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Amor y esfuerzo

Sobre la Asociación de Amigos de la Ópera de Vigo, en su 60 aniversario

 

Comentaba en un artículo anterior que este año se cumplían los 60 años del primer festival organizado por la Asociación de Amigos de la Ópera de Vigo. Aunque en ese texto ya se resaltaba la encomiable labor que hace posible que asociaciones con escaso presupuesto y sin demasiados apoyos públicos saquen adelante programaciones dignas y que hacen llegar la ópera en directo a ciudades que están lejos de los centros operísticos más importantes del País, es ahora el momento de repasar, aunque sea someramente, la historia de esos 60 años de la Asociación y de paso recordar los antecedentes que la vida operística tuvo en la Ciudad Olívica. 

Vigo, en el siglo XIX y principios del XX, se convirtió en uno de los puertos (por no decir el primero) de comunicación entre España e Hispanoamérica. De aquí partían los grandes buques con tantas y tantas personas que buscaban un futuro mejor en un continente en plena expansión. Esta vía de comunicación permitió que las grandes compañías operísticas, que también “hacían las Américas” con giras por esos países donde una emergente y rica burguesía requería los grandes espectáculos que se daban en París o Viena, recalaran en Vigo antes de emprender tan larga travesía. También la apertura de la frontera de Tui permitió la comunicación con Oporto, otro importante centro cultural del Portugal que aún mantenía importantes colonias en África y tenía una profunda relación con el enriquecido Brasil  (recordemos el famoso caso de la fastuosa ópera de Manaos). Aprovechando estas circunstancias, empresarios y emprendedores vigueses alentaron, apoyados por la burguesía local siempre dispuesta a dar una pátina cultural a su estatus social, la actuación en la ciudad de compañías sobre todo italianas, y de figuras como el inolvidable Enrico Tamberlick.

La llegada del cine, la crisis económica del 29 y la Guerra Civil, entre otras variadas causas, hicieron que la actividad lírica en Vigo se redujera al mínimo. España nunca contó con una tradición operística arraigada en el entramado social y político. Al contrario que en otros países europeos como Alemania o Francia, el poder gobernante siempre se consideró ajeno a esta manifestación cultural y no vio la necesidad, la obligación o el deber de impulsar el mundo lírico (algo el sinfónico, pero poco más). Será en los años cincuenta, con un atisbo de mejora en la situación económica, en diversas ciudades españolas, donde aficionados  desde el ámbito privado comienzan a impulsar asociaciones operísticas que ayuden a recuperar el pulso musical de sus ciudades y permitan satisfacer una demanda cada vez mayor de un ocio que vaya más allá del folklorismo o los juegos florales que desde el poder se considera suficiente aliciente cultural. Si Oviedo o Bilbao ya habían emprendido ese camino, Vigo, que empezaba su industrialización (que iría ampliándose en la década de los sesenta y los setenta), lo hará en 1958 de la mano del melómano Camilo Veiga, que con otros entusiastas funda la Asociación y promueve el primer festival operístico que se inaugura con Manon de Massenet. A partir de ahí se van sucediendo durante dieciocho años más representaciones promovidas por la Asociación. Pasarán por la ciudad grandes figuras como Alfredo Kraus, Piero Cappuccilli, Erasmo Chiglia, Montserrat Caballé, Manuel Asensi o Ángeles Gulín. Son tiempos de la colaboración con la hermana Asociación de A Coruña, lo que permite un importante ahorro de medios y dinero. Este creo que es un punto importante que hay que resaltar porque, más adelante, la ruptura de esta colaboración traerá perjuicios para ambas asociaciones. Y es que la rivalidad existente entre las dos ciudades más grandes de Galicia ha derivado en enfrentamientos políticos, sobre todo ya en la época democrática. La capitalidad de la Comunidad, situada en Santiago de Compostela, siempre ha beneficiado, soterradamente, a A Coruña aunque también hay que reconocer que en la ciudad herculina ha habido un apoyo municipal más amplio y más duradero: se construyó el Palacio de la Ópera y se consiguió que el Festival Mozart recalará allí después de salir de Madrid. Este impulso político y ciudadano no se ha sentido en Vigo hasta tiempos mucho más cercanos. Aún así, hubo algún intento de reanimar el espíritu operístico en otros espacios (cerrado el García Barbón por obras), pero que no consiguieron grandes éxitos. Sí que lo fueron en 1987 las representaciones, que yo mismo pude disfrutar, de una antología de óperas de Donizetti y sobre todo de una estupenda Sonnambula de Bellini interpretada por la gran Enedina Lloris.

En 2004, Roberto Relova, con nuevos aires y nuevo espíritu, relanza la idea de la Asociación, que poco a poco va cogiendo vuelo hasta estos momentos cuando ya de una manera estable presenta un programación muy digna que no se limita a las representaciones de ópera sino que se amplía con exposiciones, ciclos de cine o de conferencias. Una fuerza y un ánimo (esta vez sí que apoyados desde el gobierno municipal) que con la acertada dirección artística de Daniel Diz, y una nueva junta directiva, han hecho que este aniversario se celebre con un Macbeth de Verdi representado con cantantes de contrastado nivel y también con un Holandés Errante de Richard Wagner en concierto, contando con la excelente Real Philarmonia de Galicia, orquesta con la que la Asociación lleva colaborando fructíferamente desde hace unos años. Todo hace presagiar que tenemos Amigos de la Ópera para rato, lo cual toda la ciudad de Vigo y el mundo operístico debemos celebrar.

Bibliografía:

A Ópera e Vigo. Coordinador: Enrique Sacau. Instituto de Estudios Vigueses. Vigo 2004

60 años de ópera en Vigo. Carlos E. Pérez. Opera Word. 2018