Directo al corazón
Frankfurt. 10/12/2022. Opernhaus. Puccini. Manon Lescaut. Asmik Grigorian (Manon Lescaut), Joshua Guerrero (Chevalier Des Grieux) Domen Križaj (Lescaut). Orquesta y Coro de la Ópera de Frankfurt. Dirección de escena: Àlex Ollé. Dirección musical: Modestas Pitrėnas.
¿Qué tendrá Puccini que siempre apunta al corazón del espectador? Es, poniéndome cursi, una especie de Cupido operístico. Pero es que no hay ópera en su catálogo más conocido que no conmueva, que no consiga que el oyente empatice con sus personajes, sienta sus pasiones y viva sus penurias. Y con una clase, con una perfección musical, con un inigualable estilo que lo convierte en uno de los grandes de la historia de la ópera. Ahora la Ópera de Frankfurt repone la producción de Manon Lescaut que estrenara en el otoño de 2019 y lo ha hecho con un éxito arrollador (totalmente justificado) de público en la función que ahora comentamos
Es evidente que el director artístico, Àlex Ollé, ha comprendido la esencia de la obra. Unas monumentales letras que reproducen la palabra inglesa love presiden los cuatro actos de la ópera, dando, a la vez, una continuidad y unión a la historia, y recalcando la esencia de la misma, ese amor entre Manon y Des Grieux, tan caprichoso y juvenil, pero constante por parte de ella e incondicional siempre por parte del poeta. Puccini pone al servicio de este amor una partitura que, sin llegar a las cuotas de maestría que conseguiría más adelante, sí que contiene el alma que recorre toda la obra pucciniana: pasión, intensidad, romanticismo, renuncia.
Por supuesto Ollé cuenta la historia a su manera, alejado de ese mundo del XVIII donde se desarrolla la acción. Pero cuando ves su propuesta te das cuenta que doscientos y pico años después, en esencia, todo sigue igual. El director catalán traslada Manon Lescaut a cualquier punto del mundo occidental en la actualidad. Hay un vídeo antes de comenzar la música, con una voz en off donde se nos pone en antecedentes de por qué Manon está en la situación que se nos narra y cómo, debido esa misma situación (todo gira en torno a la emigración de personas de países del este, quizá desde Armenia) de explotación en sus lugares de origen, buscan mejores perspectivas en occidente para acabar también explotadas aquí. A partir de esas premisas, y apoyado en una excelente y espectacular escenografía de Alfons Flores (con un adecuado vestuario de Lluc Castells y una extraordinaria iluminación de Joaquim Kleim), vamos pasando, en los diversos actos, por una estación de autobuses, la casa del rico Geronte (que ya se nos ha presentado como un mafioso y proxeneta) convertida en un club nocturno con sensuales bailes en barra, la cárcel de París, con unas jaulas más aptas para animales que para personas y, finalmente, la terrible Louisiana, un lugar desolado donde solo las grandes letras de LOVE giran lentamente, y con su cruda sencillez, que no distrae en ningún momento de la tragedia de los protagonistas, se convierte en lo más atractivo de todo el montaje. Ollé conoce el oficio y salva con profesionalidad momentos poco lucidos teatralmente en el libreto como todo el primer acto. El movimiento de actores está bien construido y el trabajo con los protagonistas es evidente. No es una producción polémica ni excesivamente tecnológica y su mayor virtud, recalco, es la conexión con la historia.
El peso de la obra, como no podía ser de otra manera, recae sobre Asmik Grigorian como Manon. La soprano lituana es una excelente cantante que se mueve con toda facilidad en la tesitura y que, sobre todo, estuvo excelsa en ese cuarto acto, que es suyo. Como actriz y cantante lo dio absolutamente todo aquí, aunque hay que destacar también los dúos del segundo y el tercer acto, un modelo de entrega y buen canto. Sobra decir que su proyección y fiato están al nivel requerido. Gran (y muy aplaudido) trabajo.
Le Chevalier Renato Des Grieux lo encarnaba el tenor americano, de origen mejicano, Joshua Guerrero. Deslumbró a todo el teatro con su agudo fácil, brillante y atractivo y con una zona central y grave de excelente calidad. Y lo más importante, cantó con una elegancia, con un legato, con un estilo auténticamente pucciniano. Ya en Donna non vidi mai presentó sus credenciales, para luego estar estupendo en todas sus intervenciones, llegando a esa joya que es No! pazzo son!
Excelente también el Lescaut de Domen Križaj, que ya había también hecho una sustitución el día anterior en Meistersinger asumiendo, con gran nivel, el papel de el Nachwächter (el sereno). Es un barítono con una voz que modula perfectamente, creando un Lescaut con muchos más matices de lo que suele ser habitual. Muy buen trabajo de Kelsey Lauritano como Un músico y también destacar a Andrew Bidlack, un tenor estupendo, en su doble papel de Maestro de música y farolero. Otra vez señalar las grandes cualidades (empaste, excelentes voces) del Coro titular del teatro, que se lució en el primer acto y de sus cuatro solistas femeninas en el madrigal del segundo acto.
Dirigía desde el foso esta representación el lituano Modestas Pitrėnas. Su lectura de la obra de Puccini es canónica, de ritmos rápidos, adaptada a los cantantes y siempre brillante, aunque en algunos momentos, los más líricos, faltó algo más de vuelo, de más intensa pasión, como en el intermezzo que da entrada al tercer acto. Otro lujo de este teatro de Frankfurt es su orquesta, como ya he señalado en otras crónicas. Aquí volvió a sonar como un solo instrumento aunque a la vez se oía cada uno de ellos.
Una gran noche de ópera donde Puccini, una vez más, nos arrebató y ¿cuántas van ya?
Fotos: © Barbara Aumüller