Pensar el sonido
La música despierta el tiempo. Daniel Barenboim. Editorial Acantilado, Barcelona 2023
“Ninguna escuela eliminaría de sus programa educativo el estudio del lenguaje, de las matemáticas o de la historia, pero el estudio de la música, que abarca tantos aspectos de estos campos incluso puede contribuir a entenderlos mejores, a menudo se ignora por completo” (Daniel Barenboim en La música despierta el tiempo)
El célebre pianista y director Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942), quien sigue estos meses bregando con su maltrecha salud, siempre ha sido además un reconocido intelectual y un manifiesto activista en favor de causas nobles y humanistas, amén de un pacifista contrastado. La editorial Acantilado acaba de traducir al castellano un volumen que recoge algunos textos autógrafos del propio Barenboim, en su mayoría procedentes de unas conferencias para la Universidad de Harvard en otoño de 2006, junto con varias entrevistas y artículos diversos.
Estamos ante un conjunto de ensayos y reflexiones ciertamente estimulante. Porque a decir verdad Barenboim no sólo es un genial músico sino que es un pensador audaz, capaz de confrontarse con los grandes interrogantes que han ocupado a los más célebres filósofos desde hace siglos. Bajo este prisma, en los primeros capítulos del volumen, Barenboim se interroga por la naturaleza del sonido, en especial relación con el silencio, arrojando interesantes reflexiones que se enriquecen además de su propia práctica musical, más allá de la pura elucubración intelectual.
La segunda parte del libro, bajo el epígrafe de ‘Variaciones’, recoge varios artículos y algunos ensayos más breves, previamente ya publicados, junto a varias entrevistas y conversaciones. En estos textos trasluce por ejemplo su gran admiración por la figura de Wilhelm Furtwaengler, ciertamente icónica para Barenboim, quien confiesa haberle tenido siempre como una referencia inevitable. También se detalla profusamente el principio y desarrollo de su amistad con Pierre Boulez, tan significada en su día. Ciertamente, asombra una vez más comprobar la talla de los interlocutores musicales que Barenboim ha podido encontrarse a lo largo de su trayectoria.
Entre otros muchos asuntos despachados en estos breves textos, Barenboim abunda por cierto en una cuestión hoy de tanta actualidad como es la precocidad de los músicos. Barenboim fue un niño prodigio, como lo fue Mozart, como lo han sido Klaus Mäkelä o Tarmo Peltokoski. Lo cierto es que Barenboim no tiene tan claro que haga falta una gran experiencia vital para poder afrontar determinados repertorios, como si la falta de vivencias fuera un lastre a la hora de dar la talla en la ejecución musical: “Yo se muy bien lo que significa ser siempre muy joven para todo. (…) Siempre me vi confrontado con el hecho de que hay que tener una gran experiencia vital para ser un buen músico. Desde luego, eso no deja de ser cierto. Hay cosas que solo pueden aprenderse con el paso de los años. (…) Pero también puedes aprender mucho de la música para la vida. Lo que pasa es que no lo hacemos”, sentencia Barenboim con preclara lucidez.
Por parte de Barenboim, como músico y director, hay en este volumen algunas afirmaciones verdaderamente esclarecedoras, sagaces. Por ejemplo podemos leer: “Me parece que demasiado a menudo intentamos resolver los problemas musicales aventurándonos en una sola dirección. En realidad, el ritmo, el sonido, la entonación, el fraseo y la articulación son elementos que siempre están presentes, y que, como mínimo, en la música tonal, se influyen entre sí”. Esto -tan obvio por otro lado, pero tan olvidado a menudo- viene a cuento de cuántísimas veces críticos y musicólogos se pierden en la anécdota, comentando la elección de un determinado tempi aquí o allá, cuando todo es mucho más complejo y requiere una visión de conjunto más elaborada.
El volumen, por cierto, se completa con un esmerado índice analítico que facilita mucho localizar las menciones de Barenboim hacia otros músicos, intérpretes o compositores. Se trata de un libro amable, más allá del tono académico que preside los primeros capítulos, entrecruzado de anécdotas personales y recuerdos realmente valiosos.