Simpático y exquisito
La Bayerische Staatsoper de Múnich recupera el Orlando Paladino de Haydn
Múnich. 23/07/2018. Bayerische Staatsoper. Haydn: Orlando Paladino. Adela Zaharia, Mathias Vidal, Tara Erraugth, Edwin Crossley-Mercer, David Portillo, Elena Sancho Pereg, Dovlet Nurgeldiyev y otros. Dir. de escena: Axel Ranisch. Dir. musical: Ivor Bolton.
Es curioso el ostracismo al que parece haber quedado relegada la producción operística de Haydn. Considerado un genio imprescindible en otros géneros, tanto por sus sinfonías como por su música de cámara, Haydn es prácticamente un ausente en la programación de los principales teatros de ópera. Nikolaus Bachler, intendente de la Bayerische Staatsoper, siempre ha demostrado un particular instinto para apostar por títulos y directores de escena, incluso en combinaciones arriesgadas. En este sentido, el Prinzregentertheater de Múnich ha sido escenario de no pocos hallazgos: baste mencionar ese Orfeo de Monteverdi con Christian Gerhaher, en 2015, en una producción de David Bösch; o Les Indes Galantes de Rameau, en 2016, en una fabulosa propuesta del coreógrafo Sidi Larbi Cherkaoui.
Pero el Prinzregentertheater también ha sido escenario de algún sonado fracaso -los menos, todo hay que decirlo- como ese Pelléas et Mélisande de 2015 con dirección de escena de Christiane Pohle, tan poco afortunado que ni siquiera se ha repuesto desde entonces. Sea como fuere, más allá del Parsifal de campanillas que ya comentamos, el otro gran atractivo del Festival de la Ópera de Múnich en 2018 era precisamente el “rescate” del Orlando Paladino de Haydn. Obra un tanto arquetípica, se basa también en el poema épico de Ariosto, el mismo Orlando furioso que dio forma a la obra homónima de Vivaldi. Su música, en todo caso, es de una inspiración sobresaliente, con instantes que se mueven muy cerca del genio que Mozart o Rossini demostraron después en sus enredos.
Axel Ranisch se divierte -y nos divierte- transmutando el encorsetado libreto original en un divertido enredo, haciendo valer el singular epíteto que Haydn atribuyó a esta obra, bautizada como un dramma eroicomico. Con un despliegue de imaginación apabullante, Ranisch brinda un espectáculo tan simpático como exquisito, plagado de pequeños detalles y giros ocurrentes, demostrando un conocimiento del oficio verdaderamente asombroso para su edad. Dignifica la obra, leída casi como una farsa de Rossini in nuce. Bregado precisamente con el lenguaje cinematográfico, el trabajo de Ranisch con las proyecciones es excelente y su dirección de actores rebosa ingenio. El espectáculo posee carisma, emana teatralidad y consigue crear instantes de enorme belleza, al lado de otros de inevitable y propicia carcajada. El trabajo de Axel, tan inteligente como irónico, es un ejemplo de cómo puede revitalizarse un repertorio que a veces pareciera estar condenado a ser objeto de mera contemplación musicológica, cual objeto de museo. El resultado final fue un éxito incontestable; no en vano ya está prevista la reposición de este Orlando Paladino en el transcurso de un par de años.
La última vencedora del certamen Operalia, la soprano rumana Adela Zaharia, encarnaba el rol principal de Angelica, sin duda la parte que dispone de páginas de mayor lucimiento vocal. Dueña de un instrumento suntuoso, su lirismo se paladea con gusto; la voz fluye con redondez, regulada a placer. Una voz a seguir, sin la menor duda. A su lado, muy notable trabajo de Mathias Vidal como Orlando, tremendamente teatral -bien plegado a la comicidad que Ranisch imprime a su rol- y vocalmente muy entonado en sus arrebatos de furia. Tarra Erraught, cantante bien conocida por el público local, bordó sus intervenciones como la hechicera Alcina.
En la parte de Rodomonte, el bajo-barítono francés Edwin Crossley-Mercer exhibió un instrumento rotundo si bien lastrado por una emisión algo envarada y poco flexible. Bonito instrumento aunque algo timorata linea de canto en el caso del tenor Dovlet Nurgeldiyev, en la parte de Medoro. Fresca y pizpireta, en cambio, tan esmerada en su actuación como en su canto, resultó la soprano española Elena Sancho Pereg firmó un inmejorable debut en la Bayerische Staatsoper, encarnando el rol de Eurilla. A su lado, impecable, brilló sin duda el tenor David Portillo: chispa, desparpajo y límpida linea de canto. Cosechó algunos de los aplausos más merecidos de la velada con sus dos vistosas escenas y su cómplice comicidad.
En el foso Ivor Bolton volvió a demostrar una vez más que es una garantía indudable para este repertorio, que aborda con firmeza, conocimiento del estilo y una teatralidad bien administrada. Su versión es digna de parangonarse con los registros discográficos más conocidos, ya sea el de Nikolaus Harnoncourt (CD, 2006) o el de René Jacobs (DVD, 2009). La música de Haydn de una inspiración extraordinaria; se escuchan en ella ecos de un Mozart contemporáneo -cinco años separan este Orlando Paladino de su Don Giovanni- e incluso presagios de Rossini, como ya antes apuntábamos. Bolton sabe leer esas conexiones y ponerlas de relieve con una dirección vibrante y hermosa, extrayendo lo mejor de la Münchener Kammerorchester.