¿Así, sí?
Bilbao. 26/10/2020. Palacio Euskalduna. Gioacchino Rossini: Il turco in Italia. Sabina Puértolas (Fiorilla). Marina Viotti (Zaida). David Alegret (Narciso). Pietro Spagnoli (Prosdócimo). Paolo Bordogna (Selim). Renato Girolami (Don Geronio) y otros. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Coro de Ópera de Bilbao. Dirección de escena: Emilio Sagi. Dirección musical: Christophe Rousset.
Son casi cuatro décadas asistiendo a la ópera de Bilbao; casi veinticinco como socio de la entidad a la que considero mi temporada de ópera. Desde las funciones de aquel vetusto Teatro Coliseo Albia hasta el moderno Euskalduna Jauregia he podido disfrutar de los muchos títulos y las grandes figuras de la lírica que nos han ofrecido las distintas directivas en estas largas cuatro décadas. De una función por título allá por 1983 hemos pasado a las cuatro actuales y nada más aterrizar en el Euskalduna hemos llegado a conocer temporadas con ocho títulos aunque ahora, tiempo de vacas flacas, tengamos que conformarnos con cinco.
Y todo esto, ¿a qué viene? Pues a que las siguientes líneas van a ser una reflexión en positivo aunque intuyo que a alguien o a alguno no le van a gustar. He asistido a la función del lunes, 26, primera de las dos previstas para el día aunque la segunda tuviera que ser suspendida por las decisiones de última hora de las instituciones públicas de instaurar el toque de queda a partir de las 23:00 h. en aras de detener la expansión del Covid-19, que va ya por el séptimo mes de acoso. Y esta es la primera consideración a tener en cuenta: los continuos cambios en las normas a aplicar en el mundo de la cultura que se han promulgado en los últimos meses, hasta el punto de hacer imposible cualquier previsión a corto plazo por simple que ésta sea. Ayer podían entrar 600 personas, hoy solamente 400, mañana, ¿quién sabe? Ayer sin recorte de horarios, hoy con toque de queda y cierre perimetral a nivel municipal, es decir, un galimatías absoluto que hace que la parte organizadora tenga que estar improvisando continuamente y provocando con ello el desconcierto en los últimos destinatarios del espectáculo, es decir, nosotros, los espectadores.
Lo mismo ocurre con los artistas: ayer tenían que cantar la ópera completa, hoy han de cantar una selección de la misma, el papel pequeño x ha desaparecido prácticamente de la representación, a otro cantante le amputan su aria de lucimiento y así ad aeternum. ¿Cómo se va a preparar un artista para dar lo mejor de sí, si hoy no sabe lo que va a tener que cantar mañana?
La tercera pata del banco es el público, un público que ha sido perfecto reflejo de una sociedad acongojada, estupefacta y expectante. Acongojada porque es tal la sobreinformación que se nos da sobre la pandemia que no se nos deja un momento de respiro para asimilar todo lo que estamos viviendo; estupefacta porque lo que ayer no valía hoy es indispensable, porque para un auditorio de pueblo de 600 personas se deja entrar a 300 (el 50% de su capacidad) mientras que para todo un Euskalduna con 2.200 localidades horas después solo pueden entrar 400. Y expectante porque en la función que nos ocupa más que sobre ópera se hablaba de la anunciada rueda de prensa del Lehendakari a realizar la misma tarde por lo que preveíamos noticias nada agradables para el conjunto de la sociedad vasca. Y así fue.
La fotografía que nos ofrecía el teatro cinco minutos antes de la función me provocó una tristeza infinita. Como melómano, como operófilo, no recuerdo una imagen más triste y, al mismo tiempo, más exacta en su descripción de lo que es ahora la sociedad vasca: seiscientas butacas diseminadas por el teatro sin que se pudieran llenar, todos ataviados con la correspondiente mascarilla, un silencio inusitado y ante nosotros unos cantantes, profesionales como un pino, que debían ofrecernos unos highlights de Il turco in Italia. Porque no nos engañemos: la ABAO ha asumido una deuda con este título pues lo vivido ayer está muy lejos de responder de forma adecuada a la grandeza de un título que, no olvidemos, se presentaba por primera vez dentro de las 69 temporadas de la ABAO. Un título de ciento cuarenta minutos quedó mutilado hasta los ochenta y cinco, haciendo del espectáculo una triste parodia de lo que debería ser una representación completa de Il turco in Italia.
