Invitaciones
Después de que el concierto inaugural del LIFE Victoria homenajeara a Shakespeare y Cervantes, Xavier Albertí dabe el pasado miércoles en la ESMUC una conferencia dedicada al primero de los dos compositores (Jaume Radigales dará el 1 de diciembre la conferencia dedicada a Cervantes). A continuación tuvo lugar el concierto final de los participantes en las masterclasses y ambos actos propusieron una serie de invitaciones, implícitas o explícitas, tal vez una especie de juego, que merece la pena recoger aquí.
Xavier Albertí, director de escena, músico y actual director artístico del Teatre Nacional de Catalunya, nos invitó, con su pasión, a amar a Shakespeare. Invitó también a reflexionar sobre la importancia del escritor en la cultura europea, centrándose en los puntos que intentaré sintetizar a continuación:
- Una figura como la de Shakespeare ( "la enciclopedia más extensa antes de Diderot") no existiría sin la Inglaterra del siglo XVI; en ningún otro país hubiera sido posible porque allí confluían la hegemonía política ("Shakespeare es el fracaso de la Armada Invencible") y el protestantismo (en su versión anglicana), con la libre interpretación de los textos sagrados y, por extensión, una mayor libertad intelectual.
- Los tres mitos fundacionales de la cultura europea moderna son Hamlet, Don Quijote y Fausto. ¿Por qué Hamlet? Porque en un contexto en el cual la respuesta socialmente aceptada (incluso obligatoria) a un asesinato es la venganza, Hamlet se detiene y reflexiona, no acepta incondicionalmente la orden del fantasma de su padre; es la primera manifestación de un sistema democrático.
- Hasta la Revolución Francesa, Europa vive culturalmente al día, y las grandes figuras como Shakespeare (o Bach) se olvidan rápidamente. Cuando los súbditos pasan a ser ciudadanos y Europa empieza a necesitar su patrimonio cultural, recupera a Shakespeare (y a Bach, y tantos otros), sus clásicos.
- Los clásicos lo son porque a lo largo del tiempo continúan dando respuestas válidas a las diferentes preguntas que se hace cada sociedad en cada época.
- La música se convierte, ya a principios del siglo XIX, en el primer medio de transmisión de la obra de Shakespeare; por ejemplo, con lieder como An Silvia, de Schubert. La primera obra de Shakespeare que llegó a Barcelona fue el Otello de Rossini, seguida del Otello de Verdi y I Capuleti e i Montecchi de Bellini (las tres óperas representadas en el Teatre de la Santa Creu, el único teatro autorizado en Barcelona durante más de doscientos años), y en muchas ciudades de Europa se da una situación similar.
- Primera invitación directa de Xavier Albertí: leer/ver Medida por medida y escuchar/ver la adaptación operística que hizo Wagner, Das Liebesverbot.
- Segunda invitación directa de Albertí: escuchar los ciclos de lieder a partir de los textos de Ofelia que compusieron Brahms y Strauss (Ophelia-Lieder, WoO22 y Drei Lieder der Ophelia, op. 67 respectivamente). Prestemos atención a sus valores musicales, y también a cómo Brahms se centra sólo en la locura y la muerte de la joven mientras que Strauss se detiene en el conflicto con la libertad sexual femenina y la resistencia al dolor de Ofelia. O, dicho de otro modo: fijémonos en cómo la Viena de los primeros años del siglo XX, donde los judíos contribuyen al arte y la ciencia, hace a Shakespeare unas preguntas diferentes de las que le hacía cuarenta años antes la misma ciudad, cerrada en sí misma.
La charla, construida entorno estas ideas que he esbozado, nos dejó con ganas de más (y no estoy usando el plural de modestia), pero teníamos que pasar a la música.
Las masterclasses del LIFE Victoria, a cargo del pianista Iain Burnside como hace dos años, tuvieron lugar entre el 5 y el 9 de noviembre y se cerraron con el concierto de los participantes, en el que interpretaron algunas de las canciones que habían preparado con el profesor. Si alguno de los asistentes al concierto había asistido también a las clases (abiertas a todos como oyentes), seguro que apreció mejor el trabajo realizado pero, para los que no pudimos asistir, un concierto de este tipo también tiene sus alicientes; como la conferencia anterior, unas cuantas invitaciones.
Para que vean por dónde voy, les diré que mientras los cantantes y pianistas acababan de prepararse me entretuve repasando el programa, formado por ocho pequeños bloques de dos o tres canciones, cada uno interpretado por un dúo. En total, once compositores, nacidos entre finales del siglo XVIII y finales del siglo XX; dieciocho canciones sin ninguna conexión lógica entre ellas y cuatro lenguas diferentes. Visto desde fuera es el anti-programa de lied, rompe todos los criterios que se siguen para construir un programa, pero, naturalmente, en estos casos no hay muchas más maneras de hacerlo. Así que, como les decía, tomemoslo como una invitación.
Una invitación, por ejemplo, a reflexionar sobre los intereses de los dúos jóvenes. No sacaremos conclusiones a partir de una única muestra, pero vale la pena que nos detengamos en algunos detalles. Uno muy interesante: la primera canción, Nanny, estaba compuesta por la cantante, Anna Capmany. ¡Una chica valiente, Anna! Un detalle sorprendente: las ausencias de Schubert y Schumann. Al acabar no pude por menos que preguntar si estos dos compositores habían sufrido algún tipo de castigo pero no, que no estuvieran en el programa respondía sólo a la elección de los intérpretes. Y un detalle comprensible: la presencia en número casi idéntico de canciones en francés y en alemán. Supongo que, más allá de los gustos, por la mayor afinidad lingüística con el francés.
Una invitación también a catar el lied (sí, recuerdo que este año el LIFE presenta como novedad tres catas de lied, pongamos que este fuera el prólogo). Con este mosaico de canciones de tantas épocas y estilos diferentes, un recién llegado al género puede empezar a intuir si querrá escuchar más Bernstein, si Strauss le aburre un poco, si lo atrapan los temas de Brahms o si la introspección de Schoenberg le queda algo lejos. Podría haber sido también una invitación a catar diferentes tipos de voz pero entre los ocho cantantes sólo había un chico. Casualidad o reflejo de algo? No lo sé. Entre los pianistas, eso sí, paridad: cuatro chicos y cuatro chicas, y varios estilos diferentes.
Para terminar, el concierto final de las masterclasses es una invitación a reconocer la ilusión y el esfuerzo de los dieciséis músicos que han elegido no sé si especializarse, al menos profundizar en un género normalmente alejado de los focos como es el lied. Muchos éxitos para Anna Capmany y Eric Ledesma, Laura del Río y Isaac Rodríguez, Leire Gómez y Estitxu Sistiaga, Anna Belen Ayala y Christian Camino, Mercedes Gancedo y Carmen Santamaría, Elena Plaza y Adrià Bravo, Ferran Albrich y Neus García y Mireia Tarragó y Marina Pelfort.