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Yolanda Auyanet: "Ahora soy más crítica y, al mismo tiempo, más indulgente conmigo misma"

La soprano canaria Yolanda Auyanet alcanzará en breve 30 años de carrera, como una de las mejores voces de nuestro país. No siempre le ha resultado fácil hacerse valer en España, pero ahora mismo acaba de enlazar dos nuevas producciones aquí, protagonizando sendos primeros repartos de Luisa Fernanda (Teatro de la Zarzuela) y Norma (Teatro Real). Hablamos con ella de todo ello, de su visión sobre el personaje de Bellini, el bel canto, su arte y su carrera.

 

Acaba usted de cantar Luisa Fernanda en el Teatro de la Zarzuela, con nueva producción, compatibilizándolo con los ensayos de otra nueva producción de Norma, en el Teatro Real. ¿Cómo se mantiene cada cosa en su lugar y la cabeza en su sitio?

¡La suerte es que son dos cosas completamente diferentes! Ya no sólo porque una de ellas sea una zarzuela y la otra una ópera, o porque una sea en castellano y la otra en italiano, sino porque, además, son dos personajes absolutamente distintos. En este sentido, es bastante fácil mantener la cabeza en su sitio... ¡si hablamos de los personajes! En cuanto a agenda, tiempos, ensayos... ¡es todo un poco locura! 

¿No hay nada, entonces, que se pueda trasvasar de un personaje a otro?

Quizá, no lo tengo claro. Son dos mujeres decididas, eso desde luego. Mujeres de carácter, aunque Luisa Fernanda no termina de mostrarse hasta un punto avanzado de la función. Ese sería el punto de encuentro, pero es mínimo.

¿Cómo es Norma y cómo es su Norma?

¡Ay, Norma! ¡Mi Norma es muy yo! Justo en estas fechas se cumplen cinco años desde que la debuté y, desde el principio, la he querido hacer muy humana. Simplemente eso.

La Norma madre, que suele decirse...

No sólo eso, porque Norma, como mujer, no puede ser sólo una cosa. No puede ser sólo "Norma madre", sino que también y al mismo tiempo, ha de ser "Norma amante" por ejemplo, la que desea una familia ordenada, un hogar, una casita... Yo la veo así. Lo que le gustaría tener y lo que, en realidad, tiene: una locura de vida, aunando dos facetas que no terminan de encontrarse nunca: la familiar con la política, con su carrera como sacerdotisa. También la veo como una mujer de cierta edad; no de la mía, pero ya madura. El hecho de que tenga una relación con Pollione que dura ya años, con hijos y de la que empieza a vislumbrarse el ocaso, nos puede decir bastante del personaje. Yo a Pollione le veo como un hombre que atraviesa la llamada "crisis de los 40". Un hombre que prefiere irse con una mujer más jóven, que si pudiera se iba a Roma a comprarse una moto para dar vueltas con Adalgisa (Risas). ¡Es eso! 

¿Es fácil comprender a Norma?

En realidad, el personaje de Norma es mucho más cercano a todas nosotras de lo que puede parecer en un principio. Norma puede ser cualquier mujer de cierta edad en esta sociedad, donde, por desgracia, aún tenemos que seguir reivindicándonos. Es algo que hoy en día, ahora mismo, es culpa de los hombres y culpa nuestra, por permitirlo. A nosotras parace que no se nos permite, o no nos permitimos, envejecer, que nuestra piel pierda su tersura, o que nos salgan canas... que el paso del tiempo en nosotras puede hacer peligrar una relación. En el hombre, al contrario, no suele ser así. En general, nosotras somos más sacrificadas, algo marcado por la sociedad patriarcal en la que hemos crecido.

Norma como ópera tiene muchas cosas excepcionales. Una de ellas, la relación que mantienen los personajes de Norma y Adalgisa, una sororidad que no se ve en la gran mayoría de títulos.

