Una ría llamada siglo XX
Madrid, 03/10/2016. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ciclo Series 20/21 del Centro Nacional de Difusión Musical. Obras de Eötvös y Janáček. Cuarteto Calder. Audrey Luna, soprano.
El siglo XX es como ese punto de una ría gallega en el que se juntan dos corrientes de agua, una que viene del río dulce y otra que llega del mar salado. A menudo, la música es considerada como tal, como un choque de ideas que se dividen a mitad de siglo, algo muy presente en el ámbito estudiantil e interpretativo. Podría decirse que la virtud se encuentra, como siempre, en el término medio, ese puerto tan difícil de alcanzar pero que tantos elogios provoca.
Comenzar el ciclo Series 20/21 del Centro Nacional de Difusión Musical partiendo de dos elementos contrastantes pero tan unidos en su origen artístico podría señalarse como un gran acierto. Juntar Janáček con Eötvös podría parecer una gran locura por tratarse de dos estilos y etapas del siglo XX muy diferentes, pero existía un nexo que aunaba el programa: el lenguaje intrínseco de la música. El maestro checo extrapoló un sentimiento hacia una joven muchacha a un cuarteto de cuerda de gran dificultad en el que el elemento tonal comienza, poco a poco, a diluirse sin abandonar por completo la tonalidad. Por otro lado, Eötvös logra la expresión lingüística a partir del mismo hecho musical, basándose en intervalos y sonidos que crean la sensación de estar escuchando vocales y consonantes a través únicamente de la interpretación.
Sin duda alguna, las previsiones eran bastante halagüeñas si se tiene en cuenta lo exigente del programa y que una de las obras que lo conformaban se trataba de un estreno mundial. El Cuarteto Calder se convirtió durante unas horas en un cuaderno metafórico en el que las palabras y las frases comenzaron a fluir, creando historias que iban directas al público. El Cuarteto nº 2 ‘Cartas íntimas’ de Janáček, una pieza nada sencilla, fue ejecutada con gran precisión y fuerza, destacando en el elemento dinámico así como en una interpretación directa y de gran calidad. Podría considerarse que esta era la obra que ofrecía a ese público de mentalidad tonal lo que buscaba: una melodía que se escucha de forma clara acompañada por los demás instrumentos.
El contrapunto lo encontramos en las dos obras del compositor húngaro. En ellas, la frontera entre la música instrumental convencional y la ópera se diluyen, creando acciones, situaciones e historias. Korrespondenz podría señalarse como la genuina ópera instrumental en la que no es necesaria voz alguna. Ciclo sirenas, la pieza de estreno, volvía a emplear el mismo esquema sumándole la aparición de Audrey Luna, soprano de coloratura que dio voz a textos de Joyce, Homero y Kafka a través de un increíble dominio de la voz, con agudos de gran potencia, escalas vertiginosas y melodías serpenteantes. Sin duda alguna, el cuarteto dio lo mejor de si en ambas dos obras, creando una intensa masa sonora en la que se sumergían las acciones que regían las piezas y acatando las “normas” marcadas por la partitura, tales como nuevas formas de tocar el instrumento, cambiar la afinación de las cuerdas y la posición de los instrumentos en escena. Los cuatros intérpretes se llevaron la gloria tras el concierto, destacando sin duda alguna la viola, la cual ofreció momentos a solo de gran belleza y fuerza. Por fin la viola se reivindica como el gran instrumento que es… ¡Ha tardado demasiado!