Ferrandez OBC 22 MayZircus 

Nueva música y buenas costumbres

Barcelona. 11/11/22. L’Auditori. Obras de Rumbau, Martinů y Schumann. Sara Ferrández, viola. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Cristian Macelaru, dirección.

Ya con algunas luces de Navidad recién puestas –que no encendidas– y con bufandas todavía en el armario, L’Auditori acogía este viernes y sábado un interesante programa combinando un estreno, repertorio “menos habitual” y un clásico sinfónico. La ocasión ha servido para traer de vuelta a la consagrada joven violista Sara Ferrández, cuyo rostro ya empieza a ser familiar desde el Festival Emergents en 2019 en la Ciudad Condal. En esta ocasión, interpretaría la Rhapsodia–Concerto para viola y orquesta, H 337 (1952) de Buhuslav Martinů, que la madrileña ha tocado este mismo noviembre con la ONE. Se trata de una obra exigente pero cómoda para el solista, más tradicional a pesar de su fecha y con aire más postromántico que obras de su catálogo más neoclásico –como su famoso Concierto para clave H 246. Junto a la solista, el director rumano Cristian Macelaru, actual director de la Orquesta Nacional francesa y ostentador de un Grammy también estuvo de regreso para dirigir la Sinfonía nº3 en mi bemol mayor, op.97, un tiro seguro para reclutar al abonado común y todavía reticente a ser conquistado con obras contemporáneas de nueva creación. 

El estreno (Tesselle) que pudo escucharse en la gran sala es un encargo comisionado por el proyecto Barcelona Creació Sonora y cuya composición ha requerido un año y medio de trabajo y dedicación que Octavi Rumbau ha desarrollado con otros proyectos creativos y su actividad docente además de su reciente Premio Nacional Reina Sofía con su obra El Belvedere de Escher. Sus inquietudes creativas suelen girar en torno a la búsqueda de espacios sonoros y “profundizar en la maleabilidad del tiempo y sus paradojas”. Salpicado por influencias minimalistas y eclécticas, es frecuente en su catálogo encontrar obras para electrónica mixta, aunque no era el caso de Tesselle

La propuesta del barcelonés se nutre del concepto de teselado –mosaicos de fachadas, pavimentos, etc. siguiendo ciertos patrones– y su aplicación en el campo musical, lo que implica trasladar las dos dimensiones en las que discurre un mosaico de teselas a una: el tiempo. Con materiales mínimos, Rumbau desarrolla el plano vertical con la homogeneidad de unas cuerdas que se suman progresivamente en busca del clúster, mientras las percusiones se despliegan y destacan en el plano horizontal para dar forma a un mosaico rico en polirritmias. El planteamiento de Rumbau, también es bueno en el mero aspecto temático –y programático–. Es menester señalar que, en una época sobrecargada de emociones, sentimentalismo –en el sentido malo–  y tensión geopolítica, es positivo que aparezcan propuestas que de vez en cuando escapen a reflexiones excesivamente emotivas o evidentes, de textos y homenajes, y, en definitiva, queden al margen de simbolismos dramáticos y que, frecuentemente, son acompañados de matices políticos o ideológicos. Esa alternativa en el aspecto extramusical, permite recordar de vez en cuando algo que conviene no olvidar: que la música es capaz de representar conceptos abstractos, pero también figurativos: plásticos, geométricos o espaciales, mediante la instrumentación, la armonía y la forma, y no únicamente sentimientos o emociones.

Bajo la batuta de Macelaru, la OBC pareció cómoda en la Tesselle de Rumbau a través de un discurso musical que articula varios clímax entre pasajes de aire “hipnótico” y “pendular”, mientras los metales lucían su juego de sordinas entre destellos de arpa y alguna que otra sorpresa. Luego irrumpió de gris brillante la violista Ferrández que estuvo a la altura de las expectativas durante la rapsodia–concierto, especialmente en los momentos líricos y los pasajes de doble cuerda, destacando si cabe en el segundo movimiento y colmando la sala de frecuencias precisas y fraseos hermanados con los de la OBC. Amansó los aplausos con una delicatesen de Bach –con la correspondiente presentación, algo que a menudo parece que el mundo de las estrellas ha olvidado hacer– para dar paso a “Renana”, la tercera de Schumann con su célebre tema inicial –Lebhaft– que brilló en los grandes momentos y cerró la velada con nueva música y buenas costumbres.

Foto: © May Zircus