Harding Brahms Suecia 22 Foto Arne Hyckenberg 

Un Brahms de altos vuelos

Zaragoza. 11/05/2022. Auditorio de Zaragoza. Brahms: Sinfonías no. 3 y no. 1. Orquesta Sinfónica de la Radio de Suecia. Daniel Harding, dirección musical.

Pocas, realmente muy pocas veces se tiene ocasión de escuchar un Brahms de tan excelente factura como el que la Orquesta Sinfónica de la Radio de Suecia y Daniel Harding han brindado en el marco de su reciente gira por España. Al menos, es el Brahms que a mí me gusta, fraseado con deleite, paladeando cada recoveco de las obras, intenso y poético a la vez.

Harding es un maestro excelente. En su hacer hay gusto, clase, energía y alma. Y en su gesto, tan vívido, resonancias de los más grandes, especialmente de Abbado y Kleiber, con una mano izquierda prodigiosa y un sentido siempre dinámico, teatral y expresivo de su cometido en el podio. Harding, que compagina su labor en el podio con su actividad como piloto de aviones, brindó un Brahms de altos vuelos.

¿Qué más se podía pedir? Pues una formación a la altura de Brahms, que no es poco. Y vaya si lo estuvo la Sinfonica de la Radio de Suecia, un conjunto que Harding lidera desde 2006, añadiendo su nombre a la breve pero apabullante nómina de batutas titulares del conjunto: Celibidache, Blomstedt, Salonen, Svetlanov y Honeck, antes de la llegada del maestro británico, ahora también en las lides de principal responsable artístico de la orquesta.

Así las cosas, asistimos en el Auditorio de Zaragoza a una velada con las sinfonías no. 3 y no. 1 de Brahms. La primera de estas dos piezas sonó como pocas veces recuerdo, irreflenable, indómita, con un caudal sonoro apabullante pero bien domeñado. Harding delineo con maestría la narrativa brahmsiana, cuajada de contrastes, de pasajes en los que el contrapunto lo es todo y donde las segundas líneas melódicas aportan un relieve fundamental al entramado sinfónico. 

Durante toda la velada Harding sorprendió con un fraseo feroz y delicado a la vez. Y si bien la Tercera había sido un torrente de emociones, la Primera discurrió más bien desde la planificación expositiva, con una óptica menos teatral y un aliento menos arrebatado. No fue en modo alguno una lectura plana, pero no tuvo el pulso implacable de la partitura anterior. Fue esta Primera, en todo caso, una excelente ocasión para ponderar con detalle el buen hacer de todas y cada una de las secciones de la orquesta.

Y es que la formación sueca hizo gala en todo momento de un sonido sumamente compacto y a la vez flexible, denso pero transparente, capaz de plegarse a la más mínima indicación de Harding en apenas un instante. Me gustó la impresión de asistir a una ejecución preparada pero no medida al detalle, como si el maestro británico y su orquesta disfrutasen en el ejercicio de buscarse, en la complicidad de ponerse a prueba con cada concierto. Pocas formaciones y batutas pueden permitirse ese lujo, esa vertiginosa ambición, y llevarla a buen puerto. Y ciertamente fue un lujo escuchar el Brahms que nos brindaron; dejaron al que firma con ganas de más, con eso está todo dicho. 

Foto: Arne Hyckenberg