wagner chamberlain

EL DILETANTE INGLÉS 

Wagner y mi camino hacia Bayreuth. Houston Stewart Chamberlain. Edición de Blas Matamoro. Ed. Fórcola. Madrid, 2019

Pocos personajes de la historia de la música pueden compararse a Richard Wagner. Más que por su trabajo de compositor (que también, aunque no sea del gusto de todo aficionado) por el “montaje mediático”, por utilizar términos actuales, que le rodeó en vida y, mucho más, después de muerto. Indudablemente el maestro de Leipzig se supo promocionar siempre, pero sus descendientes crearon alrededor de su figura un producto comercial (y cultural, no hay que olvidarlo) que siempre se ha vendido muy bien, aunque haya tenido sus enemigos acérrimos también. Si su viuda, Cosima Liszt Wagner comenzó la “divinización” del compositor, ésta se acrecentó con la llegada a la familia de dos personajes, ingleses para más señas, que un castizo definiría como “más papistas que el Papa”. Uno de ellos fue la mujer del único hijo varón de Cosima y Richard, Sigfried: Winifred Marjorie Williams, que acabaría siendo la segunda “emperatriz” de Bayreuth, el teatro donde se siguen representando cada verano las obras de Wagner, y también una de las responsables de que aún perdure esa imagen de la obra wagneriana ligada al nazismo, fe que profesó con fervor esta inglesa de Hastings. Pero no fue la única de la familia. Eva Wagner (hija que Cosima y Richard habían tenido cuando la primera aún estaba casada con el director Hans von Bülow) contrajo matrimonio con otro inglés: Houston Stewart Chamberlain. 

Ahora la editorial Fórcola, siempre atenta a rarezas relacionadas con el mundo musical, edita un fragmento (concretamente el cuarto capítulo)  de las memorias de Chamberlain: Caminos vitales de mi pensamiento. El interés de esta publicación, además de los pensamientos realmente extremistas y extravagantes en muchos casos del wagneriano inglés, es el trabajo de edición de Blas Matamoro que se encarga también de una excelente y muy socarrona introducción en la que nos pone sobre la pista de este “diletante” (denominación que Matamoro no se cansa de utilizar con un deje que denota la poca simpatía que le despierta Chamberlain) y nos habla de éste y otros personajes de “la corte de Bayreuth”. 

No voy a desvelar el contenido de este relato autobiográfico que parece tener por lo menos una cosa en común con el más famoso de su suegro “Mi vida”, y es la libre, y fantasiosa a veces, interpretación de los hechos y las circunstancias que se narran. Resulta muy esclarecedor e interesante (aunque no se compartan las ideas, claro está) cómo este inglés un poco “buscavidas” se ve integrado en ese mundo tan especial, tan absorbente y, por qué no decirlo, tan disparatado que se creó alrededor de la figura de Richard Wagner. Tendrá que venir el varapalo de la derrota de la II Guerra Mundial y el excelente olfato de los nietos del compositor Wieland y Wolfgang y su “Nuevo Bayreuth” para que las cosas se pongan más en su sitio y el enfoque político extremo, al que contribuyeron personajes como Chamberlain, desaparezca o por lo menos no se haga patente en el mundo musical de la Verde Colina.

Un libro muy atractivo (al que acompañan una buena colección de fotografías de la época) que nos ayuda a conocer, como dije, esa “corte wagneriana” y a la que Blas Matamoro examina con ojos de experto crítico.