El autobús de Vitoria-Gasteiz que nos traslada gratuitamente hasta la puerta del Euskalduna apenas llevaba quince personas, lo que era preludio aciago de lo que nos esperaba. Nos preocupaba más llegar a casa a tiempo –por eso del toque de queda- que la ópera de la que queríamos disfrutar. Y llegar a Bilbao, entrar al Euskalduna y caérsele a uno el alma a los pies fue todo uno: ¡cuánta desolación!
Nada que objetar a la ABAO. Siempre han alardeado con legítimo orgullo de no haber suspendido nunca en casi siete décadas una solo función, pero, sinceramente, ¿merece la pena dar así una función? Estoy seguro de que tras arduas reflexiones la junta directiva se decidió por lo menos malo pero no se pudo evitar que un servidor llegara a casa desolado. Se que después de todo decir ahora que hubiera sido mejor cambiar el título y ofrecer una de las primeras óperas bufas del mismo Rossini (Il signor Bruschino o La scala di seta, por ejemplo, incluso en versión de concierto, aun más teniendo en cuenta que ambos títulos también hubieran sido estrenados en la temporada bilbaína) hubiera sido mejor alternativa a la ofrecida aunque entiendo que se me responda que a buenas horas, mangas verdes.
Nada que objetar a la Sinfónica de Bilbao y al Coro de la Ópera a pesar de la pertinente sordina utilizada en forma de mascarilla. Bajo la batuta de Christophe Rousset, ambos entes dieron lo mejor de sí y trataron de responder a la belleza de la música rossiniana aunque el discurso narrativo quedara amputado por los recortes realizados. Y nada que objetar tampoco a los profesionales que ofrecieron en términos generales un nivel vocal notable, destacando para un servidor el Selim de Paolo Bordogna, de suficiente autoridad, la Fiorilla de Sabina Puértolas, bien caracterizada actoral y vocalmente. Digno de aplauso también el trabajo del resto de los cantantes (Marina Viotti, David Alegret, Pietro Spagnoli, Paolo Bordogna, Renato Girolami) en el pasticcio ofrecido. Sinceramente, nada que objetar a todos ellos, esmerados en su compromiso con la propuesta escénica de Emilio Sagi.
Tampoco hay nada que reprochar a un público que por encima de mil problemas, de la ansiedad y la incertidumbre, se acercó hasta el recinto con la idea de disfrutar de Rossini aunque creo en que todos coincidiremos en que es difícil recordar una función en la que este permaneciera tan silencioso, frío y reacio a la reacción espontánea tras la intervención de los cantantes. Y es que la cabeza estaba en otro sitio, no en el mundo de la ópera. Y sí, llegué a casa sumido en profunda tristeza: ir a ver y escuchar el Rossini bufo, tener elementos más que adecuados para su disfrute y llegar preocupado, ¿no es mal síntoma?
Concluyo con mi reflexión: sinceramente, siendo la primera vez en la historia que los coralistas cantaban con mascarilla, siendo la primera vez que la ABAO ofrecía el resumen de una ópera; siendo la primera vez que se limitaba de forma tan drástica la asistencia del público, lo que conllevaba la multiplicación de funciones para responder adecuadamente a todos los abonados, ¿no era el momento de, por primera vez, suspender la función? Mi opinión es afirmativa, así de sencillo.
El mes que viene es el turno de Alzira, de Giuseppe Verdi. Quieren con este título dar conclusión al Tutto Verdi que nos acompaña desde hace más de una década y, seguramente, la ABAO querrá por encima de cualquier circunstancia ponerla en escena, lo que es más que legítimo. Si la situación de noviembre es la que sufrimos en el momento de escribir estas líneas un servidor no podría verla por imposibilidad legal de desplazarse hasta Bilbao dado el confinamiento perimetral de límite municipal. De hecho, seríamos cientos de abonados (¿miles?) los afectados. Pero claro, nadie se atreve a intuir qué será de Bilbao, de Bizkaia y de la CAV dentro de un mes pues nos movemos en la continua zozobra. No es papeleta fácil para la ABAO y estas líneas, nacidas desde el amor a la ópera y del amor a la que considero mi temporada, además del profundo respeto que siento por los profesionales, solo quieres aportar un punto de vista distinto. ¡Viva la ópera!
Foto: © E. Moreno Esquibel