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Juvenil genialidad

17/02/2016. Oviedo. Auditorio Príncipe Felipe. Obras de Fernández Guerra, Shostakovich y Tchaikovsky. Orquesta Oviedo Filarmonía. Tung-Chieh Chuang, director. Edgar Moreau, violonchelo.

Tras poner el broche final a la temporada de la Ópera de Oviedo con cuatro representaciones de La Bohème, este pasado miércoles la Oviedo Filarmonía se agrupó de nuevo en la capital asturiana. No lo hizo en el Teatro Campoamor, sino en el Auditorio Príncipe Felipe. Es una lástima que  ante obras nuevas e intérpretes jóvenes sólo nos encontremos a un público preocupantemente entrado en años. A fin de cuentas, estoy convencido de que cualquiera puede disfrutar y emocionarse con obras como la Quinta sinfonía de Tchaikovski o el Concierto para violonchelo nº1 de Shostakóvich. Claro está que para ello es preciso saber antes de su existencia, un objetivo que las instituciones deberían perseguir con más convicción y que se antoja necesario para conseguir ese relevo generacional que tanto demanda el mundo de la clásica.

Digresiones aparte, corresponde hablar del programa abordado en el concierto que nos ocupa. Éste se inició con el estreno de una obra compuesta muy recientemente por Jorge Fernández Guerra: Calle 1061. Una pieza atractiva, de color cálido y que, en palabras de su autor, toma como origen el Concierto para dos claves y continuo de J.S. Bach. Asimismo, las dos partes bien diferenciadas de las que consta la partitura fueron más que suficientes para dar muestra del buen hacer de Tung-Chieh Chuang, quien esgrimió la batuta con gesto siempre atento y descriptivo. Resulta innegable que este taiwanés de 32 años, y reciente ganador del Concurso Malko, nos ha causado una impresión muy positiva. No sólo por sus buenas intenciones en tiempos y dinámicas, sino también por la complicidad que parece mantener con los miembros de la OFIL, de los que sin duda ha sabido extraer notables resultados.

Tras el estreno de la obra firmada por Guerra llegaba el principal acicate de la noche, la presencia del jovencísimo cellista francés Edgar Moreau, quien no vaciló interpretando el difícil Concierto para violonchelo nº1 de Dmitri Shostakóvich. Se dice que el legendario Rostropovich, para quien se compuso el concierto, tardó sólo cuatro días en aprendérselo de memoria. No sabemos cuánto tiempo habrá dedicado Edgar Moreu pero, habida cuenta de la insultante facilidad con que aborda las páginas más complejas, podemos intuir que mucho. Sorprende especialmente su precisión a la hora de atacar las notas sobreagudas, algo que resultaría imposible sin una técnica tan consolidada como la suya. Culminando con la sarabande de la Suite nº3 de Bach, ofrecida a modo de propina, Moreu no necesitó más para demostrarnos que el suyo es y será un nombre de referencia para el mundo del cello.

La segunda parte del concierto llegó de la mano de Tchaikovski y, más concretamente, de su Quinta sinfonía. Hace unos pocos meses pudimos escuchar a la OFIL abordar con escaso acierto otro trabajo sinfónico de tan notable ruso y, pese a ello, debemos reconocer que en esta ocasión los resultados logrados por el conjunto han sido notablemente mejores. La cuerda, aunque escasa, supo mantener su uniformidad y precisión con elogiable oficio; la percusión estuvo bien medida en sus intervenciones; y el viento metal, de capital importancia en este repertorio, se mantuvo estupendamente a la altura. De sus múltiples intervenciones destacamos las protagonizadas por la trompa principal, en la obra de Guerra a cargo José Miguel Gimenez, en el concierto para cello con Jesús Joaquín Girona y en la sinfonía de Tchaikovsky con Alberto R. Ayala. Tanto en sus diálogos con el cello de Moreau en la primera parte como en el segundo movimiento de la sinfonía de Chaikovski, los trompistas lucieron un sonido muy bien ligado e irreprochablemente templado.

Buenas impresiones nos está dejando la OFI en sus últimas intervenciones, tanto en la Bohème de hace unas semanas como en este concierto enmarcado dentro de las Jornadas G Iberni. Una afortunada tendencia que esperamos se mantenga invariable cuando, desde el foso del Campoamor, la OFIL ponga música a la zarzuela “El rey que rabió”. Obra que abrirá la temporada de zarzuela ovetense dentro de unas semanas y que también contaremos en PlateaMagazine.