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Abriendo horizontes

Bilbao. 10/12/2015. Teatro Arriaga. Chabrier: Une éducation manquée. Belén López de León (Gontram, mezzosoprano), Ruth González (Helena, soprano), Elías Benito-Arranz (Pausanias, barítono), Rubén Fernández (pianista) y Emilio Sagi (narrador). 

Aún en formato pequeño, sustituyendo la orquesta por el piano, el Teatro Arriaga ha tenido el tino de programar, dentro del ciclo Cuartitos del Arriaga, que tiene como sede el vestíbulo de la primera planta del dicho teatro y la posibilidad de reunir como público a unas ciento cincuenta personas, la opereta de Emmanuel Chabrier Une éducation manquée (Una educación incompleta). Emmanuel Chabrier está hoy prácticamente fuera del circuito operístico tanto por estos lares como incluso por su Francia natal u otros países de gran tradición operística y esporádicas puestas en escena y/o grabaciones de títulos como Gwendolyne  o Le roi malgre lui apenas han conseguido introducirlo en el. La obra que nos ocupa, estrenada en 1879, apenas llega a los cuarenta minutos de duración y cuenta una historia que, vista con los ojos actuales, transmite excesiva ingenuidad, a saber, la noche de bodas de un joven matrimonio, el noble Gontran, que desde siempre ha estado bajo la tutela de su preceptor Pausanias y la joven Helena, salida del convento la víspera de la boda.

Gontran ha recibido solida formación académica mientras que Helena es dueña de profundas convicciones morales pero… ambos jóvenes sufren profunda ignorancia de eso que llamamos “vida”. Así, cuando tras la ceremonia nupcial se disponen a vivir en soledad su primera noche de casados advierten que no saben qué hacer. Tras distintas vicisitudes una tormenta (¡cómo no!), añadida los miedos de ella y la intención protectora del marido los unirá en un abrazo y la naturaleza hará el resto. La opereta termina con la alegría de los recién casados y el asombro del preceptor, que asume que no todo se puede enseñar con los libros. El vestíbulo del teatro permite la cercanía entre cantantes, pianista y público y aquellos se esforzaron por escenificar en lo posible los distintos avatares de la obra. 

La voz más interesante, con diferencia, fue la de la mezzo Belén López de León (Gontran), de volumen y color adecuados, con graves solventes y dando credibilidad al personaje masculino que interpretaba. Su “esposa”, la soprano Ruth González mostró cierta tirantez en la zona aguda y tampoco fue ayudada por un timbre poco agradable. El preceptor fue interpretado por el barítono Elías Benito-Arranz que actuó correctamente (su primera aparición lo hace bebido) y dio cierta empaque vocal al personaje a pesar de su tendencia a abrir el sonido.

El habitual Rubén Fernández Aguirre dibujó al piano una obertura chispeante en sus dos partes y más tarde supo acompañar y dirigir a los tres jóvenes cantantes para llevar la obra a buen puerto. En la parte de narrador estuvo presente Emilio Sagi, al que se le puede pedir mayor intención e implicación en la lectura de los textos. El público, que aplaudió el reconocimiento que se hizo de la labor de Sagi impulsado el ciclo Cuartitos del Arrriaga, agradeció generosamente el esfuerzo de los artistas y a la salida, la satisfacción era generalizada.