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La Nueva ola

Madrid. 30/09/16. Auditorio Nacional. Sala Sinfónica. Temporada 16-17 de la Orquesta y Coro Nacionales de España. Obras de Mercadante, Mendelssohn y López. Anja Schlosser, mezzosoprano. Andrew Staples, tenor. Michael Nagy, barítono. Thomas Stimmel, bajo. Orquesta y Coro Nacionales de España. David Afkham, dirección.

Este verano entrevistaba al director artístico de la Orquesta Nacional de España, el vallisoletano Félix Alcaraz, y a la hora de escoger un titular nos decantamos por uno que pudiera llegar a todos los lectores, mientras que sabíamos había otro que iba a crear especial revuelo, enclavado en estas líneas: “El lenguaje postserialista ya lo tenemos todos un poco superado, a la gente no le interesa. Mucha gente me va a matar por decir esto, pero es una música que ha hecho mucho daño a las salas de conciertos porque no está pensada para que el público acuda a un auditorio a escucharla”.

Efectivamente la de Alcaraz ha sido una de las entrevistas más leídas hasta la fecha en nuestra revista, con miles de visitas a nuestra web, y que ha engendrado acalorados debates en redes sociales, pero ¿acaso no le falta razón? Aparentemente, las grandes orquestas del llamémosle “primer circuito” parecen seguir ancladas un tanto en la Generación del 51 en lo que a contemporánea española se refiere. Compositores muchos de ellos auspiciados por el paraguas de la dictadura de Franco mientras hablaban de “superar etapas” y aceptaban encargos y puestos del engranaje franquista. Y hablo aquí de nombres aún en activo como Cristóbal Halffter, (autor de la Misa para el Frente de juventudes), Luis de Pablo (quien contribuía con sus obras a celebrar “los 25 años de paz franquista”), o Tomás Marco (crítico de diarios como Arriba o SP mientras aceptaba cargos oficiales, cargos que luego emplearía en encargarse obras a sí mismo).

Sus nombres junto al hecho de que hoy en día los encargos de nuevas obras parecen obligarse por presupuesto o desidia a obras pequeñas que sirvan para abrir programa y que rara vez vuelven a escucharse, han creado en el público español durante años una imagen concreta de lo que es la música contemporánea, que ha desdibujado por completo muchas realidades. Una obra incómoda, difícil de oír, a menudo firmada por los arriba mencionados, que meten con calzador al comienzo de la noche para su obligada escucha. Un sacrificio por el que hay que pasar para llegar a la recompensa en forma de Beethoven, Schumann o Brahms. Muy mal lo hemos debido de hacer para tener tan confundido al público con lo que representa la nueva creación. No es de extrañar que durante mis años vendiendo discos me encontrase mucha gente buscando a Carl Orff en música medieval, pero también a tantos incapaces de comprender que Stravinsky, Falla o incluso Gorecki o Bernstein compusieron durante el siglo XX. Tan ocupados estaban algunos en los sesenta de quemar etapas, mirar el futuro obviando el presente y recuperar la modernidad española mientras se daban palmaditas los unos a los otros en un círculo viciado, que se olvidaron del público. Y de aquellos polvos, estos lodos.

El peruano Jimmy López, afincado en los Estados Unidos, viene a representar al Auditorio Nacional lo que podríamos denominar como “la nueva ola”. Una apuesta por los nuevos nombres y formas en la casa de la Orquesta Nacional, tal y como ha quedado claro con la Carta blanca a Glass, Adams o Pärt, y encargos o estrenos de firmas como Erkoreka, Muhly o el mismo Glass. Del mismo modo que la Nueva ola del rock and roll peruano en los años cincuenta y sesenta adoptó las formas de The Beatles o Buddy Holly, López ha querido o no ha podido evitar verse influenciado por maneras y modos que en su Primera sinfonía: Los trabajos de Persiles y Sigismunda, nos han llamado la atención por su increíble parecido a compositores anteriores. Y es que estos Trabajos, estructurados en una forma clásica de cuatro movimientos, con un segundo lento y un tercero a modo de scherzo, tienen en realidad poco de Cervantes, quien es utilizado como mera excusa. No es música programática, no es un poema sinfónico donde puedan reconocerse fácilmente personajes o situaciones. Es una suerte de totum revolutum, con un primer movimiento muy bien desarrollado, con gran manejo de la progresión y los planos sonoros; un segundo de preponderancia de las maderas, quizá demasiada; un tercero con un sinfín de efectos en la percusión y donde es inevitable recordar a Bernstein en la búsqueda de ritmos latinos; y un cuarto y último que sirve como catalizador de los anteriores, donde el recuerdo de Mahler o Rachmaninov se hace llamativo.
Una nueva ola de 45 minutos de duración, situada al final del programa, lo que es toda una apuesta y riesgo a tenor de las espantadas previas y entre movimientos, que se escuchará ahora en México para seguir con el homenaje de la formación a Miguel de Cervantes. Aquí, quienes se quedaron, pasaron del “Agárrate que nació en 1978” o “Ahora toca una cosa moderna de esas”, a gritar bravos.

El programa se completó con la obertura de la ópera Don Chisciotte alle nozze di Gamaccio, de Saverio Mercadante, eslabón entre el bel canto, entre Rossini y Verdi, en la que David Afkham dibujó correctamente la progresión de los crecendi y prestó ligereza a las repeticiones; y La primera noche de Walpurgis de Félix Mendelssohn, con un Coro apabullante, límpido, que brilló por encima de todos y todo. Simplemente sensacional. Cabe preguntarse si acaso era pedir la cuadratura del círculo que hubiese estado presente en el programa inaugural de la temporada, ya que para algo es la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España… Entre los solistas destacó la labor del barítono Michael Nagy, con la voz más noble de todas las escuchadas.

Foto: Sidney Erthal