¡Cierto! Es una situación bastante particular. Primero de todo, Norma se ve reflejada en Adalgisa. Ve en ella su pasado y un poco lo que le gustaría ser: una mujer sin responsabilidades sociales. De hecho, Adalgisa va a contarle sus penas a Norma y esta, antes de saber que su amante es el padre de sus hijos, le dice que la libera, para que pueda ser feliz con su amor. Aunque en un principio se enfade al enterarse, Norma se da cuenta de que Adalgisa no tiene culpa de nada e intenta, incluso, protegerla.  En esa parte humana que le comentaba, Norma es también una mujer muy atormentada. Tiene momentos en los que pasa del lirismo, de la ternura que despliega hacia sus hijos o Adalgisa, a una ira casi descontrolada, se enciende. Y con todo, el gesto más definitivo al que asistimos, muestra de la relación tan estrecha que tienen, de amor entre amigas, es que Norma le entrega sus hijos a Adalgisa, para que los cuide como si fuesen suyos, antes de inmolarse.

¿Qué tiene de diferente la producción de Norma que veremos en el Teatro Real?

Va a ser muy curiosa, porque se asiste a teatro dentro de teatro, como si fuésemos una compañía de teatro realizando una función de Norma, en la época en que Bellini estrenó su ópera. Habrá unos pocos momentos en los que saldré de mi personaje, porque seré una actriz interpretando a la protagonista... ya digo, va a ser curioso. Justin Way está haciendo un trabajo muy laborioso de detalles, de gestos, recalcando la ternura de mi personaje, de su amistad con Adalgisa, por encima incluso de su vertiente "amante", que siempre está ahí. Si hay tanto conflicto en esta ópera, no lo olvidemos, es porque Norma es una mujer enamorada. En cualquier caso, todo es muy sutil... su relación con Adalgisa, con Clotilde, que es muy cómplice de ella... y todo está, en realidad, escrito en el libreto. Justin no recarga nada, ni riza el rizo.

El Real ha preparado una función para jóvenes el día 28. ¿Con qué palabras les recibiría usted? Acercarse por primera vez a la ópera a través del bel canto, puede ser fácil... o no tanto.

Creo que Norma es la ópera perfecta para acercarse al bel canto, por primera o por la vez que sea. Es una obra tan clara, tan bien escrita, con una música maravillosa que acompaña muy bien al texto... que por sí sola llega al corazón de quien se acerca por primera vez a la ópera, en general. De veras creo que esta es una muy buena oportunidad para que la gente se enamore de la lírica. ¡Es que además tenemos dos elencos tan buenos! ¡Es un lujo! Unas palabras para la gente joven, no... le tengo que decir unas palabras para mí misma: ¡Qué alegría poder cantar esta ópera para la gente joven! Sería la mujer y la cantante más feliz del mundo si, por lo menos 10, 50, 100 de estos chicos y chicas se aficionasen a la ópera a través de esta Norma

Por cierto, la última vez que cantó usted en el Teatro Real, interpretó Imogene, de Il Pirata, también de Bellini. Se ha dicho muchas veces que es uno de los papeles más difíciles de cantar de la historia de la lírica, pero no sé si Norma, en realidad, le va mucho a la zaga...

No es que sea mucho más fácil cantar Norma, sino que está escrita de otra manera. Con el poco tiempo que tuvo Bellini para madurar de un título a otro, se nota mucho. Está mucho mejor escrita, aunque es una ópera muy difícil para todos los personajes... Il Pirata no es que sea difícil para todos los roles, ¡es que es dificilísima!

En el Teatro Real ha debutado recientemente, en 2016, pero desde entonces no ha dejado de cantar en él...

¡Por suerte! ¡Es que debuté en el Real con 46 años! Lo hice con la Vitellia de La clemenza di Tito y, desde entonces, he vuelto en cada temporada. 

Con una carrera tan sólida como la suya, con ya casi 30 años de trabajo a sus espaldas... tardar tanto en debutar en un teatro de su país... Qué dura es siempre la vida del artista, máxime la de un músico, ¿no?

