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Un final más que digno

14/06/2025. Oviedo. Teatro Campoamor. Emilio Arrieta: Marina. Sabina Puértolas (Marina, soprano), Antonio Gandía (Jorge, tenor), David Menéndez (Roque, barítono), Luis López Navarro (Pascual, bajo) y otros. Orquesta Oviedo Filarmonía, Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Dirección escénica: Bárbara Lluch. Dirección musical: Oliver Díaz.

Para dar finalización a la temporada del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo se ha apostado por un título de esos que se consideran garantía absoluta: Marina, del navarro Emilio Arrieta; uno de esos títulos que atrae al público y provoca un lleno absoluto y, por lo tanto, una buena venta de entradas, como ha sido el caso. Es el eterno problema de conseguir el necesario equilibrio entre programar con imaginación y no dejar la caja de caudales con telarañas; y este Festival lo consigue con solvencia, alternando títulos “fáciles” como el que nos ocupa, con otros infrecuentes pero necesarios en cualquier instancia seria como fue el caso de La regenta, de Marisa Manchado, ofrecida allá por el pasado abril.

Marina tiene una música atractiva, nadie lo duda, pero también es víctima de un libreto imposible, insoportable y pedante como pocos. El drama es muy sencillo, como el de tantas óperas, con amores no correspondidos, celos, rupturas y –esto no es tan habitual- final feliz. Eso sí, el texto de Francisco Camprodón y Miguel Ramos Carrión es de vergüenza ajena y por ello cada vez que vivo una Marina en directo no puedo sino ruborizarme ante los dislates literarios. ¡En fin, aceptemos las cosas como son y centrémonos en la música!

Partamos de constatar que la función ha sido un éxito total. No hemos vivido algo supremo pero el resultado global ha sido más que satisfactorio. El equipo vocal respondió de forma notable y no hubo fallas. La navarra Sabina Puértolas es una soprano de carrera internacional y todo un lujo para este papel, que en su vocalidad nos traslada al mundo de Bellini y de Donizetti continuamente y ya sabemos que en tales mundos Puértolas es feliz. Su Marina no es una mujer débil; desde que aparece en escena su personaje tiene personalidad, carácter, está lejos de ser manipulada por los hombres. Vocalmente segura en la franja aguda y con un fraseo interesante; siendo una actriz notable, tenemos un personaje de una pieza, lo que visto el libreto, tiene mucha relevancia.

Antonio Gandía ha construido un Jorge algo más lineal, más tosco. Gandía es dueño de un agudo solvente y firme aunque intuyo por algunos gestos que realizó de espaldas al público con alguna bebida que no estaba al cien por cien. De todas maneras desde su aparición (Costas, las de Levante) hasta la escena final supo solventar un papel que mira continuamente a la parte superior del pentagrama. Ambos solistas se abrazaron de forma muy efusiva con la batuta en el momento de los saludos finales y me da la impresión que detrás de esos abrazos había mucho trabajo y complicidad.

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A David Menéndez lo he observado sustancialmente mejorado con respecto a su Bartolo rossiniano del pasado septiembre en el mismo teatro; y es que Roque se adecúa mucho mejor a su voz que el papel de bajo bufo. Además, Menéndez es muy buen actor y supo darle todo el fondo caustico y cínico a un señor que a pesar de echar pestes sobre el género femenino acaba –al menos en esta versión- abrazada a una de ellas. Nos regalo una morcilla emotiva al elegir un pequeño fragmento de una tonada asturiana –tuve que pedir información, por supuesto- en el tercer acto, lo que se celebró con alborozo en el recinto. Luis López Navarro asumió al antipático Pascual de forma solvente; es una voz interesante, de cierto peso y color adecuado y habrá que ver su desarrollo en el futuro. Finalmente, a José Manuel Díaz el Alberto se le queda pequeño mientras que María Zapata dijo muy bien sus frases.

El Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo volvió a pecar de falta de empaste y algunos, pocos, desajustes, sobre todo en la célebre escena ¡A beber, a beber! Sin embargo supo crear algunos movimientos en piano realmente hermosos. Finalmente, Oliver Díaz volvió a ser la referencia sobre la que se construyó toda la función. Supo sacar al preludió del acto III todo ese aire a La sonnambula belliniana que desprende sin olvidar que en esta ópera a las voces se les exige mucho y hay que cuidarlas, lo que hizo con pulcritud. Para ello la Oviedo Filarmonía debía de responder de forma adecuada a sus demandas, lo que hizo.

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La  producción firmada por Bárbara Lluch es del Teatro de la Zarzuela, presentada allí en 2024. Poco que añadir excepto que, efectivamente, las imágenes de fondo son hermosas y creíbles –sobre todo atendiendo al clima que vivíamos en el exterior, ofreciendo un día de junio intempestivo- con el cielo nublado y el mar infinito y que la estructura de madera que sirve de marco al escenario ayuda a crear ese mundo rural y marinero, en el que conviven distintas clases sociales, muy bien representadas en los distintos ropajes de los personajes.

Ya he apuntado que el teatro presentaba un lleno espectacular. Entre tanta gente damos ya por inevitable que un tonto nos manche la escena final, esa copia de la escena de la locura de Lucia di Lammermoor con su maldito teléfono móvil y la inevitable melodía. Lo peor es que ya lo admitimos como inevitable. 

El Festival de Teatro Lírico Español ha finalizado y ahora nos quedamos a la espera de qué títulos nos regalarán el próximo año. Porque, no nos olvidemos, esta es la segunda plaza zarzuelera del estado tras la de la capital y a veces pienso que no hay posibilidad de dar medalla de bronce. A los que vivimos este festival solo nos queda ser agradecidos con los organizadores por lo que hemos disfrutado y citarnos para el festival 25/26.

Fotos: © Alfonso Suárez