Lombardi_0340.jpg© Javier del Real | Teatro Real 

Una excelente versión 

Madrid, 9/07/25. Teatro Real. Verdi. I lombardi alla prima crociata.Versión concierto. Iván Ayón Rivas (Arvino), Marko Mimica (Pagano), Lidia Fridman (Giselda), Francesco Meli (Oronte). Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Daniel Oren (director musical).

Producto de la resaca del tremendo éxito arrollador que supuso Nabucco, el empresario del Teatro alla Scala, Bartolomeo Morelli, propone a Giuseppe Verdi un contrato que le permitirá, con unos importantes emolumentos, crear nuevas obras para este teatro. Así surge I Lombardi alla prima crociata, que ahora nos ofrece el Teatro Real, en versión concierto. El libreto era de Temistocle Solera, uno de los principales colaboradores de Verdi en su primera época. La obra se basa en un poema, editado en 1826, del abogado Tommaso Grossi, que intentaba imitar La Jerusalén liberada de Torquato Tasso.

El historiador Giuseppe Martini comenta, con bastante humor,  en uno de sus libros, sobre el poema de Grossi, origen de la ópera: “Pese a los dieciséis años de distancia con su publicación, seguía siendo objeto de culto literario para muchos milaneses, aunque la comparación con Tasso daba resultados bastante descoloridos. Sin embargo, había suficientes golpes de efecto, palacios incendiados, duras penurias en el desierto, incluso una visión, la emoción totalmente milanesa de que la obra comience en la Plaza de San Ambrosio, ante la basílica: ingredientes ideales para el instintivo Verdi de aquellos años.”

Efectivamente la ópera tiene una trama enrevesada donde se mezclan desencuentros familiares, venganzas, amor y, sobre todo, la lucha religiosa para liberar Tierra Santa de las manos de los mahometanos (en la que siempre podemos leer la lucha de los milaneses por librarse del dominio austriaco).  La obra, estrenada el 11 de febrero de 1843, fue todo un éxito. En 1847 se estrenaría una versión en francés en la Sala Péletier de la Ópera de París pero que va más allá de una mera traducción. Jérusalem no es una simple traducción de I lombardi,sino una versión con simplificaciones de la trama, adiciones de escenas y música y un ballet en el tercer acto, según la costumbre francesa. Aunque fue bien acogida, cayó pronto en el olvido.

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Evidentemente la ópera es teatro. Teatro y música. Una ópera no representada siempre cojeará. Pero hay ocasiones que o bien no se puede encajar una producción o bien el título no tiene demasiada entidad dramática y lo más interesante es su valor musical. En I lombardi está claro que la trama no es lo más interesante. Sí lo es cómo el joven Verdi digiere el éxito de Nabucco y se lanza a una carrera que lo hará inmortal. La música, con claras influencias del bel canto y del estilo que se hace en Italia en ese momento, tiene también una entidad propia, un sello verdiano que será la divisa de este autor en su larga carrera.

Daniel Oren sacó lo mejor de esta ópera y lo mostró a un público que entusiasmado, lo ovacionó al final de la obra. Y es que el director israelí es todo entrega y nervio, además de contar con un indudable y profundo conocimiento de la escritura verdiana. Si en el foso se puede apreciar su energía, verlo en el escenario es un espectáculo. Ver cómo marca las entradas, cómo controla cada momento musical señalando a orquesta o coro los tempi, el volumen, el desarrollo de la obra. Su dirección fue clásica en los tiempos rápidos, no siempre lo más destacado de este primer tramo de las composiciones de Verdi, pero estuvo maravilloso en dominar los momentos más líricos, dejando que las voces destacaran sobre la orquesta, haciendo pura magia.

A sus órdenes la orquesta titular del Teatro Real realizó un trabajo espléndido y muy profesional en todas sus familias, destacando el maravilloso solo de  violín del preludio de la segunda escena del tercer acto de la obra, que tocó maravillosamente Gergana Gergova, concertino de la orquesta. También excelente trabajo del coro titular del Teatro Real, dirigido por José Luis Basso, que tiene intervenciones de calado. Destacar la parte femenina en A te nell'ora infausta (germen del coro de monjas de Il trovatore) y todos en Gerusalem... Gerusalem... la grande, la promessa città! 

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El teatro ha reunido un gran plantel de voces para esta ocasión. Destacar, dentro del brillante desempeño general, el trabajo de Lidia Fridman como Giselda, la protagonista femenina de la ópera que sustituía a la anunciada Anna Pirozzi. La soprano rusa es una voz especialmente dotada, de una versatilidad tremenda, estupenda en la zona grave y ardorosa y entregada en el agudo. Me cautivó el año pasado en el Macbeth en versión francesa que ofreció el Festival Verdi de Parma y esta vez ha vuelto a dejarme emocionado por la seguridad y belleza de su canto y su potencia y perfecta proyección. Fue la cantante más entregada en escena, casi la única que dió vida a su papel con gestos, además que demostró saberse el papel sin casi mirar la partitura. Destacó en todas sus intervenciones, como Salve María o Oh! madre dal cielo soccorri. Solo son dos muestras de un trabajo impecable.

Marko Mimica dibujó un Pagano muy creíble. Es un bajo de voz bien templada y con evidente control de potencia, pero también consiguió darle el toque dramático que su papel, el más complejo de la obra, tiene. Un gran trabajo que premió el público con calurosos aplausos. A muy buen nivel, como nos tiene acostumbrados, el Oronte de Francesco Meli. Su agudo es impecable y matizó con clase en los momentos requeridos. Destacó en la que quizá sea el aria más conocida de la ópera La mia letizia infondere. ¡Qué potencia vocal tiene Iván Ayón Rivas! Es increíble como su voz resuena por todo el teatro y la belleza y templanza de su timbre. Estuvo estupendo en todas sus intervenciones como Arvino, hermano de Pagano y padre de Giselda. Muy buena selección de comprimarios que estuvieron a gran altura desde Miren Urbieta-Vega a David Lagares pasando por Josep Fadó, Manuel Fuentes y Mercedes Gancedo.

Una gran noche de música, que para serles sincero, no esperaba. Esta versión de I lombardi quedará en mi recuerdo como un gran momento verdiano, de esos que no se olvidan. Gracias a todos los participantes por mostrar ese brillo que tiene esta ópera y a veces, no hemos visto.

Fotos: © Javier del Real | Teatro Real