositores que más ha hecho por la guitarra en la historia.

De hecho, la sensación de que sólo se le conoce por dos de sus obras para guitarra, cuando tiene muchas más, es palpable.

Efectivamente. Tiene cinco conciertos para guitarra y orquesta, aunque dos: Concierto de Aranjuez y Fantasía para un gentilhombre, sean los más conocidos y luego, para instrumento solo, podemos hablar de alrededor de una veintena de obras, todas de altísimo nivel. Luego, además, obras de cámara donde el instrumento está muy presente. Sumadas al desarrollo técnico con el que marca sus composiciones, consigue que el instrumento se revalorice. Joaquín Rodrigo supone una figura para la guitarra del mismo calibre que Beethoven con el piano. Vamos, yo diría que Rodrigo es el Beethoven de la guitarra.

¿Por qué?

Aunque pueda resultar una paradoja, su visión no guitarrística beneficia a los guitarristas. ¿Por qué? Porque el guitarrista que compone siempre cae en el cliché guitarrístico que hace que el instrumento no sienta un riesgo. Sin embargo, cuando aparecen figuras como la de Rodrigo, consiguen que tengamos otra visión sobre el instrumento. El otro día, hablando con el pianista Rubén Fernández Aguirre, él me decía que cuando toca la música de Rodrigo en el piano, piensa en la guitarra. Yo le contestaba que cuando toco la música de Rodrigo, ¡pienso en el piano! (Risas) ¡Ese es el enriquecimiento del compositor no guitarrista que mira hacia nuestro instrumento! ¡Con un lenguaje riquísimo!

¿Rodrigo es más libre en la guitarra?

Sí, se podría decir que sí. Es curioso, porque se trata de un autor muy prolífico que, creo, pensaba su música desde el piano y que al pensar en la guitarra ganaba en libertad, al mismo tiempo que enriquecía su lenguaje. Es lógico que otros instrumentistas o cantantes digan que muchas de sus partituras les recuerdan a la guitarra, porque Rodrigo la tiene interiorizada en su lenguaje, aunque no esté componiendo para ella. Al igual que le ocurre con el folclore, o con su mirada a la música antigua…

¿Por qué las obras seleccionadas en este disco?

Son, directamente, mi relación con Joaquín Rodrigo. Él es un reto para mí y estas son las obras que he tocado de él hasta el día de hoy. Creo que a lo largo de mi carrera conseguiré tocar toda su obra. Todas han llegado a mi repertorio a través de la programación de conciertos, de mi etapa de estudiante, o algunas que he querido abordarlas en momentos determinados como si fueran un reto, con la necesidad de crecer yo como instrumentista. Por ejemplo, la Sonata Giocosa es una obra de la que me hablaba mi maestro Marco Socías… Junto al Generalife es la primera pieza que escucho de Rodrigo… No es que estén escogidas por un motivo especial, sino que han fluido a lo largo de mi vida y de mi carrera…

Menciona Junto al Generalife que, según tengo entendido, para usted supuso un punto clave a la hora de decidirse por ser guitarrista profesional… ¿Cómo fueron sus comienzos con la guitarra?

Yo comencé a estudiar música a los seis años, en un pueblo de Toledo. En realidad, empecé tocando la trompeta. Por lo visto era un alumno brillante porque tenía las cualidades para tocarla desde pequeño, pero tuvimos que mudarnos de ciudad, ya en la provincia de Jaén, donde no se impartía la especialidad de trompeta. Yo no quería dejar la música por nada del mundo y resultó que por casa había una guitarra. Viejísima, antigua, que quedó como mero adorno… pero yo me presenté en el conservatorio con ella.

Más tarde llegué a Sevilla, en ese momento centro guitarrístico muy potente a nivel Europeo, para estudiar con Antonio Duro. Allí conocí a Marco Socías y tras estudiar con él en Málaga, decidí dedicarme a la carrera concertística. De allí me fui a Berlín para estudiar con Nora Buschmann y con Pablo Sáinz Villegas en Madrid. Si hacemos un resumen de maestros, Duro me dio la base técnica y musical para ser independiente; Socías me mostró lo elegante que se puede ser tocando y lo atractivo que puede resultar un concierto; Buschmann me enseñó que para ser músico hay que montarse en un avión y Pablo es la visión audaz, de la máxima entrega al instrumento, pasional, mostrándote que se puede vivir de tocar.

¿Y qué me puede decir de su guitarra?

Mi primera guitarra fue aquella que le comentaba anteriormente. En Sevilla ya tuve una guitarra de la luthier Ana María Espinosa, cuyo taller bebe de toda la Escuela granadina, haciendo una lectura exterior de ella, con una visión que también bebe de Alejandro, otro de los grandes constructores. Al empezar a sumergirme en la música de cámara y requerir otras sonoridades, adquirí una guitarra, una Dieter Müller, que me hicieron a medida en Biedenkopf, un pueblecito cerca de Frankfurt y que es actualmente con la que toco.

Me llamó la atención una cuestión que se comentó durante la presentación de su disco: ahora las obras de Rodrigo se tocan como están escritas y que antes, dada su dificultad, ni siquiera Segovia las interpretaba de forma “fidedigna”.

