Lohengrin Frankfurt 22 b 

El caballero de la pantalla 

Frankfurt. 29/04/2022. Openrhaus. Wagner. Lohengrin. Aj Glueckert (Lohengrin), Rachel Willis-Sorensen (Elsa), Wolfgang Koch (Telramund) Miina-Liisa Värelä (Ortrud), Anthony Robin Scheider (Rey Enrique), Markus Eiche (Heraldo) . Orquesta y Coro de la Ópera de Frankfurt. Dirección de escena: Jens-Daniel Herzog. Dirección musical: Sebastian Weigle.

La historia de la ópera Lohengrin, el caballero de nombre ignoto hasta que al final de la narración revela a todo Brabante su genealogía, se hunde, como tantas veces en Wagner, en la bruma de la leyenda. Un mundo de fantasía, casi de magia, en el que todas las maquinaciones de los malvados, siempre (o casi siempre y a veces pagando un precio muy elevado) son destruidas por la honradez, la nobleza y la caballerosidad. ¿Puede haber algo más cinematográfico que una de las óperas de Wagner en cuanto a mundos increíbles en los que todo puede pasar? O mejor dicho: ¿El cine histórico-fantástico ha bebido en fuentes más mágicas que las que construyó Richard Wagner para sus obras? Diferentes libros y estudios varios ahondan en el tema.

En la producción de Lohengrin que Jens-Daniel Herzog  estrenó en 2009 en la Ópera de Frankfurt y que ahora vuelve a reponer, es el cine el marco en el que se desarrolla la lucha por el título del ducado de Brabante, que quiere ocupar el usurpador Friedrich von Telramund ayudado por su taimada esposa Ortrud, cuando desaparece el legítimo heredero, el joven hermano de Elsa de Brabante. Una historia que cualquier productor avispado llevaría a la pantalla. Herzog es lo que hace: Lohengrin aparece, como había hecho Tom Baxter en La rosa púrpura de El Cairo (1985) de Woody Allen, para salvar el honor de Elsa no de las brumas, a lomos de un cisne, sino de la pantalla de una sala de cine. Porque esa es la escenografía donde se desarrolla toda la ópera: un bello cine art nouveau, donde un público atento sigue las peripecias que se proyectan en la pantalla. En primera fila Elsa. Y parece ser un sueño de ella, o una ensoñación, o su imaginación influida por el drama cinematográfico lo que convierte durante unas horas la ficción en realidad ante el público que asiste a la ópera. Herzog realiza un excelente trabajo apoyado por un equipo de altísimo nivel (con Herbert Murauer responsable de la escenografía y vestuario  y el diseño de la iluminación de Olaf Winter) y que resulta creíble cuando la sala se convierte de campo de duelos, a sala de castillo, pasando por capilla. Todo aderezado con toques de humor que levantan la sonrisa del espectador y con el trabajo con los cantantes que demuestran, la mayoría, ser excelentes actores.

Lohengrin Frankfurt 22 c

Y es que Lohengrin es una obra romántica en la que la partitura exige el mayor esfuerzo de todos los que participan en el espectáculo. Y aunque casi siempre se empieza a comentar el trabajo de los protagonistas individuales, quiero destacar por encima de todo el espectacular Coro de la Ópera de Frankfurt. Quizá sea esta ópera la que la participación del coro tiene más momentos de lucimiento, y este conjunto los aprovechó al máximo, excelentemente dirigidos por el maestro Tilman Michael. Todos, pero sobre todo la parte masculina, mostraron un empaste, una profesionalidad y una entrega que hizo vibrar la Opernhaus, especialmente en el primer acto, todo un derroche de marcialidad y pompa wagneriana. Es difícil oír cantar a Wagner de esta manera fuera de Alemania, sólo por oír este coro en esta obra merece la pena viajar a Frankfurt.

El norteamericano Aj Glueckert fue un Lohengrin de buena factura, algo escaso de volumen, que fue mejorando en seguridad y presencia escénica a lo largo de la obra hasta llegar a ese momento cumbre de su intervención, Im fernen Land que resolvió perfectamente. Pero le falta aún afianzar el rol, apoderarse de él y que luzca en todo su potencial. Excepcionales los otros tres protagonistas. Rachel Willis-Sorensen fue una Elsa comprometida en lo actoral y brillantísima en lo vocal, con una voz de gran volumen y proyección, un timbre atractivo y, sobre todo una seguridad extrema en toda la tesitura, especialmente en la zona aguda. En una intervención tan sólida es difícil destacar un momento especial de su intervención pero en su primera intervención, Einsam in trüben Tagen… pudimos ya apreciar la categoría de esta soprano.

¿Qué decir a estas alturas de la calidad de uno de los barítonos wagnerianos de más nivel de su generación como es Wolfgang Koch? Su Telramund fue una lección de cómo se debe cantar (y actuar) en uno de los papeles de “malo” más destacados que escribiera Wagner (y eso que tiene una nutrida nómina). Pese a que los años no pasan en balde y se puede apreciar cierta fatiga en su voz, ese timbre privilegiado, la seguridad en toda la tesitura, el aún suficiente fiato y su presencia escénica hace que se apodere del público desde el primer momento. En el segundo acto hubo dos momentos donde pudo lucir todo ese arte que atesora: El dúo con Ortrud y Durch dich musst' ich verlieren mein' Ehr.

Lohengrin Frankfurt 22 d

Espectacular también el desempeño de Miina-Liisa Värelä de la taimada Ortrud, verdadera gestora de la intriga contra los Bramante. Destacar una voz joven, de tintes oscuros, que con una perfecta técnica supo encontrar todos los matices de un personaje tan retorcido, pasando de la maldad a la supuesta sumisión. Fueron los dúos con Telramund y con Elsa dos lecciones de canto. Nunca exageró su gesto como actriz y resultó muy convincente en este aspecto. Aunque cumplió en su cometido no brilló el rey Enrique de Anthony Robin Schneider, que, pese a tener una voz con importante sonoridad, acusó un vibrato poco atractivo y un canto en general con pocos matices. Estupendo el Heraldo de Markus Eiche (que sustituía al programado Domen Krizaj) y que demostró ser tan buen actor como cantante.

La demostración de poderío desde el foso del maestro Sebastian Weigle (director musical de la Ópera de Frankfurt) fue apabullante. Pleno conocedor de este repertorio y a los mandos de una orquesta de la calidad y solvencia que siempre demuestra la Frankfurter Opern- und Museumsorchester (destacar, dentro del virtuosismo de toda la orquesta, la sección de viento, extraordinaria), supo dibujar un relato heroico pero a la vez con momentos de indudable intimidad en los dúos de las dos parejas protagonistas, haciendo de este Lohengrin un todo donde lo romántico se une a  lo épico para conseguir una lectura que entusiasmó al público asistente. 

Fotos: © Barbara Aumüller