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Lo físico

Gerardo Diego, músico, de Antonio Gallego Gallego. Editorial Renacimiento

Recuerdo como si fuera ayer el día en que mi mujer me regaló el primer vinilo que grabó Montserrat Caballé, cantando Mompou, con el mismísimo compositor al piano. Lo había escuchado por los mundos digitales, pero necesitaba, de necesidad mental, anímica y física, sentirlo entre mis manos. El regalo no fue el disco en sí, sin embargo, sino la búsqueda de mi mujer hasta que lo encontró. El afecto depositado en ella. Recuerdo abrirlo, invadiéndome ese olor a cartón antiguo... ponerlo en el plato y comenzar a llorar. Entonces, gracias al efecto, ya digo, de lo físico, pude sentarme en el sofá con la funda del LP entre mis manos, para escudriñar, despacio, cada detalle de la edición. Quedé fascinado por las notas escritas en el reverso... cosas que se pierden con lo digital... acunado por aquellos acordes de reminiscencias metálicas, no salía de mi asombro: estaban firmadas por Gerardo Diego.

La poesía, la más generosa y valiente de las artes, a menudo se da la mano con la música. Qué voy a contarles... ahí tienen el arpa de Becquer, los muchos versos de Margarit, o el maravilloso Combat del somni, de Pla, con el que arrancaba aquel vinilo invadido por el azul del mar, del cielo, de la infancia. En un viaje de ida y vuelta, los ejemplos serían interminables, como casi parecen serlo las líneas que Gerardo Diego dedicó o se vieron influidas, de alguna manera, por la música. Quienes amen la música, pero sobre todo, quienes amen la poesía, lo sabrán bien. Para todos ellos y ellas, y para quienes aún no se han sumergido en su imaginario, la editorial Renacimiento publica "Gerardo Diego, músico", de Antonio Gallego Gallego, en un trabajo de filigrana, de minuciosidad y de elegante edición. Les seré, como siempre intento, sincero. No suelen atrarme mucho este tipo de entregas analíticas, porque suelen quedarse en una recopilación superficial de trabajos... pero a Renacimiento le debo mucho y, por tanto, ha sido una acertada garantía. Muchas ventanas, muchas realidades y muchos sueños. Le debo el haber "descubierto" con ellos y ellas a Concha Méndez, Carmen Conde, María Teresa León... estoy deseando hacerme con su recién publicado Epistolario del exilio de María Lejárraga... Si los libros, si las voces, si los versos de tantos grandes son hoy nuestros compañeros de viaje, es gracias a editoriales como Renacimiento. 

Dicho esto, Antonio Gallego, quien fuera catedrático de Musicología y subdirector del Conservatorio Superior de Madrid, publicó ya una antología de poemas musicales de Diego en Cátedra, a la que recomiendo, como hace el propio Gallego, acudir junto a este análisis más pormenorizado de casi 150 (!) poemas del autor. Dividido en once capítulos (más una coda recopilatoria), una y otra publicación son absolutamente concomitantes, agrupando Gallego los versos de Diego en romantizados títulos: músicas creacionistas, relativas, circunstanciales... Previamente, el interesentísimo "Gerardo Diego, poeta y pianista", no sin antes regalarnos unas pinceladas propias de sus porqués, igual de románticas que los títulos, pero vivencias sin las que, probablemente, este libro no habría visto la luz. Metidos en harina, Gallego desgrana cada poema referido de forma sencilla, literaria, sin tecnicismo o intrincados meollos, siempre desde la práxis musicológica, que dotan de más amplia significancia las características y circunstancias de Gerardo Diego. Ampliar la ventana abierta por el poeta, a través del análisis de la música que hay en el paisaje que nos muestra. Este libro, una vez más en Renacimiento, es imprescindible.