A Segovia le debemos tanto, pero tanto… de hecho yo estoy aquí por Andrés Segovia. Si él no hubiese existido, yo tampoco. No se puede criticar a quien ha sido el “padre” de tantos. Con esto claro, hay que tener en cuenta que Segovia era muy prolífico y su agenda era tal que no podía abarcar todo el trabajo que le llegaba. Había momentos en los que se veía obligado a rectificar ciertas ediciones; “asegoviaba” el repertorio. Lo hacía a su manera. Sobre todo, por una visión estilística muy definida. El tenía muy claro qué quería de la guitarra y, al mismo tiempo, predominaba una visión en general muy conservadora sobre este instrumento. Con la música de Rodrigo se hizo un poco esto. Grandes intérpretes de la época: Sainz de la Maza, Llobet… cuando aparecían las partituras de Rodrigo, con las dificultades técnicas que exigían, les suponían todo un reto. Por ejemplo, Rafael Aguirre acaba de grabar recientemente su Toccata, una obra que ha estado cuarenta años en un cajón porque no se podía asimilar. La técnica de los guitarristas de la época no estaba al nivel necesario. La técnica ha tenido que evolucionar hasta nuestros días para tocar las obras exactamente como están escritas en la partitura. Está mal que lo diga yo, pero es que la guitarra, yo creo, es el instrumento más difícil.

Dado que su disco anterior también se dedicó al siglo XX y al XXI, ¿hay alguna relación entre aquel y este nuevo dedicado al compositor valenciano?

La sensibilidad de ambos discos es la misma: abordar el repertorio de la época dorada de la guitarra, que efectivamente son los siglos XX y XXI. Estilísticamente, Rodrigo se asocia a repertorios anteriores, pero es la figura nexo entre la modernidad de la guitarra y la época anterior. De él se nutren todos los compositores posteriores. Aquel disco, repleto de autores que no eran guitarristas, como Rodrigo, se llamaba Excepciones porque todos ellos, excepto José María Sánchez Verdú sólo tenían una o muy pocas obras para guitarra solista. Mi filosofía es ir rescatando obras de compositores que no son guitarristas. La idea que subyace de fondo en todas mis grabaciones es rescatar a la guitarra de esos círculos propios, endogámicos, de los que no parece poder salir.

¿Cuál es la actualidad cultural de la guitarra clásica en nuestro país?

La guitarra, continuamente, se recluye en sus mundos, en su situación más cómoda. ¿Cuál es esa situación? Obras compuestas por guitarristas, escuchadas por guitarristas en ciclos o festivales de guitarra. Ese modelo provoca que el programador de la gran sala crea que no tiene necesidad de programar guitarra porque ya tiene su espacio propio, pero ese es un modelo obsoleto. Si grabo Rodrigo es porque, como Segovia, fue una persona que consiguió rescatar a la guitarra de este mundo tan cerrado y tan propio, abriéndola al gran público. Eso es lo que me gustaría conseguir a mí. Ayudar a que la guitarra sea amada y comprendida por cuanta más gente, mejor. La guitarra tiene que programarse asiduamente en el Auditorio Nacional o en todos los grandes festivales de este país, donde no hay conciertos para guitarra programados. ¡Qué tengamos que estar todavía hoy reivindicando la figura de Joaquín Rodrigo para la obra de guitarra…! Tengo comprobado que cuando la gente descubre por primera vez el resto de sus obras más allá del Concierto de Aranjuez, quedan fascinados.

Entiendo que la guitarra es un instrumento con el que aquí, en España, se puede conectar muy rápidamente y muy profundamente, en realidad.

¡Sólo imagínese que la guitarra fuera alemana! ¡Tendríamos guitarra por todos lados! Es tan sencillo como eso. Imagínese que Beethoven hubiese compuesto para guitarra… ¡pero es que insisto, tenemos nuestro propio Beethoven de la guitarra! Pero no nos gusta mirar, ahondar en nuestra cultura, en nuestro repertorio… Ahí está Rodrigo… ¡pero también Sánchez-Verdú! En sus obras siempre está muy presente la guitarra… Me gusta poner mi carrera a la disposición de los compositores de hoy para ser esa “figura bisagra” que una el siglo XX con la contemporánea, que es otro mundo que a menudo se cierra en sí mismo. Al público en general no se le ofrecen estas conexiones que acerquen las figuras compositivas de antes a la actualidad… pero es que el miedo al riesgo es algo fácil.

Tiene Rodrigo una obra orquestal preciosa, dedicada a la NASA: A la busca del más allá… ¿Cuál es su búsqueda personal del más allá con la guitarra?

En la guitarra y en nuestro país, el más allá es una carencia del más acá. Tenemos los deberes sin hacer en el presente y el mañana es, ciertamente, el más allá. Tenemos grandes figuras que están componiendo para guitarra que en otros sitios de Europa sí valoran… mientras que aquí nos seguimos sorprendiendo con Rodrigo y la obra que desconocemos de él. Mi labor en el más allá ha de ser traer hacia el más acá todos estos nombres del Siglo XXI y unirlos al siglo XX, para que volvamos a disfrutar aquellos y conozcamos a los nuevos. Vamos a valorar lo que tenemos. Vamos a disfrutarlo.

Foto: Víctor Cobaleda.