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Héroe!

Peralada. 06/04/23. Iglesia del Carmen. Obras de Haendel y Vivaldi. Il giardino d’amore. Jakub Józef Orlinski, contratenor.

Si en 1987 fue La Superba e inolvidable Montserrat Caballé quien inauguró la primera edición de uno de los Festivales de verano más antiguos de España, el guiño al barroco con esta inauguración de la primera edición del Festival de Pascua quedó simbólicamente servido con el contratenor más mediático, el break-cantante polaco Jakub Józef Orlinski.

Es cierto que este programa, casi calcado, ya se vio en 2021 en el Palau de la Música de Barcelona. Fue en un tour que acompañó a Orlinski con el mismo solista y agrupación-concertino, los fantásticos Il Giardino d’amore y su carismático violinista solista y creador del conjunto, el también polaco Stefan Plewniak. Así las cosas, no fue un recital inédito pero sí sirvió para valorar el camino y madurez de un Orlisnki que sigue enamorando a un público menos habituado al circuito de la clásica, pero que conecta con su desenfadada visión de un cantante lírico.

En la inicial obertura de la ópera L’Olimpiade de Vivaldi, el conjunto Il Giardino d’amore demostró musicalidad, estilo y sonido rico en contrastes que los convierten en una agrupación idónea para este repertorio. Capitaneado por un exhibicionista del violín como es Plewniak, un virtuoso innegable. El solista se encargó de demostrar su talento con movimientos de conciertos de violín de Vivaldi (RV 273, RV 242), excelentes todos. Su fuerza expresiva, trinos endiablados, ritmo y expresión desbordante, logró quitarle protagonismo a un Orlinski más sereno, quién optó por contrastar con su lado más dulce y empático a nivel canoro.

Con los tres movimientos del paradigmático Concierto “Il Grosso Mogul” Rv 208, que Plewniak tiene grabado y supone una de sus especialidades, quedó claro que aquí el verdadero virtuoso barroco del recital fue el violinista nacido en Cracovia en 1981. Su chispeante arco hizo justicia a la partitura de Il prete rosso, con un furor que hizo temblar el suelo del escenario.

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En este tour de force entre divos del barroco, Orlisnki, de manera muy hábil, explotó sobremanera su reconocida empatía musical. El breakdancer y contratenor edulcoró un fraseo notable, de emisión cálida y una expresión siempre a flor de labio. Incidió en un legato acaramelado y contagioso: Torna sol per un momento del Tolomeo de Haendel, o en la parnasiana Stille amare de la misma ópera, donde se regaló también con un recitativo atmosférico en la que fue su mejor aria del concierto. De esta manera, pasaron más desapercibidas carencias vocales que en las arias di furore como en Furibondo spira il vento de la Partenope handeliana, donde se pusieron en evidencia sonidos fijos y metálicos en la zona aguda y una coloratura de ajustada corrección, lejos de los fuegos artificiales de otros colegas menos mediáticos. También hay que resaltar que la complicada acústica de la Iglesia del Carmen no favoreció la emisión y proyección del polaco.

No obstante, a Orlisnki nadie puede negarle su sinceridad musical y una búsqueda de la conexión con el público donde todos los detalles cuentan: presentación y agradecimiento al inicio, naturalidad escénica (rozando el postureo alternativo), y una resultona teatralidad y complicidad musical con la agrupación. Así fue con la única aria del programa oficial dedicada a Vivaldi, la preciosa Sento il seno, de Il Giustino, donde el acompañamiento en pizzicati fue meciendo al solista hasta acabar todos estirados en el suelo del altar de la Iglesia del Carmen. Una escenificación que encantó el público que acabó vitoreando a los músicos y al contratenor.

La festiva ovación de pie final consiguió arrancar fuera del programa dos arias más en forma de propina: Sovente il sole de la Andromeda Liberata de Vivaldi y Se in fiorito del Giulio Cesare de Haendel. Con toda la audiencia de pie, el recital se coronó con una impagable improvisación sobre una malagueña. Con palmas, cantos del violinista cubano Reyner Guerrero, del propio Stefan Plewniak y cómo no, de un Orlisnki relajado y moviendo los hombros y cuerpo al ritmo de una jam session contagiosa, conclusiva y catártica.

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Fotos: © Toti Ferrer