© Guillermo Mendo
Una ópera francesa
Sevilla. 13/06/2025. Teatro de la Maestranza. Bizet. Maria Kataeva (Carmen), Piero Pretti (Don José), Giuliana Gianfaldoni (Micaela), Dalibor Jenis (Escamillo). Coro del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección de escena: Emilio Sagi. Dirección Musical: Jacques Lacombe.
Hay muchas óperas en el repertorio que giran en torno a la vida de una mujer. Generalmente, y dado que aún en el primer cuarto del siglo XXI se lucha para sacar a la mujer del segundo plano que en muchos campos ocupa, la tragedia domina la temática de estas obras. Una de las más simbólicas, tanto por ser muy popular como por el toque rebelde y de independencia de su protagonista, es Carmen de Georges Bizet, de la que se celebra el 150 aniversario de su estreno este año. No voy a repasar aquí, por lo conocido de la obra, su argumento pero sí que me ha resultado muy interesante leer el artículo firmado por Carmen Mª Pujante en estas mismas páginas, celebrando la efemérides sobre el mito de Carmen.
Carmen y Sevilla son dos nombres eternamente unidos por la novela de Prosper Mérimée y, especialmente, por la ópera de Bizet. No es pues de extrañar que el Teatro de la Maestranza haya decidido cerrar su temporada con varias funciones de la obra lírica. Lástima que no se optara por una producción propia o, al menos, por una que proviniera de un teatro de ópera. La elegida, firmada por el gran director Emilio Sagi, viene del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA).
Lógicamente, Sagi adapta su propuesta al espacio del que dispone en el proyecto inicial, que no cuenta ni con foso ni con recursos técnicos para una producción de las que se suelen ver en un teatro de ópera. El resultado es una escenografía casi nula, consistente en bastantes sillas y alguna mesa, un suelo cubierto de albero rojo, un grupo de bombillas que bajan y suben según según las necesidades de la acción y una gran pantalla cubriendo todo el fondo donde se proyectan imágenes del cielo, con diversos tonos de nubes y con una enorme luna en el tercer acto, en las montañas de Sierra Morena.
En un auditorio la propuesta puede funcionar pero en el Maestranza quedó tremendamente pobre, hasta el punto de pensar si para eso era necesario contar con un responsable al cargo de la escenografía (firmada aquí por Daniel Bianco). Sagi, como gran hombre de teatro que es, recurre a una apreciable dirección de actores que hace que todo, (junto a la imaginación del público, que se sabe la obra perfectamente), vaya más o menos funcionando, sobre todo gracias a un excelente trabajo escénico del coro y a una buena iluminación de Eduardo Bravao. Apreciable pero monótono en exceso el trabajo de diseño de videoproyección de Pedro Chamizo.

En lo musical, triunfo absoluto de Maria Kataeva en el papel principal. Ningún pero se puede poner al trabajo de la mezzo rusa, que bordó el trabajo vocal y construyó una Carmen al uso pero sin marcar demasiado el lado más sensual y barriobajero del personaje, una opción que respeto y que casi prefiero a algunas interpretaciones que rozan lo burlesco. Tiene un timbre bello, seguridad en toda la tesitura (excelente zona grave) y dominó la escena en todas sus intervenciones entre las que destacaría su escena en la taberna de Lilas Pastia (con un estupendo dominio de las castañuelas) y la pequeña escena del tercer acto en la que Carmen lee su futuro en las cartas del Tarot. Ese momento, la elegancia de su canto ajustándose a la métrica del verso en francés fue perfecta. Y es que en muchas ocasiones, por la influencia de los modos folklóricos, se nos olvida que Bizet introduce que Carmen es una ópera francesa, en la que hay que dominar las maneras específicas de la escuela gala.
La poca adaptación a esa forma específica de cantar fue el mayor lastre del Don José de Piero Pretti, que no llegó a conectar con la dicción francesa, pecando la mayor parte del tiempo de un aire italiano que no casa bien con el tono de sus intervenciones, sobre todo de la más famosa La fleur que tu m'avais jetée, en la que no brilló. Pero sí que hay que reconocerle una estimable potencia, y un acertado agudo aunque abusó en algunos momentos del forte.

El papel de Micaela comparte una característica con el de Liù, en la Turandot pucciniana: cantan poco, pero sus arias son muy agradecidas, de gran lucimiento. Giuliana Gianfaldoni aprovechó bien sus dos oportunidades y firmó una Micaela de buen nivel y con un dibujo actoral menos ñoño de lo habitual. El Escamillo de Dalibor Jenis fue francamente fallido. Con voz estentórea pero sin transmitir emoción y fuera del papel, no destacó ni en la famosísima canción del toreador.
Gran trabajo de los cuatro comprimarios que encarnan a las dos amigas de Carmen y a los dos bandoleros. Tanto la Frasquita de Mercedes Arcuri como la Mercedes de Anna Gomá así como el Dancaire de Pablo Gálvez y el Remendado de Pablo García López estuvieron a un excelente nivel. También destacado el Zúñiga de Javier Castañedo.
Una vez más el Coro del Teatro de la Maestranza demostró no solo ser un excelente conjunto vocal dirigido por Íñigo Sampil, sino que se desenvuelven perfectamente en escena, siendo junto al estupendo grupo de bailarines encabezados por Cristian Lozano los que le dieron más vida a esta decepcionante producción. Muy destacable también la participación de la Escolanía de Los Palacios.
La dirección musical estuvo en manos de Jacques Lacombe que actuó como un buen concertador, elegante y sin estridencias pero también sin la mordiente de otras batutas. Su tono fue moderado, muy francés y eso se agradeció aunque hubiera alguna ralentización de más. Otro valor seguro de este teatro es tener una orquesta en el foso como la ROSS (Real Orquesta Sinfónica de Sevilla), que volvió a dar la talla en todas sus familias, transmitiendo alegría y ritmo a una, en bastantes momentos, decepcionante función.
Fotos: © Guillermo Mendo