Hannigan Aix21

La belleza de la voz 

Aix-en-Provence, 8/07/2021. Hôtel Maynier d’Oppède. Dusapin. Henri Duparc. Olivier Messiaen. Barbara Hannigan, soprano. Charles Sy, tenor. Bertrand Chamayou, piano. Patricia Kopatchinskaja, violín.

No sólo de ópera vive el Festival de Aix-en-Provence y son numerosas las actividades concertistas que se concentran en julio en el Festival (hay bastantes actividades previas también en junio). De entre estas propuestas pude disfrutar de dos de las más interesantes, además de la ya comentada del excelente concierto de la London Symphony con La canción de la Tierra de Mahler como plato fuerte y la magistral batuta de Simon Rattle. Se trata de dos conciertos, casi en su totalidad dedicados a obras estrenadas en el siglo XX por compositores que influyeron de manera decisiva en las generaciones posteriores.

El día 8 de julio pudimos asistir a un concierto protagonizado fundamentalmente por ese prodigio artístico que es Barbara Hannigan. La canadiense es un referente absoluto en la música contemporánea tanto como cantante como directora de orquesta. En esta ocasión disfrutamos de su hermosísima voz, un instrumento que utiliza con una versatilidad apabullante. El concierto, que tuvo lugar en el no muy cómodo patio del Hôtel Maynier D’Oppède, sede habitual de la Academia del Festival, y que tenía el sugestivo y acertado título de La tierra y el cielo, se centraba en la obra del compositor francés Olivier Messiaen. Para situarnos en el ambiente espiritual que dominaría la velada, dos chansons de Henri Duparc creadas en el la segunda mitad del XIX, L’invitation au voyage, sobre un poema de Charles Baudeleire y Lamento, sobre versos de Théophile Gautier. Ambas de aliento romántico y que fueron excelentemente cantadas por Charles Sy, un tenor canadiense de indudable talento.

Después se programó un estreno mundial encargado por el Festival al alumno de Messiaen, el compositor lorenés Pascal Dusapin y que puso en escena Barbara Hannigan, como ha ocurrido en tantos estrenos de música contemporánea. Haciendo natural lo que no es nada fácil, la canadiense entendió a la perfección el canto casi recitativo que centra la obra La natura del mondo sobre varios pasajes del Paraíso de la Divina Comedia de Dante. Junto a Hannigan, el piano especialmente cuidado de Bertrand Chamayou, uno de esos pianistas acompañantes que lucen con voz propia.

La mort du nombre de Olivier Messiaen es una pieza corta pero intensa compuesta en 1930 para dos voces (tenor y soprano) violín (la virtuosa Patricia Kopatchinskaja) y piano. Fue la única ocasión en la que los cuatro participantes en la velada coincidieron en el escenario. Obra desgarradora y a la vez intimista, sacó lo mejor de Sy y volvió a demostrar la capacidad de Hannigan a adaptarse a los versos del propio compositor.

Quizá la parte más interesante del programa era la interpretación de Chants de terre et de ciel (1838) del mismo Messiaen. Un ciclo de canciones de indudable calado personal y espiritual, que pocas veces se escuchan dada su tremenda dificultad técnica y que muestran a un compositor íntimo, cantando a su mujer (Bail avec Mi —apelativo cariño que tenía para ella) a su hijo Pascal (Danse du Bébé-Pilule y Arc-en-ciel d’innocence) y hablándonos (todos los textos del ciclo son suyos) de sus más profundas y recurrentes preocupaciones: las que tienen que ver con lo divino y la muerte. Hannigan, apoyada por un

fabuloso Chamayou al piano, estuvo superlativa, escalando hasta el agudo más empinado la tremenda montaña que son estas canciones. Destreza técnica la de la canadiense pero, sobre todo, expresividad, transmisión de lo escrito y sentido por Messiaen. El terrible esfuerzo se notaba en su rostro al acabar el ciclo, exhausta pero feliz de la cerrada ovación con la que le premió el público.

