Más allá del papel
Peralada. 03/08/2024. Iglesia del Carmen. Festival Castell de Perelada. Obras de Mendelssohn, Tchaikovski y Músorgski. Yunchan Lim, piano.
El tramo central del Festival Perelada ha contado con la esperada visita de la joven estrella coreana del momento, Yunchan Lim. Tras la inesperada lesión que le alejó de su debut en la edición de Pascua, el joven y reservado intérprete acudió a su esperada cita cumpliendo con las expectativas en el primero de los dos grandes recitales de piano programados en la presente edición, siendo Yuja Wang la encargada de clausurar el festival el próximo once de agosto. En lugar de los estudios de Chopin esperados para Pascua, el pianista brindó otro recital pianístico romántico, pasando por Félix Mendelssohn, Tchaikovski y Músorgski.
La ascensión de este pianista de tan solo diecinueve años resulta ciertamente sorprendente, incluso en una era casi repleta de prodigios asiáticos que han emergido meteóricamente en los últimos años, la de Lim, es una historia de sacrificio y dedicación total a su instrumento, que le han valido los reconocimientos de algunos de los más prestigiosos premios de piano, destacando el Concurso Internacional Van Cliburn, en el que se proclamó como el artista más joven en alcanzar el oro.
Su precocidad y su talento le han llevado ya por medio mundo mientras en su Corea natal, una tierra musicalmente dominada por las luminiscencias y bailes del K-pop, pero que también cuida a sus talentos nacionales, también cuenta con su propio club de fans. Solo así se explica la presencia de seguidores coreanos que acudieron a la Iglesia del Carmen de Peralada, que agotó su aforo y aplaudió con entusiasmo la aparición de un artista que, a pesar de su proyección internacional, lleva la fama con modestia y alejado de micrófonos y cámaras.
A menudo, uno puede toparse con dos visiones en cuanto a la interpretación de una pieza: o bien, que “todo” está en la partitura; o bien, los que opinan lo contrario: que el intérprete “debe” buscar más allá de las meras grafías del papel. Lim es un pianista habilidoso con gran técnica y probablemente sea del segundo grupo. A pesar del virtuosismo en los pasajes veloces, es en los lentos donde el coreano conecta con el público, cuando alza la mirada y separa la vista de sus manos, quizá en busca de ese “algo”, ese carácter, ese equilibrio entre dinámica y tempo en cada final de frase que prodigiosamente, el joven coreano encuentra de forma natural en esa larga hilera de teclas blancas y negras.
Inició el recital con dos de las mejores perlas del Lieder ohne Worte, que el intérprete ejecutó con templanza y generoso de tempo. En el nº1 op.19, Andante, Lim hizo cantar la melodía con gran inspiración mientras afelpaba la sucesión de arpegios en la debida proporción, sin precipitaciones en las cadencias y muy paciente, dejando que la música de Mendelssohn hablara por sí misma. Con el mismo aroma interpretó el nº4 op.85, Andante sostenuto, más exigente que el primero, en el que el coreano mutó bien los caracteres de la pieza, abordando los agudos con una delicadeza quirúrgica.
En Las Estaciones op. 37 de Tchaiokovski, Lim exprimió todos los matices estacionales de la partitura y recorrió los estados de ánimo y percepciones plasmadas por el compositor ruso en 1876. Sacó su mejor izquierda en enero y mostró muecas de comicidad en el Carnaval de febrero y en la Troika de noviembre, algo de agradecer si cabe, tratándose de un pianista tan talentoso como serio y discreto. Otro de los momentos destacables fue el célebre Junio: Barcarola, que el joven tocó con determinación, y “auto reafirmándose” con la cabeza, como si dialogara con el compositor, luego emprendió las octavas de agosto con gran energía y sacó nuevamente a relucir su izquierda en el tercio final. En la caza de septiembre Lim convirtió el piano en su orquesta particular y despidió el año en un trance romántico que cautivó a los oyentes, a pesar de la siempre peculiar y difícil acústica de las iglesias.
La segunda parte la ocupó Cuadros de una Exposición y exigió de Lim la máxima abstracción, y el célebre Promenade fue debidamente mutando y transitando entre los diferentes estados de ánimo a lo largo la excepcional partitura. En las manos del joven coreano, perfecto conocedor de la obra y especialista en repertorio ruso, la pieza adquirió su dimensión conceptual y añadió un rubato algo libre y natural a algunos pasajes. De la más alta cumbre a las entrañas del piano, el intérprete se esforzó a fondo en esta compleja pieza, cómodo en las travesuras cromáticas, y destacó, si cabe, la Gran Puerta de Kiev. Culminó el recital con la Siciliana de la Sonata para flauta nº2 BWV 1031 –arreglo de Kempff, la versión más famosa– cerrando una velada que figurará en los memorias pianísticas de Peralada.