Paul Lewis piano 

Más Schubert, buen Schubert

Barcelona, 21/11/2022. Palau de la Música Catalana. Música de Franz Schubert. Paul Lewis, piano.

La fama y la difusión de la música de Schubert, y en concreto de la obra para piano, sigue gozando de una excelente salud. Y entre los muchos pianistas que en el mundo han sido y se han esforzado por apoyar ese proceso expansivo Paul Lewis tiene una reputación. No en vano fue alumno de Alfred Brendel  y beber de esas fuentes le acerca a uno a un lugar privilegiado en esa tradición. El programa del concierto pretendía, y seguramente logró, promocionar el álbum de Lewis dedicado a las Sonatas D 664, D 568 y D 537 en Barcelona pero también lo hará en Oslo, Southampton, Londres, Saffron Walden, Bristol, Perth o Singapur.

Sin embargo, no fueron estas las sonatas que Lewis ejecutó: la primera parte de su integral que reservó al público barcelonés se compuso de la Sonata para piano núm. 7 en Mi bemol Mayor, D. 568, la núm. 14 en La menor, D.784 y la núm.17 en Re Mayor, D. 850. El próximo abril presentará la segunda parte de la integral (Sonatas núm. 15, en Do mayor, D. 840, núm. 13, en La mayor, D. 664 y núm.16, en La menor, D. 845) y, por si esto fuera poco, en los próximos dias Lewis colaborará como solista en el Palau de la Música de València con Alexander Liebreich, titular de la Orquesta del "cap i casal", en el Concierto para piano y orquesta n.25 KV 503 de Mozart.

Lewis se sentó rápido y con gran puntualidad. Y no dio lugar a homenajes. Había que ver si eso significaba que quería acabar rápido o, mejor, que tenía algo importante y urgente que contar. El prestigio del artista hacía suponer que se impondría la segunda posibilidad pero no todo fue tan claro desde el principio. La introducción no fue todo lo fluïda que debiera y en general se percibió poca concreción expresiva durante la Sonata núm. 7. El castigo de ese juez de tremenda majestad que es el público fue la apertura del pertinaz caramelito desde la fila 15. Lewis perdió oportunidades durante esa aprimera sonata y el clímax estaba todavía por llegar. Pronto, sin embargo.

La segunda sonata (la núm. 14) mejoró significativamente las cosas. Nos vimos, de golpe, inmersos en una oscuridad romántica que parecía mucho más congenial al pianista. Se ganó en intencionalidad por cuanto refiere a las dinámicas y claridad en la articulación y el conjunto fue de una mayor expresividad. Eso no evitó la plaga de los dispositivos móviles pero sin duda permitió encarar lo que estaba por venir con optimismo. 

Un optimismo perfectamente justificado a juzgar por los sucesos de la segunda parte, todos ellos beatíficos. Se trataba de la Sonata núm.17 (en un programa ordenado de la juventud a la madurez) y la limpidez de los pasajes de virtuosismo, unida a una interpretación de lo más convincente, provocaron unos aplausos fuera de protocolo al final del primer movimiento que, afortunadamente, no manifestaban un estado de dispersión si no el entusiasmo perfectamente justificado del respetable. El último movimiento, con un fraseo de una elegancia extrema, terminó de convencer.

El éxito, muy merecido, se coronó con las justas ovaciones y con un bis (del mismo autor)más protocolario que exigido, como suele ser, pero muy bienvenido por la parroquia y por uno mismo.