Pires Mozart OCM 20 1

Cumpliendo sueños

Barcelona. 22/12/2020. Palau de la Música. Mozart: Concierto para piano. no. 20 y Sinfonía no. 41 'Jupiter'. Orquesta Sinfónica Camera Musicae. Maria João Pires, piano. Tomàs Grau, dirección musical.

En un año tan contrario a la ilusión, ver un sueño cumplido es siempre motivo de congratulación y aliento. Les parecerá una boutade, pero es una verdad como un templo: si los sueños no se proyectan, no se cumplen; hay que trabajar por hacerlos realidad. Y eso es lo que Tomàs Grau y su Orquesta Sinfónica Camera Musicae vienen haciendo desde hace ya quince años. El camino recorrido es manifiesto, palpable, y sus frutos empiezan a cuajar con una evidencia insoslayable. Conseguir que una intérprete como Maria João Pires se ilusione por volver a tocar el Andante del 21 de Mozart como propina, tras más de dos décadas sin ejecutarlo, es un regalo que a buen seguro no olvidaremos ninguno de los asistentes a este concierto en el Palau de la Música Catalana, amén de los músicos de la formación, visiblemente entusiasmados y emocionados con la velada. Y es que la del pasado día veintidós fue una noche histórica en el Palau: desde enero de 1998 Maria João Pires no había vuelto a actuar allí con orquesta, tan solo había comparecido en su escenario con recitales en solitario. Más de veinte años, pues, sin escuchar a Pires junto a una formación sinfónica en el Palau. 

El Mozart de Maria João Pires se asemeja a esas minuciosas artesanias orientales, como una preciosa y refinada caja de porcelana, perfilada y decorada al detalle, tan sutil y exquisita que cuesta creer que haya salido de la mano del hombre. Admiración y gratitud son las dos palabras que mejor resumen las sensaciones que genera Pires con su arte al piano. Encandila con un pulso delicado y sobrio, con ese fraseo grácil y naturalísimo, donde la elegancia se vuelve impulso, donde la contemplación se regala sin relamerse. El 20 de Mozart sonó realmente escrupuloso y exquisito en manos de Pires y la OCM, de esas escogidas ocasiones en las que el entendimiento entre solista y conjunto trasciende y eleva la ejecución a otro plano. Y cuando empezamos a escuchar los compases del Andante del 21, a modo de propina, casi hubimos de pellizcarnos. Qué regalo, qué momento tan maravilloso.

La Orquesta Sinfónica Camera Musicae celebra sus primeros quince años de trayectoria en un estado de forma realmente envidiable. Su madurez como conjunto es manifiesta, por las hechuras de un sonido compacto, homogéneo, de ataques firmes y ejecución siempre resuelta, sin el más mínimo titubeo, con una visible complicidad entre atriles. Destacaría el buen hacer de unas cuerdas refinadísimas, la firmeza de las trompas y el estilzado sonido de las maderas. Tomàs Grau ha trabajado a conciencia para forjar un sonido propio y realmente el Mozart que ofrecieron fue exquisito, de un esmero que es ya infrecuente por estos lares. Apenas discreparía levemente en la elección de los tiempos para la 'Jupiter', donde eché de menos un mayor contraste dinámico entre el Allegro vivace inicial, poco incisivo, y el ulterior Andante cantabile. Y lo mismo para el Molto allegro final, que tardó un tanto en ganar el brío y vigor deseables. En todo caso, un Mozart de muchos quilates, de nítida arquitectura y con una singular disposición de la plantilla en el escenario, buscando hacer de la necesidad virtud, en la intención de lograr un sonido más compacto a pesar de la distancia entre atriles.

Pires Mozart OCM 20 2

Fotos: © Martí E. Berenguer