Cerraba el programa el último (Louange à l’immortalité de Jésus) de los ocho tiempos de esa maravillosa composición que es Quatuor pour la fin du Temps, una obra que estremece y a la vez parece augurar un futuro de paz. Tocado con una sensibilidad y una quietud casi mística por Kopatchinskaja y Chamayou, fue un final perfecto para un concierto intenso y bello.

 

Pierrot Lunaire Aix21

La Segunda Escuela de Viena

Aix-en-Provence, 12/07/2021. Théâtre Du Jeu De Paume. Pierrot Lunaire - L’Artiste Funambule. Sciarrino, Enesco. Gubaidulina, Milhaud, Carl Philipp Emanuel Bach, Webern, Schönberg. Patricia Kopatchinskaja, Narradora, violín. Joonas Ahonen, Piano. Júlia Gállego, Flauta. Reto Bieri, Clarinete. Meesun Hong Coleman, Violín, viola. Thomas Kaufmann, Cello. Johanne Humblet, Funambulista. Silvia Costa, puesta en escena.

El día 12 le tocó el turno a un programa ambicioso planteado por la violinista Patricia Kopatchinskaja y la directora de escena Silvia Costa alrededor de la obra maestra de Arnold Schönberg Pierrot Lunaire. Como aperitivo a la composición de Schönberg, Kopatchinskaja nos propuso varias composiciones, todas breves, que de alguna manera pueden conectar con Pierrot. Evolución lógica del camino expresionista que emprendió Schönberg pero con todas las influencias que le siguieron son Capriccio no. 2 de Salvatore Sciarrino (para violín sólo) y Dancer on A Tightrope de Sofiya Gubaidúlina (para violín y piano —tocado por Joonas Ahonen— pinzando las cuerdas del instrumento. El virtuosismo de Kopatchinskaja y el buen hacer de Ahonen nos transportaron a un mundo sonoro diferente pero de indudable interés.

Mientras, como parte del espectáculo, concebido no como un mero concierto sino como una actuación que podríamos haber visto en el Berlín de entreguerras, la funambulista Johanne Humblet trabajaba en la barra y en la cuerda, dibujando con sus movimientos el mundo sonoro creado por sus compañeros músicos. Una escapada al mundo folclórico rumano de la mano de George Enesco y de su pieza para violín Ménétrier, un simpático dúo para violín y clarinete de Darius Milhaud titulado Jeu y una excelente versión camerística, firmada por la propia Kopatchinskaja, de Presto en do menor de Carl Philipp Emanuel Bach, y creada como entrada y conexión del mundo clasicista con el expresionista ya que inmediatamente después pudimos disfrutar de Pierrot Lunaire.

No hay espacio en esta crónica para hacer un análisis profundo de lo que significó y sigue significando esta pieza en la historia de la música. Sólo anotar que la música expresionista que lo define fue, para Schönberg la evolución lógica de las composiciones musicales tanto propias como de sus referentes como Zemlisnky, Mahler o, incluso, Wagner. Es indudable una intención de cambiar las cosas, de enfrentarse a lo establecido, pero nunca gratuitamente y sin sentido. La versión de Patricia Kopatchinskaja de los “tres veces siete” poemas del francés Albert Giraud (traducidos al alemán por Otto Erich Hartleben) estuvo completamente volcada a recalcar el expresionismo de la composición, casi exageradamente en algunos momentos aunque fueron los menos. Son textos difíciles donde la conexión con los instrumentos (fenomenal todos ellos: Joonas Ahonen al piano,

Julia Gallego en la flauta, Reto Bieri en el clarinete, Meesun Hong Coleman en el violín y la viola y Thomas Kaufmann en el violonchelo) es básica y eso funcionó a la perfección. Pequeños detalles de atrezzo, el constante movimiento de Pierrot y la expresividad de su gesto de sus manos, mantuvieron la tensión de la obra. Curiosamente faltando el último grupo de siete poemas, se intercaló otra obra señera del movimiento expresionista: Las cuatro piezas para violín y piano de Anton Webern, alumno de Schönberg. Un guiño instrumental que, realmente, no tiene mucha lógica, al partir del discurso de Pierrot Lunaire. Al final el público aplaudió con ganas la entrega de todos los artistas participantes.

 

Fotos: © Vincent Beaume