Modigliani Schwarzenberg22

La abrumadora belleza

Schwarzenberg, 21-23/08/2022. Angelika Kauffmann Saal. Schubert. Integral de conciertos de cuerda (conciertos IV y V del ciclo). Cuarteto Modigliani.

Una de las muchas virtudes que tiene la Schubertiade que tiene sus sedes en las localidades de Schwarzenberg y Hohenems, ambas situadas en Voralberg, el estado más occidental de la República de Austria, es la de poder contar con figuras y conjuntos de primer nivel en la llamada música de cámara y el lied. Es el caso del Cuarteto Modigliani, que en cinco sesiones ha repasado la producción de cuartetos de cuerda de Franz Schubert, una de las producciones más atractivas en este tipo de piezas. El Cuarteto se formó en el 2003 en el Conservatorio de París y actualmente está formado por cuatro auténticos virtuosos: Amaury Coeytaux, violín; Loic Rio, violín; Laurent Marfaing, viola y François Kieffer, cello. Los cuatro músicos tocan con instrumentos del siglo XVII y XVIII, verdaderas joyas que producen un sonido único y maravilloso. Aquí comentaremos los dos últimos conciertos del ciclo que son los que se han programado a finales de agosto en la sede Schwarzenberg. Antes de pormenorizar cada  uno de los cuartetos hay que destacar, de modo general, la característica que da título a esta crónica: la abrumadora belleza que supo transmitir este conjunto en cada una de sus interpretaciones, creando la atmósfera perfecta y claramente diferenciada para cada una de las piezas, llegando a la perfección en el Rosamunde y sobre todo en la mejor interpretación que he escuchado en directo de esa obra maestra que es La Muerte y la Doncella

El primer concierto comenzó con una obra temprana el Cuarteto para cuerdas en Si bemol mayor D 36, de 1813, cuando Schubert tenía 16 años. Es increíble que a esta edad el compositor austriaco ya hubiera escrito la mitad de los cuartetos de cuerda que formarían su opus. En este caso se nota la supervisión de su entonces maestro Antonio Salieri que introduce claras referencias al clasicismo de Haydn. De todas formas ya comienza a notarse la personalidad de Schubert en movimientos como el andante, claramente diferenciado del resto del cuarteto. El Modigliani supo adaptarse al aire juvenil, ligero pero también meditado que transmite la obra. El Cuarteto para cuerda en Re mayor D 74 fue compuesto como homenaje al padre de Schubert en el día de su cumpleaños, también en 1813. Sigue aquí observándose la influencia clasicista, pero esta vez más mozartiana, y también se atisba un deseo de buscar otros caminos que le conectaban con Beethoven, compositor al que veneró toda su vida. Precisamente en el andante en donde los concertistas demostraron esa versatilidad que les caracteriza, llenando de matices, de silencios y medias voces ese movimiento tan bello. Después del esfuerzo que le supuso el ciclo de lieder de La bella molinera y otros encargos que tuvo, en 1824 Schubert vuelve por iniciativa propia a componer cuartetos de cuerda, concretamente el Cuarteto de cuerda en La mayor D 804 “Rosamunde” llamado así porque el segundo movimiento, Andante, se inspira en el tema que fue el del entreacto del tercer acto de Rosamunde, una obra teatral de Helmina von Chézy para la que en 1823 Schubert había compuesto música incidental. El primer movimiento es de una belleza exquisita, triste, cuyo tema recuerda mucho a un lied, especialmente a Der Zwerg (el enano). Solo se atisba un poco de luz en el último movimiento, Allegro moderato, donde el compositor quiere equilibrar una obra decididamente triste. El primer violín tiene en este cuarteto momentos de gran lucimiento y Amaury Coeytaux como el gran virtuoso que es, acompañado siempre, eso sí por sus magníficos compañeros.

El segundo concierto remataba esta travesía por la producción de Schubert de los cuartetos de cuerda. El Cuarteto para cuerda en Mi mayor D 353, compuesto en 1816 es el último de los llamados cuartetos de juventud. No retomará, aunque de manera fallida, este género hasta finales de 1820 con el llamado Quartettsatz D 703, que solo consta de un movimiento (Allegro en Do menor) también interpretado en el concierto. En el primer cuarteto Schubert sigue influenciado por la música de Mozart aunque intenta otras fórmulas pero la crítica parece unánime en considerarlo el cuarteto más confuso del compositor. Aún así posee bellos pasajes para lucimiento de los cuatro solistas. Quartettsatz es una obra de  perturbadora belleza y de un claro tinte de tristeza, pero la personalidad de Schubert ya se impone y aunque no terminó todo el cuarteto, este movimiento, prolijamente interpretado, nos promete ya la madurez de sus últimos cuartetos.

Pero nada es comparable al cuarteto más logrado de toda la producción de Schubert, el Cuarteto de cuerda en Re menor “La Muerte y la doncella”. No voy a alargarme aquí en el análisis de esta obra que tiene su origen el lied del mismo nombre. Schubert consigue aquí una música genuinamente personal aunque se atisbe una influencia beethoveniana. Se ha escrito mucho sobre cada uno de los movimientos del cuarteto, todos ellos de una belleza impactante, con unas notas que llegan al alma del oyente si es bien interpretada ¡y cómo lo hizo el Cuarteto Modigliani! Todo lo que ya habíamos oído durante estos dos conciertos se condensó en una interpretación modélica, llena de pasión, ritmo, intensidad, virtuosismo y sobre todo entrega que consiguió una conjunción con un público completamente entregado. Para mi fue una versión que es difícilmente igualable en la actualidad, sobre todo en cuanto a la profundización en la esencia del mensaje de Schubert, en el alma del cuarteto. El siempre correcto público del Angelika Kauffmann Saal estalló en bravos al final de la interpretación y despidió aplaudiendo de pie a este genial grupo. Un concierto inolvidable.