Bueno, sí. Es muy duro. Hay muchos artistas que se merecen estar en un escenario y no lo tienen. No hablo ya sólo de cantantes de ópera, les pasa también, por ejemplo, a los directores de orquesta jóvenes. ¿Quién pone en sus manos toda una orquesta? ¿Quién corre ese "riesgo"? ¿Si nadie te conoce, quién se va a tomar esa "molestia"? Pasa con todos los músicos, de todos los tipos... Además, los artistas, los músicos, los cantantes de ópera, estamos siempre a exámen. Cada vez que abrimos la boca. Sea para una audición, una función, o un ensayo. Nos están juzgando contínuamente. Un director de orquesta, de escena, o de un teatro, pueden cerrarnos la puerta que sea cuando quieran, sólo porque un día no les haya gustado cómo has cantado, o si, por lo que sea, no se fían. En ese sentido, nuestro oficio es muy injusto.  

Le diré que, en lo personal, la primera vez que le escuché a usted en directo, hace poco, me dí golpes en el pecho por no haberlo hecho antes.

Es que yo estuve muchos años sin cantar en España. Alrededor de diez. Quizá más. Me centré en Italia, porque la vida me llevó hacia allí, pero es cierto que intenté volver muchas veces a cantar en mi país. Muchas veces. Muchas. Y no lo logré. Ni siquiera me admitían para hacer audiciones. Es un círculo vicioso. El mercado es así. Los teatros, los medios de comunicación, el público. Nadie quiere arriesgarse cuando hay dinero de por medio. También está el tema de los agentes. Hay quienes hablan de las mafias de las agencias. Por un lado, los hay que prefieren criticar a quien está en el escenario, antes que ser crítico con uno mismo y, por otro, es que el mercado es así. No debería ser normal, pero es habitual que una agencia grande, con grandes nombres muy buscados, hagan sus casts con los teatros. El mercado funciona así. No es moral. No es ético, pero funciona así. Debería regularse de algún modo. No tengo ni idea de cómo, pero debería ser más justo, para que todos aquellos que se lo merecen, tengan opciones a cantar. Ya le digo, me ha costado mucho cantar en Madrid, pero al mismo tiempo no he cantado nunca en el Liceu, en Coruña, en Bilbao... a Oviedo iré por primera vez con una ópera la temporada que viene.

¡Con Lucrezia Borgia! Parece que su voz pide ahora las grandes damas de la ópera: Elisabetta de Don Carlos, Norma, Lucrezia Borgia...

Sí. Yo creo que es mi momento. Lo es porque, como yo concibo la carrera, a mi edad es cuando la voz está en plenitud. Me siento bien con lo que hago y me siento bien conmigo misma. Soy una persona exageradamente autocrítica, nunca estoy contenta, pero tras muchos años, muchos, siendo exigente, es cuando puedes permitirte ser más indulgente contigo mismo. Soy más crítica y, al mismo tiempo, más indulgente conmigo misma. Con el paso de los años, aprendes a conocerte, a saber el por qué de tus sensaciones. Son cosas que ven con la edad. Ahora, que soy más serena como mujer, soy más serena como cantante.

¿Y se puede sentir más identificada con estos grandes roles?

Sí, completamente. Siempre he sido una soprano dramática, en el sentido de trágica, atrapada en una voz de soprano lírica (risas). Soy una soprano lírica y me moriré siendo una soprano lírica. No pretendo, para nada, tener una voz de soprano dramática, tener una voz que no es la mía, pero mi carácter, a la hora de estar sobre un escenario, es muy trágico.

¿El carácter y el color en la voz también tienen que ver?

Sí, yo sí lo veo así y por eso me puedo permitir el afrontar este tipo de roles. Mi voz, además, puede tener mayor ductilidad a la hora de interpretar un papel al completo. Maria Stuarda es mucho más que el Figlia impura di Bolena, por ejemplo. La Bolena, es muy lírica. Elisabetta de Roberto Devereux, su primera aria, es muy lírica. Al final, todo es encontrar el equilibrio. Pasa igual con Norma, a quien a menudo hay quien se la imagina como una cantante de vozarrón y, más que eso, consiste en tener la capacidad de incidir en el texto y de saber desplegar el carácter de una mujer de poder. 

