Currentzis ibermusica 2021 rafa martin

Principio de explosión

Madrid. 21/04/21. Auditorio Nacional. Ibermúsica. Mozart: Sinfonías Nº40 y Nº41. MusicAeterna. Teodor Currentzis, director musical.

Ni siquiera iba a acudir yo a este concierto, pero así son los designios del destino. Con Teodor Currentzis mantengo una relación artista-espectador de amor y menos amor a lo largo del tiempo. Especialmente, así lo recordaba al menos, con su visión sobre Mozart. Hace tiempo, en una publicación que por desgracia hoy en día casi ha desaparecido, me di muchos cabezazos ante las "óperas Da Ponte" que grabó. Ya no tanto por la interpretación en sí misma, sino por la insuflada mercadotecnia con la que se envolvió el producto. Que hasta entonces nunca se había cantado Mozart como se debía, decían...

Tomando su versión de Las bodas de Fígaro, escribí entonces sobre ellas, en cuanto a la dirección musical, que están "llenas de un vertiginoso ardor, son todo lo excesivas que pueda uno imaginar viniendo de una batuta que advierte con orgullo el hecho de que haya habido público que confunda su visión del piano mozartiano con el romanticismo chopiniano. (...) El resultado, en una primera escucha, descoloca y, en ocasiones, desentona. A partir de la segunda aproximación puede empezar a comprenderse la intención del director, incluso a disfrutarse". Con Currentzis uno nunca sabe qué va a encontrarse, así lo atestiguan mis dos últimos escritos sobre él, con sendas aproximaciones a Mahler: su Cuarta me entusiasmó, su Primera me defraudó. Uno nunca sabe qué va a encontrarse decía... y en realidad sí lo sabe.

Contraste, mucho contraste, que la vida es eso, es lo que marca las lecturas del director greco-ruso. Mejor o peor construida la relación entre extremos, la narrativa, la sujección de la tensión-distensión, pero contraste y vivacidad en cada compás. El Mozart presentado en esta ocasión en Ibermúsica, a través de sus dos últimas sinfonías, la 40 y la 41, vive de ello. Es algo que le sienta muy bien al drama que encierran sus compases, deudores del Sturm und Drang, ya propiamente pre-románticos, qué duda cabe. Una visión característica de Currentzis, hipercontrastada, que se siente incluso física, muscular, viva y sí, ardorosa. Resalta también el empleo de instrumentación historicista con las formas de la batuta. Mozart y Chopin, como él mismo apunta, ya digo. Sigue un tanto el Principio de explosión de la Lógica, con su Ex Contradictione (Sequitur) quodlibet (de la controducción (se sigue) cualquier cosa). La cosa es que el resultado acompañe, como ocurrió en esta ocasión.

Apunto esto último porque me pareció significativo que en la Sinfonía nº40, la partitura acaba pasando, literlamente, del atril al suelo, como si al director le incomodase la verdad mozartiana. Prefiere, qué duda cabe, imponer su verdad. Puede sonar espeluznante y puede serlo, pero Currentzis, al menos, es coherente siempre consigo mismo, construye un discurso único y significativo, característico, propio, con el que se le puede reconocer fácilmente. Es su verdad, no tanto la de Mozart, pero los caminos del arte son, en muchas ocasiones, inescrutables. Como era de esperar, los dos últimos movimientos de la 40 fueron especialmente ricos en confrontaciones, vericuetos sonoros e incisividad sonora a base de un sinfín de acentuaciones, pero también el Andante se mostró bien resuelto, ganando enteros gracias a las maderas, sensacionales. De igual modo puede decirse de la 41, siempre muy terrenal, física y eléctrica, también elegante en el segundo tema del movimiento inicial y siempre con un sinfín de indicaciones que hicieron parecer que el director se había perdido en algún momento, o que algún gesto estaba de más. De hecho, la formación parecía guiarse, incluso, por la respiración de Currentzis.

Con todo, el contraste, el principio de explosión currentziana y la referida contradicción Mozart-Chopin pareció sentar muy bien al planteamiento de la velada, que a buen seguro hizo las delicias de propios y extraños, valiéndose Currentzis en todo momento de su ya consabida puesta en escena. Muy estética, muy medida, con numerosísimos gestos de brazos, zapatazos, paseos entre atriles... Y amando mucho, quien esto firma, su salida por la tangente en la indumentaria escogida, siempre. Lástima que la formación MusicAeterna se vea "uniformada", porque astro sol sólo puede haber uno, claro.

Foto: Rafa Martín.