Dolores Gaitan pianista 

María Dolores Gaitán, pianista: "El Festival Internacional de Piano del Guadalquivir reivindica la proyección cultural de Córdoba"

Patrimonio histórico, legado musical y gastronomía se dan la mano en una propuesta singular

 

Córdoba es una ciudad con un potencial extraordinario. La conjunción entre su patrimonio histórico y su patrimonio musical y literario, rematada por las bondades de su gastronomía, sitúan a la capital ‘lejana y sola’ como una realidad cada vez más próxima y presente. El Festival Internacional de Piano del Guadalquivir, con su impulsora María Dolores Gaitán al frente, ha sabido ver esta proyección, que busca ahora trascender incluso los límites de la provincia.

¿Cuándo y cómo surge el Festival Internacional de Piano del Guadalquivir? 

Puse en marcha el festival tras un concierto en mi pueblo, Villa del Río. Es una localidad relativamente pequeña, de apenas 7000 habitantes, y a ese concierto acudieron más de 600 personas. Ante el éxito y la respuesta del público, fue el propio pueblo el que me pidió organizar más cosas y darle continuidad. Pero yo estaba entonces empezando a asentarme en Italia y no era fácil gestionar algo así desde allí. Pensé en todo caso que era una buena manera de mantener mis raíces, la excusa perfecta para estar en contacto con mi gente. Y así nació el festival en principio sin más pretensiones, con conciertos de pequeño formato Villa del Río y en Montoro, dando después el salto a Córdoba a partir de la segunda edición.

Y van ya por la edición número 11, que tuvo lugar el pasado mes de septiembre. ¿Cuál es el rasgo más distintivo de la propuesta?

Sí, la de 2020 ha sido la edición número 11. Desde el principio quise atraer a distintos tipos de público, por un lado, intentando trasladar a Córdoba algunas de las nuevas tendencias que yo observaba en Europa, buscando generar cada vez más sinergias con otras disciplinas artísticas. Y de hecho, aunque se define como un festival de piano, el FIP Guadalquivir es mucho más que una agenda de conciertos de piano al uso. La idea fundamental, ya desde el principio, es que fuera un festival con un hilo temático, con algo que contar. El público en la zona no tenía un gran bagaje en este sentido y eso hay que crearlo poco a poco.

A nivel institucional, ¿hay un buen respaldo tras una década de actividad con el festival?

Siempre cuesta mucho trabajo lograr estos respaldos. A nivel institucional, casi desde el principio, hemos contado con el compromiso del Cabildo, con quienes es maraviloso trabajar. Poder hacer conciertos en la Mezquita de Córdoba, por ejemplo, es un regalo incomparable. Este año, quizá por la pandemia, lo cierto es que hemos encontrado mayor sensibilidad en algunas instituciones. Es el caso del Ayuntamiento de Córdoba, que se ha sumado por fin a un festival que lleva consigo el nombre de la propia ciudad. Por otro lado, el patrocinio privado cuesta mucho pero poco a poco se va incorporando. Córdoba es una ciudad con presupuestos más reducidos, pero hay patrocinadores muy implicados, sobre todo en los dos últimos años.

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¿Qué planes tiene para 2021 con el FIP Guadalquivir?

El año que viene queremos llevar a cabo un programa singular, con la forma de un viaje a lo largo del Guadalquivir, yendo más allá de Córdoba y atravesando cinco provincias de Andalucia. Pero para eso necesitamos la implicación de la Junta. Lo cierto es que ese era el programa previsto para este año pero lo tuvimos que posponer a 2021 por la pandemia. En julio de este año tuvimos que rehacer desde cero la programación, buscar nuevos patrocinadores, etc. Se hizo el trabajo en un tiempo récord. 

¿Se trata, entiendo, de deslocalizar el FIP Guadalquivir más allá de Córdoba?

Sí, eso es. En realidad ya habíamos deslocalizado el festival en Italia, donde se mantienen aún algunas actividades. Ahora la idea es proyectar el festival en toda Andalucia. Este ha sido siempre un festival con un perfil claramente creativo y experimental. La innovación y la creación son nuestras señas de identidad principales.

Mencionaba ahora Italia y lo cierto es que su carrera como pianista está muy vinculada a ese país.

Sí, yo terminé mis estudios de psicopedagogía y el conservatorio en España. Y tras un breve tiempo en Suiza, hice la dos máster de piano y de música de cámara en Italia, donde se me abrieron muchísimas puertas. Hace ya catorce años que vivo instalada en Milán. Es una ciudad muy abierta. También he trabajado mucho en el centro de Europa y en los Países Bálticos. Este año también tenía planes en América y citas previstas en Rusia con las Noches de Falla, pero se han tenido que posponer por la pandemia.

¿Qué repertorio es el que ha cultivado con más frecuencia? Su reciente disco, presentado antes de la pandemia, incluía música española de Falla, Albéniz, Turina, Granados...

El repertorio español es lo que más me demandan fuera, pero en realidad nunca he querido limitarme a eso. Me formé en la escuela rusa y me siento muy identificada con Scriabin, por ejepmlo. También he tenido siempre a Brahms muy cerca de mí. Además me gusta mucho rescatar la música dormida, todas esas tradiciones musicales que han quedado olvidadas. Estoy ahora intentando rescatar lo que podríamos llamar 'el piano de Al-andalus', buscando las raíces de la música sefardí y árabe a través de la música clásica contemporánea. El próximo año me voy a dedicar mucho a esta búsqueda. En Alemania tengo también proyectado tocar música de Giovanni Sgambati, un compositor italiano que se toca poquísimo. 

Creo que tiene en mente también un proyecto fascinante, para ahondar en las relaciones entre música y gastronomía.

Sí, siempre me ha interesado generar sinergias con otras artes y disciplinas, como es el caso de la gastronomía. Este es un proyecto muy personal que estamos poniendo en marcha junto a Paco Morales, el chef del restaurante Noor, en Córdoba, reconocido con dos estrellas Michelin. Queremos ahondar en la relación sinestésica entre ambas manifestaciones. Con Paco digamos que hablamos el mismo lenguaje pero con distintas palabras y queremos intentar enriquecer ambas disciplinas, ir más allá de la banalidad del recetario de Rossini, por ejemplo.

 

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