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Vanidad y humildad

Barcelona. 08/02/25. L’Auditori. Obras de Mendelssohn y Jörg Widmann. Orquestra Simfònica de Barcelona. Cristina Godoy Gómez, oboe Jörg Widmann, clarinete y dirección.

El pasado fin de semana L’Auditori recibió la visita de Jörg Widmann, uno de los músicos más activos del panorama europeo y nacional. Acudió para dirigir Las Hébridas, un arreglo propio de la Sonata para clarinete en mi bemol mayor y la Sinfonía nº 5 op. 107 de Félix Mendelssohn; y una obra de cosecha propia, Versuch über die Fuge (2005), para soprano, con Sarah Aristidou, y oboe, con Cristina Gómez Godoy.

El alemán, de 51 años y outsider de las redes sociales, es el vivo ejemplo de cómo desempeñar (tres de) las facetas más exigentes de la música con éxito y reconocimiento: la composición, la dirección, y la interpretación. A caballo entre Múnich y Berlín, Widmann ha sabido labrarse una triple carrera siendo a la vez uno de los compositores contemporáneos más interpretados, un acreditado director de orquesta y cámara y un clarinetista de primera línea. Eso explica por qué los intérpretes que tocan su música la encuentren tan idiomática y la conexión que genera desde la tribuna. El cuarteto de saxos Kebyart, por ejemplo, suele interpretar 7 Capricci, compuesta por él y dedicada al conjunto catalán, obra habitualmente interpretada en recitales y registrada en el disco Traum der Jugend (2023), con arreglos de obras de Bach y Mendelssohn.

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Mendelssohn y Widmann, con Bach en el trasfondo, eran los nombres de un programa ciertamente bien tejido, tanto en lo musicológico como en lo estilístico. Teniendo en cuenta el vínculo etéreo entre Mendelssohn y Bach –no solo por ser considerado uno de los “resucitadores” del genio de Leipzig, sino también por sus respectivas contribuciones al cultivo de la fuga–, la propuesta constituyó una dedicación a Mendelssohn poco habitual durante estas últimas temporadas. 

Versuch über die Fuge Experimento sobre la fuga–, nace en cambio, como una obra reflexiva, a pesar de que el contrapunto nunca fue una de las asignaturas favoritas de Widmann. “Vanitas vanitatum omnia vanitas (“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”), es el verso que despide la partitura, que puede entenderse como una reflexión deconstructiva y rapsódica sobre la fuga, en un estilo que recuerda a Ligeti, de carácter irregular, mezclada con elementos inequívocamente propios del imaginario de Bach, con (posibles) alusiones a La Ofrenda musical BWV 1079. Aunque el texto no sea a priori fácil de encajar, tras unos minutos de escucha, la obra adquiere su dimensión casi filosófica en su búsqueda de respuestas acerca del “elevado arte de componer una fuga”.

En la audición del sábado, la avanzadilla de la OBC respondió bien a los sketches de una partitura exigente, que combina texturas propias de la fuga, con un uso frecuente de técnicas extendidas, especialmente en la cuerda, como pizzicati Bartók, ataques col legno, e incluso golpes de arco “al aire”, además de siseos y otros elementos que llamaron la atención del público.

Aristidou, de rojo y descalza, recorrió los versos en latín con seguridad y mucho vigor en su registro medio. Su experiencia trabajando con Widmann se hizo notar, y pareció que la soprano francesa aportaba la teatralidad justa a una obra que pudo parecerle larga a algunos al no ofrecer secciones demasiado contrastadas. Aun así, el incansable detallismo orquestal logró que el público siguiera con atención esta interesante reflexión meta-musical, aunque la vistosa dirección del alemán también ayudó. Cristina Gómez-Godoy se mostró agilísima en los entresijos de la partitura con su oboe, fiable en los cambios extremos de tesitura y en algún que otro multifónico.

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Antes, Widmann había dirigido Las Hébridas con un ímpetu que rápidamente contagió a los tripulantes de la orquesta catalana. Su travesía por aguas escocesas ya dejó claro que su forma de dirigir no pasaba por la elegancia impostada, sino por una efectiva manera de conseguir los mejores resultados mediante una implicación activa. Entre brincos y aspavientos, extrajo un legato de gran nobleza en los pasajes de chelo, y un gran nivel en las cuerdas superiores. Widmann mostró una gran sensibilidad interpretando su propio arreglo sobre el Andante de la sonata para clarinete de Mendelssohn, una obra de juventud que floreció entre arpa y suaves pizzicati de una manera razonablemente creíble, siguiendo una pauta estilística coherente, eso sí, con una extraña predilección por los agudos (y sobreagudos).

Por último y ya con refuerzos, fue el turno de la Quinta de Mendelssohn, en cuya lectura el alemán plasmó su intención de contrastar dinámicas, especialmente con la ayuda de la sección de latón. Las cuerdas exhibieron gimnasia con unidad en las escalas del Allegro con fuoco, que convenció más que la parte inicial, cómodas en el drama orquestal y en los retos audaces.  El Andante se desenvolvió sin sorpresas ni prisas, aunque flojo en “rimbombancia” clásica, pero bien equilibrado. Los vientos pudieron lucirse más en el Allegro vivace y Allegro maestoso finales, con un Widmann en perfecto trance romántico brindando un elocuente final. Con gran humildad, saludó uno por uno a todos los miembros de la orquesta y despidió una velada muy especial.

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Fotos: © May Zircus