¿Qué ha hecho más daño a la ópera, las etiquetas o las comparaciones?

¡Las dos cosas! La una lleva a la otra. Las etiquetas, el marcar qué repertorio puedes hacer y qué no ya desde un principio... no tiene sentido, cada persona es un mundo. Hay sopranos ligeras que cantan Traviata y lo hacen estupendamente. La cuestión es cantarla con tu voz, no forzarla, no estropearla con artificios. Hay personas cuya voz evoluciona, madura con el paso del tiempo y hay otras que no, que tienen el mismo instrumento toda su vida. Cualquiera de esas dos carreras, mientras se respeten a sí mismas, van a ser igual de dignas.

¿Así es como se alcanzan ya casi 30 años de carrera?

Bueno... yo también he sido cuidadosa. Durante muchos años me mantuve en cierto repertorio, donde sabía que mi voz estaba cómoda. Podía haber empezado a cantar papeles más pesados mucho antes, porque me los ofrecieron, pero los rechacé. Siempre tuve un color más lírico, podría haberlo exagerado y haber anticipado, forzado mi cambio de repertorio. No lo hice. Sabía que llegaría. El tiempo necesita tiempo. Hice muchos años el repertorio de soprano lírico-ligera, con la voz más clara de color y facilidad para los sobreagudos, pero no quise cantar Mimì de La bohème, o la Amelia de Simon Boccanegra, por ejemplo, que podía haber hecho al mismo tiempo.

Usted que se muestra a través de sus redes sociales como una mujer, una artista reivindicativa, quería preguntarle: ¿Se está haciendo lo suficiente por la cultura en nuestro país, en estos momentos?

A ver... lo suficiente... El hecho de poder tener algún teatro abierto, ya es más que en otros muchos países. Tener un mínimo de cultura abierta, parece que es algo, pero no es que aquí estemos recibiendo las ayudas que se reciben en otros países. En Alemania, en Francia, parece que pueden permitirse el lujo de estar cerrado, porque tienen ayudas, pero en Italia, por ejemplo, no tienen ni lo uno, ni lo otro. Tengo que decir que, al principio de la pandemia, cuando estuvimos confinados, fue terrible. Nos sentimos completamente desamparados por parte de quien tenía que habernos apoyado en esos momentos. Por lo menos, con unas palabras que nunca llegaron. ¡Yo no sé qué voz tiene nuestro ministro de Cultura! ¡Nunca le he oído hablar! Y no en los tiempos y en los términos que necesitábamos, necesitamos, eso desde luego. Nos hemos sentido abandonados. Somos poquísimos los afortunados que estamos pudiendo trabajar, aunque no sepamos por cuánto y gracias a que ha habido teatros que han apostado por ello y que pueden permitirse abrir en estas condiciones.

No quisiera terminar nuestra entrevista sin preguntarle por su activa labor difundiendo la adopción de animales. ¿Comprar un animal en 2021, es una salvajada?

Sí. Fíjese, yo misma he ido cambiando de opinión con el paso de lo años. La adopción era algo que ni me planteaba. Hace muchos años compré una perrita cocker. Estaba en Turín cantando y todos los días pasaba por delante de una tienda de animales. Ella me miraba desde el escaparate y un día entré con mi pareja, quien me la regaló. Es algo que, ahora mismo, no volvería a hacer. Jamás. Ni de broma. Detrás de la venta de animales, a menudo hay mafias y condiciones para los animales deplorables. Los cachorros son quitados a las madres antes de tiempo, metidos en transportes sin garantías, muriendo muchos de ellos por el camino, con reproducciones endogámicas que les generan enfermedades y deformaciones. Y bueno, con la cantidad de animales abandonados que hay, sin hogar, sin alguien que les quiera, pasando sufrimientos... ahora mismo, para mí, comprar un perro, es algo que no puedo entender. Es absurdo.

Foto: Miguel Barreto.