• Luca Salsi y Lisette Oropesa @Javier del Real
  • Luca Salsi, Lisette Oropesa, Barbara di Castri y Francesco Demuro @Javier del Real
  • Nuria García y Francesco Demuro @Javier del Real

Vacía sordidez

Madrid. 02/12/15. Teatro Real. Verdi: Rigoletto. Luca Salsi (Rigoletto), Lisette Oropesa (Gilda), Francesco Demuro (Duca), Andrea Mastroni (Sparafucile), Barbara di Castri (Maddalena). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Intermezzo. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: David McVicar.

Rigoletto, aún siendo la ópera de la melodía continua, del festín de duetos arrebatadores y candentes, de la aparente candidez y pureza de Gilda, de la nobleza de un padre confundido…  puede, y es en realidad muy sórdida per se si uno quiere sentirlo así…

A la producción de David McVicar se la ha venido tildando cuanto menos de violenta, incluso como grotesca y oscura. Conociendo otros trabajos del escocés, la oscuridad siempre es esperable, ahí tenemos su reciente reposición de La Traviata en Madrid, pero esta puesta no es, desde luego, ni grotesca ni violenta. Este Rigoletto es clásico, más bien clasicorro. La producción, que ya tiene bastante solera desde que McVicar se estrenara con ella en 2001 en la Royal Opera House, presenta una iluminación de lo más tradicional, un vestuario de Tanya McCallin ajustable a la época del libreto y una disposición del escenario, así como la propia escenografía, ya manida. Encontramos materiales posteriores al siglo XVI donde se desarrolla el Rigoletto original, como el aluminio o el metacrilato, que dotan de cierta atemporalidad, pero que restándolos y quedándonos en el esquema, descubren una estructura que bien podría verse en el Metropolitan de los noventa (véase la edificación que sirve tanto de casa de Rigoletto como de Sparafucile). Lo sórdido podemos encontrarlo en la oscuridad. Pero hasta ahí. Sí, aparecen pantomimas sexuales en la escena inicial; algunas mujeres con los pechos a la vista y finalmente una pareja desnuda a la que los cortesanos parecen obligar a procesarse algo más que arrumacos. Y ya. Después se pierden las oportunidades de dotar a la obra de mayor sordidez si era eso lo que se pretendía. ¿Por qué quedarse en lo vacuo? ¿Por qué no hacer de Giovanna algo más que una simple codiciosa, máxime contando con una cantante-actriz como María José Suárez? ¿Por qué tirar por tierra los lará, lará al llegar Rigoletto al palacio ducal, que con tanta intencionalidad escribió Verdi? No quiero decir en absoluto que nos encontramos ante una mala producción, pero tampoco esperen escandalizarse. Estamos ante un clásico oscuro que no va más allá, lejos de magníficas producciones de McVicar como su Flauta mágica de ensueño con John McFarlane o la Adriana Lecouvreur con Charles Edwards.  

En esta oscuridad planteada, surge la figura de Rigoletto. Un Rigoletto atormentado, que ya muestra señales de derrota desde un principio. Un alma abatida a la que falta rotundidad en la voz del barítono italiano Luca Salsi, con carencias en la zona aguda que sortea simplemente evitándola tanto en Pari siamo como en Cortigiani vil razza y que mostró empaque en la zona central, como pudo apreciarse en el dúo del primer acto junto a Gilda. Faltó concepción del personaje en algunos momentos, como en la entrada del segundo acto o al descubrir a su hija dentro del saco, con ese último ascenso en falso al agudo de maledizione. Digamos pues un Rigoletto alla Bond y no alla Verdi, esto es “Mezclado” y no “Agitato” como apuntaba el compositor.

Blando en acentos, de línea de canto deshilvanada y agudos insuficientes resultó Francesco Demuro como Il Duca, quien desapareció en cada escena de conjunto y los dúos con Gilda. ¡Y pensar que Parmi veder le lagrime era la página que el Maestro Kraus utilizaba para calentar la voz! Gilda fue defendida por la soprano estadounidense Lisette Oropesa, lo mejor entre el trío protagonista, con una voz lírica, de cierto peso, alejada de clásicas concepciones melindrosas pero sin perder delicadeza en su página solista. La más aplaudida de la noche.

Rotundo y sereno el canto de Andrea Mastroni como Sparafucile y sobria pero eficiente la Maddalena de Barbara Di Castri, que se sumaron a un reparto repleto de nombres españoles (destacar a Nuria García como La condesa de Ceprano y a Álex Sanmartí como Marullo), a la espera de la llegada el día 15 de diciembre de Juan Jesús Rodríguez como protagonista.

En el foso lo mejor de la noche: la batuta del italiano Nicola Luisotti, de quien aún resuenan en nuestros oídos la italianísima Primera mahleriana de hace ya unos cuantos años junto a la Orquesta Nacional de España. Lectura balanceada, rítmica, timbrada, con gran trabajo en la cuerda, tan importante en Rigoletto, y mucha, mucha tensión que agradeció de veras la escena. Con todo, por primera vez en mucho tiempo se escuchó a una batuta que quería más de lo que la orquesta era capaz de proporcionarle. Al coro, por otro lado, se le escuchó demasiado forte, echándose en falta algunas dinámicas por momentos.

Siempre se ha dicho que es verdaderamente difícil encontrar un cuarteto protagonista para Il Trovatore y a veces uno cae en la cuenta de que también puede serlo hallar un trío para una ópera aparentemente sencilla como esta. Esperaremos al Rigoletto del día 15, con una Gilda (Olga Peretyatko) y un Duca (Stephen Costello) que junto al Rigoletto de Juan Jesús Rodríguez presentarán el que es sin duda el reparto más atractivo de la producción, ya alejados de bises mediáticos.