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Dos conciertos en Ono

Barcelona. 22/05/2022. Auditori. Obras de Ibert y Bruckner. Orquestra Sinfònica de Barcelona i nacional de Catalunya. Francisco López, flautista. Kazushi Ono, director.

La combinación de un concierto de flauta de Jacques Ibert y una sinfonía de Bruckner tiene un punto azaroso sin duda. En realidad en el programa del Auditori del domingo pasado fue como si hubiéramos visto dos conciertos diferentes. Ambos buenos, todo hay que decirlo. 

El Concierto para flauta y orquesta de Ibert, escrito entre 1932 y 1933, es una obra sugerente. No es un compositor famoso por su audacia pero tampoco se le puede negar un dominio del material y la fluidez discursiva. Yendo al contenido concreto del Concierto, cabe destacar que es una obra técnicamente difícil tanto para el solista como para la orquesta, particularmente compleja en el primer movimiento. El movimiento lento es de un lirismo muy convincente y el tercero exhibe bellos pasajes virtuosísticos.

Francisco López ofreció brillantes prestaciones en todos esos terrenos y obtuvo el beneplácito del público. La dirección orquestal tuvo orden y claridad, virtudes que se extendieron al conjunto del programa. El entusiasmo popular y las loables ganas de gustarse del flautista nos proporcionaron dos bises (Asturias de Albéniz y El fuego fatuo de Falla). En algunos momentos podía asaltarle al espectador la duda de sí realmente ello se podía interpretar con flauta sin vacilaciones y el solista, pese al ahínco, no la disipó.

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Por diversos motivos la Séptima sinfonia de Anton Bruckner está vinculada a la figura de Richard Wagner. No vamos a descubrir ahora la admiración que Bruckner sentía por el autor del Anillo y su comportamiento de auténtico fan en relación a él, buscando establecer un contacto personal que finalmente se produjo. Se da el caso de que la sinfonía está dedicada a Ludwig II de Baviera  cuyas relaciones con Wagner son bien conocidas aunque no venga al caso extenderse en ello. Y por si fuera poco, la composición de la obra coincide con el deceso en Venecia del genio sajón.

El nivel de la OBC durante toda la velada fue notable por pulcritud, pero también por atención a las dinámicas y rigor rítmico. Los recurrentes clímax brucknerianos fueron conducidos con contundencia y equilibrio. El enfoque de Kazushi Ono no tuvo un sesgo romántico pero tampoco pecó de sequedad. Consiguió un rendimiento notable de una orquesta que, por lo que pareció, se lo agradecía.

Kazushi Ono está en estos momentos cerrando un período de siete años al frente de la orquesta. Uno de los éxitos que se pueden atribuir a un director es mantener prietas las filas y tener la consideración y el respeto de sus instrumentistas. La puesta en escena subrayó ese hecho cuando los músicos rechazaron la invitación de ponerse en pie para otorgar al director el baño de autoestima que le proporcionaban las cálidas ovaciones.

No es este el espacio ni un servidor la persona adecuada para valorar su trabajo al frente de la orquesta desde 2015 pero sería deseable que sesiones como esta fueran el pan nuestro de cada dia.

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